Dos Crímenes

Captura de pantalla 2018-12-10 a la(s) 16.51.55Jorge Ibargüengoitia / Novela / Editorial Booket /

Parte de mi deber como ser humano y ciudadano de una sociedad tercermundista es promover la lectura; tarea harto difícil por la competencia de consumo audiovisual en dispositivos de muchos modelos y colores que ronda en todas partes. Y si al menos fuera contenido de calidad, pero, ¿qué es calidad?, me dirán algunos pretendiendo debatir sobre lo que es bueno y es malo. Pregunta que no sirve para poner los conceptos claros, sino para señalar, desde una filosofía baratona, que no se está de acuerdo y mucho menos dispuesto a escuchar. Pero ese no es el tema aquí. El tema es que como una novel promotora de la lectura pretendí que mi grupo de narrativa viera cuáles son las maravillas de pensar… pensar, repito, no intuir. Pensar no es fácil, parece que lo hacemos todos los días, pero no es así, vivimos en un mundo que nos ofrece lugares comunes, donde, curiosamente, aún nos sorprenden emociones predecibles por la falta de método de pensamiento. Llevé a la clase cuentos largos, cuentos cortos, microcuentos, cadáveres exquisitos, monólogos y relatos sobre cucharas y espejos. Llevé ejercicios de escritura como herramienta de autoconocimiento y, temo, que no avancé mucho. Pero no me desaliento, mi aportación está hecha y sé que mejoraré. También creo que el tiempo me brindará una grata sorpresa y en unos años un alumno/alumna/alumne/alumni/alumnu (uff) me dirá que ya es lector, o por qué no, escritor. Sí, mi pesimismo convive con la esperanza. Humana, al fin y al cabo.

De entre esos muchachos a los que les doy clase y en su temprana adultez no dejan de decirme miss, se acercó una estudiante a mi escritorio. Ella se llama Mariana Rojas. De la nada me mostró un libro del grandísimo Jorge Ibargüengoitia.

—¿Lo conoce? —me preguntó.

—He leído un par de textos de él —contesté con prisa.

—Tenga, se lo presto. Es mi libro favorito, lo he leído más de dos veces.

Dejé los cuadernos en el escritorio, tomé el libro y la miré. Ella se veía brillante y agradecí su iniciativa. Las mejores relaciones que pueden existir entre dos seres humanos son aquellas que empiezan con los libros, por ejemplo, gracias a este acercamiento escribo sobre ello y me siento feliz que esa juventud, que uno ya ve a cierta distancia, existan lectores autónomos.

Rumbo a casa y con la vida encima, me puse a pensar en el libro prestado: Dos crímenes, novelita escrita, así nomás, por allá en 1979. Leí la contraportada y, confieso, no llamó mucho mi atención ya que andaba metida en temas de ensayos psicoanalíticos. Pero motivada por el acto de Mariana y mi promesa de leerlo, lo empecé esa misma noche.

Poco a poco fui redescubriendo lo que ya sabía de Ibargüengoitia, la riqueza de su lenguaje, el uso exquisito de los diálogos, la cercanía de los personajes, la descripción de los entornos, la precisión de los objetos que usa, así como el espacio «cerrado» donde todo surge y se crea la vida ficcional. Uno puede ver al Negro o Marcos González, el protagonista; a la Chamuca, la morenaza de fuego; a Lucero, la güerita flaquita y al tío Ramón postrado en su silla de ruedas con su guayabera bien limpia y su agüita con tantito licor, interactuar entre ellos y ajenos a su no existencia. ¿Qué pasaría si se enteraran que son la creación de un mexicano nacido en Guanajuato en 1928? Con autores como el mencionado, pareciera que escribir es fácil y gozoso.

Vi a José Lara, el farmacéutico y mejor amigo de don Ramón y, cabe decir, mi personaje favorito, acostarse con su mujer ordinaria en un pueblo ordinario para despertar como se despierta en esos pueblos donde el tiempo no pasa. Él, en su poca ordinariedad, entregaba por mero presentimiento su lealtad a Marcos, el sobrino político de don Ramón, a quien tachaban de ser el pariente feo y del lado pobre de la casta que, con su mala suerte instalada en los huesos, fue acusado de dos crímenes, donde, curiosamente, no estuvo cerca de ninguno. Así la vida.

Jorge, con su maestría narrativa, nos muestra una obra trágica, cómica, policial, romántica, donde quedan expuestas las mezquindades del ser humano, donde la mentira se vuelve verdad y la verdad una fantasía inalcanzable. No hay buenos ni malos, solo existencias pretendiendo sobrevivir con sus deseos de ganar pese a todo. Porque cada uno de ellos tiene sus razones para ser como son.

Dos crímenes se hizo una lectura de escaleras y de viaje, era el tiempo que tenía para no dejar atrás las obligaciones freudianas. Si quiero ser una maravillosa psicoanalista, debo leer las interminables obras de Freud y saber de qué me hablan los profesores en clase. Así que Ibargüengoitia iba conmigo en el metro, en el bus, en las banquetas, en esa parte nómada que nos queda, pues aún la teletransportación está lejos de inventarse y, aunque será una magnífica herramienta para el tema de los iresyvenires, temo que hará más difícil lo difícil; no se leerá más en el camino. De mi parte prometo seguirlo haciendo hasta que el futuro me alcance. Agradezco a Mariana su aportación con esta lectura. Aprendí que la literatura está en manos de todos y que, si te la ofrecen, no dudes en tomarla.

Promover la lectura no sólo es decirle al mundo que lea, sino leer lo que el mundo te da.

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