Pedro Páramo

portada pedro paramoJuan Rulfo / Novela / Editorial Planeta /

Lo confieso, tenía miedo de terminar la novela de Juan Rulfo, así que aplacé la lectura lo más que pude. ¿Qué se puede decir ante una obra que ha sido traducida a más de 30 idiomas, que es tema de análisis literarios en prestigiosas universidades, donde, además, se han hecho cientos de ensayos internacionales en revistas especializadas y, para no dejar, es considerada una obra maestra de la literatura latinoamericana y de la literatura universal?

Repasé las primeras páginas, pensé que mi memoria empezaría a fluir con imágenes telúricas pues es la segunda lectura que le doy a este libro. Pero no pasó nada. Era una lectora amnésica que no recordaba la genealogía Páramo y apenas si tenía noción del apellido San Juan que llevaba Susana, el amor inalcanzable del malvado protagonista.

Me encontré con Damianas, Justinas, Doroteas, Eduviges, todas me parecían iguales, revolucionarios villistas, todas sombras incidentales que se manifestaban en lo alto de una colina, curas con remordimiento de conciencia, devotos padres mineros, hijos desperdigados y un monte seco y oscuro llamado la Media Luna, territorio donde Pedro Páramo hizo sus más terribles voluntades y donde las ánimas tenían el hábito de confundirse con los vivos.

Desde la primera vez Páramo me pareció una lectura difícil. Entrada y salida de personajes que apenas si interactúan… habitan desde el más allá y sus recuerdos son como hologramas en medio de una noche muerta, donde el murmullo de la nada y la luz alejada de una casita humilde se asoman para ofrecer consuelo, pero en realidad no hay consuelo. Hay una inmensa neblina en la obra de Rulfo; todo está muerto, hasta las palabras. Las palabras muertas de Rulfo son delgadas rosas disecadas que no ofrecen olor, sino la imaginación de ese olor indescriptible que es la muerte.

A Pedro Páramo lo leí con escepticismo, porque en varias ocasiones se me ha acusado por mi mal gusto. ¿Debía gustarme esta novela corta de porte rural? No lo sé. No sé si el tiempo puso su granito en contra, pues estaba convaleciente y medicada y apenas si podía poner un pie en el suelo sin sentirme descompuesta. Cuando a uno le duele el cuerpo, le duele la vida y los dientes y se extrañan los días habituales, y entonces uno se descubre pensando entre las sábanas enfermas, el dolor se fragua y es ahí donde las ganas de renacer irrumpen y lavar los platos se antepone como la mejor actividad del mundo. Yo quería renacer, pero leía sobre muertos mientras me curaba.

De repente, entre tantas palabras incompletas en medio de una habitación infinita, me animaban frases como:

—¿Qué esperas para morirte?

—La muerte, Susana.

—Si es nada más eso, ya vendrá. No te preocupes.

No podía evitar sonreír ante la belleza de las figuras terrosas de este autor jalisciense, y se me olvidaba que estaba en reposo y quería hacer todos los quehaceres domésticos, pero recaía cuando me encontraba entre las líneas rebozos viejos y catres pegados en las esquinas de adobe. Mi nariz se impregnaba de muerte. Rulfo es olfativo, y lo muestra todo el tiempo en los rústicos objetos, cada cosa brinda un olor. ¿Sabes a qué huele un pasillo de barro con sillas vacías? Huele a espera eterna. ¿Y a qué huele esa espera eterna?

Cerraba el libro y volvía al sueño, a mi propia narcosis médica. Al abrir los ojos y empezar a leer a las tres de la mañana (hora del antibiótico) me encontraba con:

Había una luna grande en medio del mundo.

Uno se siente pequeño y agradecido ante una figura como esa y me dolía feliz. Y de nuevo la sonrisa y de nuevo la vida que dan las palabras, aunque las digan los muertos. Y así, lentamente, en medio del dolor, añorando las cosas simples de la vida, fui queriendo a Pedro Páramo. Lo amé en su incomprensible totalidad. Después de todo, mi mal gusto no es tan terrible, coincidí con Borges, García Márquez y Susan Sontag en que Páramo tiene el mejor principio que se ha escrito en la literatura moderna:

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.

Creo importante aclarar que no supe qué pasó con el hijo que fue a buscarlo.

3 comentarios sobre “Pedro Páramo

  1. Interesante análisis. Así me ha pasado, siempre he tratado de alargar lo más posible el momento de llegar maduro a perderme en ese mar de fantasmas y aromas de nostalgia.

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