De qué Hablo cuando Hablo de Escribir

Captura de Pantalla 2019-07-31 a la(s) 21.15.52Haruki Murakami / Ensayo / Editorial TUSQUETS /

Haruki Murakami ha sido de los autores del género de narrativa que más he leído estos últimos años. Empecé con IQ84 I y II (2009) y me seguí con Sptunik, mi amor (1999); Tokio Blues (1987); Al sur de la frontera, al oeste del Sol (1992); Hombres sin mujeres (2014) y Crónicas del pájaro que da cuerda al mundo (1994). Tengo en la lista de espera El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (1985) que ya empecé, pero, por cuestiones de tiempo y prioridades laborales mezcladas con académicas he tenido que postergar… les adelanto que empieza con un hombre atrapado en un ascensor.

En esta ocasión, terminé de leer De que hablo cuando hablo de escribir (2015). Si bien ya había visto el libro en las mesas de novedades de todas las librerías que suelo frecuentar, no me llamaba la atención obtenerlo debido a que justo pasaba por un bloqueo creativo y lo que menos quería era a un autor petulante diciéndome qué hacer y qué no hacer para, al final, terminar yo haciendo menos que nada. Así que me seguía de largo.

Pero, sí, hay un pero, un valioso PERO que hace que las historias de la vida real tengan cierto giro inesperado, aquí va el mío: Un día, a Paulina, mi hermana, se le ocurrió cumplir años y a mí, aprovechando que ella es una corredora de alto rendimiento, se me ocurrió regalarle un libro sobre el acto de correr, así que directito fui a la librería de mi preferencia y adquirí De qué hablo cuando hablo de correr (2007). Si bien mi hermana no es una lectora odiosa como yo, me supuse que lo apreciaría al sentirse identificada con alguien que cuenta todos los sacrificios e incomprensiones por las que pasa un corredor.

Al día siguiente, el día de su cumpleaños, me apuré en envolverlo para que la sorpresa fuera aún más llamativa. Queda decir que en casa rara vez festejamos algo y muy rara vez nos damos regalos, por eso mi emoción de que el paquete estuviera envuelto con brillantes colores y moños. Ya lista en la mesa para envolver el objeto de deseo, me doy cuenta de que no era el libro correcto. ¡Había elegido el equivocado! Sí, mi subconsciente me traicionó y tomé el que hablaba sobre escritura. La supuesta “fiesta” empezaría en un par de horas y yo ya había presumido —porque todo lo que me emociona no me lo sé guardar— que tenía listo un regalo fantástico. Así que sin más, corrí a la librería para cambiarlo, pero me dijeron que no era posible. Irónico, ¿no? Correr para adquirir un libro que habla sobre ese deporte que me resulta sobrehumano por la alta resistencia física que requiere.

Y aquí estoy, terminando la lectura sobre De que hablo cuando hablo de escribir y diciéndome y diciéndole a Luis que es de los mejores ensayos que he leído sobre escritura. Pensé que me encontraría con una lista de consejos abstractos como “escribe una palabra a la vez” y “no te arriesgues innecesariamente” o un “cuando escribas, hazlo con tijeras”. ¡Ja!, ya sé que exagero, ya sé que esas frases sí se entienden, a lo que voy, es que Murakami es un ensayista preciso que, además, no te dice qué hacer, porque no es un manual para escritores que todo lo quieren teorizar. Es un libro íntimo con lenguaje frío que cuenta como es su proceso de escritura y comparte lo que piensa de la creación de personajes, del silencio tan necesario para las palabras, de la disciplina que, como buen japonés, no le falta al respeto ni aunque haga frío.

En lo personal, yo aprendí mucho de esta lectura. Al grado que estoy dispuesta a enfrentarme con la verdad y ponerme a escribir lo que tantas veces me ha dado miedo escribir; una novela. Murakami dice que los lectores no existen, y si existen, nunca estarán conformes, así que lo más recomendable es escribir con la mejor comodidad posible. Si bien es cierto que todo está expuesto a críticas y a Murakami le han llovido hasta por el piso, también es cierto que es uno de los escritores más conocidos de la actualidad y eso que no le encanta mostrarse en público y hacer comerciales esnobistas.

Hay mucho que aprender y reflexionar sobre este ensayo. Es un libro valioso que sin pretensiones enseña que el oficio de escritor no es el mejor del mundo, pero si ya lo eres, deja el estereotipo y ponte a escribir, lo demás, si toca, vendrá después. Por ejemplo, en su natal Japón, hay un premio que todos los escritores buscan ganar para asegurarse una carrera en las editoriales y, aunque Murakami estuvo nominado en dos ocasiones al premio Akutagawa, adivinen que… pese a la nominación, nuestro escritor protagonista no obtuvo nada de nada, al contrario, le llovieron destinos que decían que era un autor de tercera y que su conocimiento sobre literatura era nulo y ponía en ridículo a la cultura japonesa. Vaya que la ha de haber pasado mal, pues aunque uno tenga su autoestima, los cuchillos están hechos para herir.

Para mí, Murakami es un gran maestro para el que quiere escribir y para quien busca leer, y, aunque he sostenido —en varias pláticas con colegas— que espero que no gane el nobel de literatura, sí creo que merece todos los premios, pero no ese, en particular, donde hay que rendir pleitesía a los reyes de Suecia. Haruki es un outcast que desde su juventud ha luchado en contra de la institución y eso lo convierte en uno de los mejores escritores superrealistas del mundo. Ahora resta esperar a octubre de este año para ver si Murakami, por octava ocasión, es nominado a este premio. Si gana… no sé que va hacer de mí.

Se acerca septiembre, Violeta, mi otra hermana, la hermana menor, cumple años. ¿Tendrá Murakami algún libro llamado De qué hablo cuando hablo de cocinar?

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