La Gran Belleza

La condición humana en toda su complejidad

Ricardo Peter / Ensayo / Editorial UAP/

Nunca imaCaptura de Pantalla 2020-01-07 a la(s) 0.22.34giné empezar la lectura de un libro en un Ministerio Público, un 30 de enero y en horario Pasado Meridiano. Desde mi juventud, mi mente vitalista se ha creado la idea de que los libros son los que eligen a su lector y no viceversa. Y en este caso, mientras solicitaba justicia en una sala de espera de una instancia pública, fue La Gran Belleza (2016), del filósofo poblano Ricardo Peter, quien me acompañó en el proceso.

Metida en un espacio de luz blanca, con asientos metálicos sostenidos por cubetas, plantas altas a punto del último suspiro y policías adictos al cigarro, me di el permiso de sacar el libro de mi bolso y empezar mi ritual de lectura. Luis y el abogado hablaban en voz baja cosas respecto al acto de molestia que se nos presentó con unos vecinos al solicitarles que moderaran el volumen de su constante, repetitiva, repetitiva y repetitiva música.

Ahí estaba yo, con mi cuerpo atento a todo lo que sucedía a mi alrededor, pero con mi mente intrigada sobre la compleja premisa que el autor de este libro plantea majestuosamente: ¿Qué cosas encuentras feas? ¡Vaya pregunta tan adecuada para mí en ese momento! ¿Qué cosas encuentro feas? Encuentro feo estar aquí, en un MP, encuentro feo que me pidan que sea yo la tolerante ante el permanente ruido, encuentro feo que al alzar la voz para solicitar un poco de silencio, sólo reciba escupitajos y violencia.

Respiré hondo, inspeccioné mi realidad nuevamente y me cercioré de que Luis estuviera en el mismo lugar que yo, pues no es de extrañar que ante su bendita buena suerte lo hubiera abducido un OVNI. Seguí con la lectura. Capítulo 1. La presunción de la filosofía. ¿Qué encontré ahí? Además de las diversas conceptualizaciones que la filosofía ha tenido desde el griego arcaico a nuestros días, el autor menciona que este conjunto de razonamientos sensibles es la encargada de darle un sentido a la estética, y qué es la estética sino esa cosa moral que define lo que es bello, feo, verdadero, bueno o malo y que incluso asciende a la impartición de justicia.

Desde los griegos, dice Peter, tenemos la idea de que la belleza va de la mano con la bondad, con lo correcto, lo limpio y, por tanto, lo feo es definido simplemente como la carencia de gracia. Pero, insiste el autor, la belleza, quien sucumbe ante las exigencias de la belleza, en realidad sucumbe al valor cultural de la belleza, nunca a la belleza misma.

Podemos hacer rápidamente un recorrido por la historia del hombre y encontraremos que el tema de la belleza siempre ha estado presente en cuasi todos los ámbitos que nos interesan desde que andamos erguidos. Ante esa ansia de perfección, existe un documento llamado Papiro de Ebers (3000 al 1000 a.C), donde quedó registrada la gran atracción que ejerce el asunto de la belleza con más de 800 párrafos, 700 recetas y fórmulas mágicas, limitándose ya, desde ese entonces, a la silueta, a la imagen, a la apariencia, a la figura física. ¿Esto que nos enseña? Ricardo Peter asegura que dos cosas: uno, que queremos reparar el trabajo de la naturaleza y, dos; queremos renovarla y superarla.

Miro a mi alrededor, Luis sigue hablando con el abogado. De la camioneta que logro ver desde detrás de los cristales bajan y hacen entrar a una pareja de adultos mayores. Las policías son amables. Me atrapé viéndolas, de arriba a abajo. Busqué las placas en sus uniformes para saber sus apellidos. Estaban muy maquilladas, con un chaleco antibalas y una pistola al borde de la cintura. Una de ellas, la más joven, de unos treinta años, traía un celular con carcasa de Hello Kitty y las uñas pintadas con puntitos rojinegros. ¿Eso es bello o no es bello? ¿Cómo encontrar belleza en un lugar que está diseñado para la incomodidad?

