Yasunari Kawabata / Novela /Editorial AUSTRAL /
Huérfano pueril, solitario crónico, insomne infinito, lector voraz y poseedor de un gato es lo que define a Yasunari Kawabata. En el aspecto menos íntimo, ganó el nobel de literatura en 1968 y fue el primer japonés en llevarse dicho reconocimiento.
La casa de las bellas durmientes (1961) es el primer libro que leo de este autor suicida. Es una novela filosa y suave, como un buen cuchillo de yanagiba que filetea, con su larga hoja, delgados pliegues de carne blanca y desliza, con solemne crueldad, recuerdo por recuerdo. De eso se trata esta obra, de recordar mientras se vive el presente, de filetear el pasado mientras uno se mira a sí mismo ante la pérdida inevitable del tiempo.
Eguchi es el personaje principal de esta historia, un anciano de sesenta y tantos años que un día, por recomendación de su amigo Kiga, asiste a una casa peculiar, una casa donde habitan bellas durmientes y donde los viejos pueden disfrutar de su presencia desnuda y virgen, pero con la única condición de no desflorar a ninguna de ellas, pues la vejez ya no tiene permiso para intimar con la juventud, aunque esté narcotizada.
Con todo y sus dudas y amarguras existenciales, Eguchi regresa a la posada por una segunda, tercera, cuarta y quinta vez, analiza con crueldosa calma a cada doncella que le ofertan entre cortinas de color carmín y un aromático té para completar el goce de la contemplación. Este protagonista de motivación tanática y mirada eclipsada le crea una historia a cada durmiente a partir de sus rasgos físicos. A su vez, la joven, ausente de sí misma, le recuerda a una mujer de su pasado; a su esposa, a sus amantes, a sus hijas. Para Eguchi, como para Kawabata, la evocación sólo puede darse a través de lo femenino.
Mientras leía La casa de las bellas durmientes, libro que le dejé a mis alumnos de Narrativa para el ciclo enero-abril 2019, tenía toda la intención de que lo analizáramos en clase y descubriéramos juntos las lecciones valiosas que brinda la literatura, no se logró del todo. Fue un cuatrimestre con muchas interrupciones de auditorio, una alergia de mi parte que no cedía y afectaba mi energía anímica y corporal, así como un acumulado de cambios y procesos que a veces, por más consuelo que se encuentre en las letras, no es posible alcanzar la plenitud y hacer lectores. Pienso que las bellas durmientes no se dejaron ver, no quisieron ser saqueadas de su narcosis, que Eguchi no quiso desprenderse de ese mar violento que yacía en las afueras de la posada y no deseaba compartir con todos, y al mismo tiempo, su premisa: la realidad es miserablemente más fuerte que cualquier memoria.
Aquí yo, tan lejos de Kawabata a quien probablemente nunca le hubiera caído bien porque suelo ser de un carácter estúpidamente confiado. Sin embargo, me identifico con Eguchi, a mí también me hubiera gustado ver dormir a una doncella hasta lograr verme a mí misma. Al terminar de mirar no habría exceso de confianza, porque ya no sería mi cuerpo despierto, sería un abismo que se traga todo y lo deja en el fondo pesado, como un pez abisal que renuncia a los ojos por estar lleno de oscuridad.
La literatura es un rescate de la vida, mas no del tiempo. No hay rescate para lo último. Espero que mis patitos, esos jóvenes talentosos y a veces medio dormidos, se den la oportunidad de leer más. Quizá no este libro, quizá no el que sigue. Sólo me queda confiar en que un día un libro les dirá; -Hey, yo soy lo que buscas, soy yo lo que necesitas. Ven, léeme y encuentra esa respuesta que te hace falta para seguir.
De mi parte, me quedo quieta, como una lagartija que toma el sol en su piedra angular y caliza. Como una lagartija que vive en un sexto piso y bebe contenta su café instantáneo después de haber leído, por segunda ocasión, Nemurero bijo (título original), donde descubrí que, sin importar si duermes o ves dormir, el tiempo te corta y te afila con su fina y delgada hoja de acero interminable. Yo veo dormir a mi gato. También veo dormir a Luis. ¿Ellos me verán a mí?
Un comentario sobre “La Casa de las Bellas Durmientes”