La Conexión Cósmica. Una Perspectiva Extraterrestre

Carl Sagan / Ensayo / Editorial Plaza & Janés /

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Esto de Captura de Pantalla 2019-09-10 a la(s) 15.44.07planear las lecturas no se me da mucho. En cuanto terminé de leer el Sistema Solar (2001), sin pensarlo, ya estaba leyendo La Conexión Cósmica. Una perspectiva Extraterrestre (1973). Tenía mucho tiempo que no devoraba un libro. Me tardé poco menos de dos semanas en concluir 400 cuartillas. Supongo, entonces, que algo tiene Carl Sagan para que me produzca tal fascinación su literatura científica.

El libro, como casi todos los libros de Sagan, narra la expectación de vida inteligente fuera de nuestro planeta. Si bien explica matemáticamente la remota posibilidad de que fuera cierto, también es factible, ante el infinito número de galaxias y aún el más infinito número de estrellas, que la vida no sólo sea una casualidad en la tercera roca del Sol.

Si bien muchas especies de organismos han desaparecido durante la historia de la evolución terrestre, también es cierto que el secreto de la evolución es el tiempo y la muerte. Nosotros, la especie humana, somos el producto de cinco mil millones de años de desarrollo biológico lento, fortuito y no hay razón alguna para pensar que hemos llegado al clímax. El hombre es un animal en periodo de transición. La cosa es saber en qué parte de la evolución se encuentra la galaxia. En caso de que la evolución fuera medible.

Ante la esperanza, la imaginación y el vasto conocimiento sobre biología, matemáticas, química y física, Sagan se resiste a la idea de que somos los más fuertes y que, por eso, estamos solos. Por allá, en los años setenta, convenció a la NASA y a otras instituciones internacionales para enviar el Pioner 10 al infinito. Esta nave es una sonda espacial tan bien diseñada, que fue la primera en atravesar el cinturón de asteroides que divide a los planetas interiores de los jovianos —llamados así porque están compuestos de gas—. Esta sonda se le considera el objeto con más durabilidad que el hombre ha creado jamás en la historia conocida. Está compuesto de aluminio y oro y, como dato mega curioso, logró atravesar Júpiter sin problema alguno, brindando las imágenes más poderosas y claras que se tienen hasta el momento para goce e investigación de los interesados.

Este artefacto, que yace perfectamente descrito en el libro, tiene una misión importante; no es recabar información, al contrario, es llevar información al espacio exterior. El Pioner 10 tiene una placa en su interior con el grabado de dos figuras humanas; una corresponde a un hombre y la otra a una mujer. También un haz de líneas que parten radialmente del mismo punto. Cabe decir que ese punto es el planeta Tierra y las líneas indican la dirección en nuestro sistema galáctico, así como el sistema de numeración binario, con ese mismo sistema, se encuentra interpretada una molécula de hidrógeno, el elemento más común en el Universo.

En la actualidad, el Pioner 10 está a 12 mil millones de kilómetros y se dirige hacia la estrella Aldebarán, en la constelación taurina. Llegará dentro de un millón 690 mil años. Inimaginable, ¿no? ¿Existirá aún la humanidad para ese entonces?

Leer a Sagan es toda una experiencia poética. Sólo él puede hacer esa narrativa del lenguaje frío que es la ciencia y el lenguaje cálido que son las metáforas de luz que, además, sabe utilizar con bastante pericia. Creo, sin miedo a equivocarme, que es el mejor divulgador científico en temas intergalácticos. —Hasta Kubrik solicitó de su asesoría para llevar a cabo el guión de 2001: Una Odisea del Espacio—. Gracias a él, a Sagan, todos nos sabemos polvo de estrellas, materia celeste, trozos de cometa, gas multicolor de alguna súpernova en decadencia.

Este astrónomo, de ascendencia ucraniana y de carácter neoyorkino, decía que lo más probable es que los seres extraterrestres no se parezcan en absoluto a cualquier organismo que a nosotros nos resulte familiares. Los extraterrestres serán el producto de miles de millones de años de evolución biológica independiente, evolución lenta y, que, en cada uno de los pasos se habrá dado una serie de pequeños accidentes de mutación. Así como nos pasó a nosotros. Mutar significa recombinar.

Lo que más llamó mi atención de la lectura —lo confieso— fue la placa del Pioner 10. Es un mensaje único en su clase que no sólo dice algo para quienes están allá afuera y hablan el idioma del Universo; la ciencia. Es un mensaje también para nosotros mismos. ¿Quiénes somos? A veces creemos saberlo, pero es una pregunta en extremo compleja y, si de por si es perturbador responderla de manera individual, hacerlo de forma colectiva es todo un reto.

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Para muchos afortunados que les tocó vivir ese momento en que la placa estaba siendo elaborada, mandaron sus opiniones a Sagan. Hubo de todo; desde por qué Dios no está considerado en la inscripción. Que por qué la mujer es rubia —cuando en realidad tiene rasgos asiáticos—, que por qué el hombre es negro. Por qué  hacen la señal de hola. Por qué no están tomados de la mano. Por qué la mujer está un paso atrás del hombre. Por qué los genitales no están claros y lo opuesto, por qué están desnudos.

¿Quiénes somos como humanidad? ¿Cómo queremos que nos vean allá afuera? ¿Nos sabemos ver, aquí, adentro? Sagan ganó algunos haters, pero también muchos fans por su alocada idea que hace resonar la pregunta no sólo desde lo cósmico, toca disciplinas antropológicas, sociales, psicológicas, morales, estéticas y hasta filosóficas.

De niña buscaba junto con mis hermanas OVNIS, vi muchos, sobre todo en Atlixco, Puebla, donde mi familia y yo vivimos algunos años. Atlixco está lleno de leyendas como las brujas voladoras, pero al mismo tiempo es un pueblito al que le gusta la ciencia ficción, pues hay tours para vislumbrar objetos voladores no identificados. Ahí experimenté el eclipse total de Sol de 1991. Estaba en casa, y vi como mi amapolita silvestre, puesta en un vaso de cristal, recogía sus corolas para ponerse a dormir. Vi las parvadas de cola larga ir hacia sus nidos para acomodarse y hacerse a la noche. Escuché el silencio y me enamoré de él. El asombro duró siete minutos. No cabía de la emoción al ver en el cielo una gran sombra circular anunciarse completa como una sola deidad. Eran el Sol y la Luna en la alineación más perfecta y repetible sólo cada 200 años.

En cuanto a los OVNIS, «cazamos» muchos, la mayoría de dudosa procedencia, pero la expectación, el deseo y la emoción de sólo imaginar que no estamos solos, es suficiente para mirar hacia las estrellas y sé, de acuerdo con la teoría de la relatividad, que no hay la menor perspectiva de viajar a la velocidad de la luz, aún así nos atrevimos a mandar mensajes para aquellos que quizá ya lo lograron. Sería genial recibir una sonda con una plaquita que dijera 01101000 01101111 01101100 01100001 00100000 01101000 01110101 01101101 01100001 01101110 01101111 —»Hola, humanos» en binario—.

Debo regresar a mis deberes, a mis lecturas académicas, a mis clases de narrativa. Debo leer más lento porque estaré más cansada. Sin embargo, mientras vivo y me construyo como una persona que quiere dejar su huella en el mundo, me queda esperar. Nos queda esperar a todos. Pero hay esperas que son maravillosas.

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