La pareja que venía en la camioneta se sienta en frente mío. La señora intenta arreglar su cabello que de por sí está hecho un nudo grueso y canoso. El hombre, de ojos claros y de mirada alcohólica mantiene cierto orgullo, pero la pobreza es notoria y lo delata. En ese momento me di cuenta de que criticaba todo a mi alrededor sobre el básico juicio de si me resultaba feo o bonito lo que veía. Todo me parecía feo. Hasta las plantas. Pero supe, aún en mis limitaciones filosóficas, que mis sentidos eran intervenidos por la cultura.

Sin duda, la preocupación por el aspecto físico acaba con el pensamiento de la mente y para Ricardo Peter esto conlleva a la fealdad. Para este pensador, que además le hacía a la terapia, pues lamentablemente falleció el pasado 2018, dice que la fealdad no tiene relación alguna con nuestro convencionalismo sobre lo feo. Para él, la auténtica fealdad radica en cuatro estadios.

El primero es el físico, sí, pero no desde la deformidad o asimetría corporal, sino desde la pérdida de límites o el exceso de control sobre la apariencia física. Para ello, ejemplifica con la anorexia y expone el increíble caso de una sobreviviente de esta enfermedad llamada Maya Hornbacher, quien cita que pasar hambre es lo femenino de la actualidad, como sucedía con los desmayos en la era victoriana.

El segundo estadio es la fealdad psiquiátrica. Se refiere a la incomprensión de la locura, a la negación social de que todos los seres humanos somos bifrontales y que por nuestra naturaleza cargamos con un ser incurable, pues todos tenemos algo de censurable que guardamos celosamente para nunca tener la necesidad de mostrarlo. Para ello, ejemplifica y reivindica al maravilloso Don Quijote, cuya locura no tenía que ver con una posesión demoniaca, sino con algo más natural; una crisis de falta de sentido. ¿Quién no ha pasado por ahí?

El tercer estadio es nada más y nada menos que la fealdad emocional y lo explica con el famoso libro de Antoine de Saint Exupéry, El principito (1943). Para Ricardo Peter, la fealdad emocional radica en el fracaso afectivo y por ello todo ese embrollo tóxico en el que caemos para sabotear nuestras relaciones. Y este autor francés fue un claro ejemplo de falta de conocimiento de sus emociones, pues lo que más hizo al decir que amaba a su esposa Consuelo, era alejarla, ofenderla y luego, idolatrarla una vez que la sentía perdida. ¿No son así muchas canciones del folclore mexicano?

Y por último, está el estadio donde yace la fealdad espiritual, que se relaciona con el miedo a ser humanos, y por ello queremos el control de todo y nos hacemos personas neuróticas, con trastornos obsesivos, pues buscamos la perfección en todos nuestros quehaceres. Para el autor, este estadio es el que más afecta, ya que el neurótico quiere ser como Dios y Dios, desde la perfección, no existe.

Nos tocó el turno de ser atendidos. Entregamos una larga y descriptiva explicación de los hechos con las pruebas pertinentes. Nos citaron para luego, fecha que aún no llega y me tiene algo inquieta. De la mano de Luis, les dije adiós a la pareja de adultos mayores que esperaban ser atendidos y que, por su edad y, según los derechos y obligaciones de todos quienes asisten a un MP y que yacen escritos en un gigante póster pegado en la pared, las personas de más de 60 tienen el derecho de pasar primero, pero no fue así. Se quedaron a la espera en ese lugar de carácter hostil, diseñado para que uno salga y se sienta feo.

Este libro y esta experiencia me hicieron entender un poco donde está la otra belleza. En efecto, no está en lo visible, está en lo perceptible. Descubrí la belleza de que Luis y yo somos un gran equipo, que nos hablamos con respeto sin importar el lugar, el momento o el estrés. Agradecí la belleza de las palabras para explicar lo que pienso o siento y la sensibilidad de poder transmitirlo a otros.

A causa de un condicionamiento social dejamos de ser lo que somos para ser lo que parecemos. Basta de idealizar a la belleza como perfección. Salgamos de ese estado hipnótico que nos vuelve insensibles a las reales formas del ser humano.

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