El Fin del Mundo y un Despiadado País de las Maravillas

xocany y el fin del mundo

Haruki Murakami / Narrativa / Editorial TUSQUETS /

Desde que los gringous acapararon el fin del mundo en sus películas y libros de ficción, en nuestro imaginario personal estos espacios postapocalípticos se presentan caóticos, llenos de muerte y hambruna. La ciudades se manifiestan derruidas a los ojos del espectador y los bosques anulados o bien como una alternativa de sobrevivencia. El cielo se visualiza con explosiones solares y la humanidad se concentra en pequeñas tribus que, además, pese a la carencia de recursos, pero sí con una extraña dotación de armamento de última tecnología, cada integrante de la pequeña manada viste súper cool. Quisiera saber dónde venden esa ropita estilo el fin del mundo para comprarme un par de pantalones y sacar a mi perra a pasear al parque.

En medio de esta pandemia que parece no cesar con todo y que ya hay vacunas, muchos de nosotros hemos logrado permanecer lo más estoicos posible a través de nuestra fuerza o nuestra vulnerabilidad. Como nos lo ha enseñado la historia, esto también pasará y lo superaremos como todos los fines del mundo anteriores que hemos superado. Somos una especie adaptable y creativa, mientras tanto, seguimos aquí, al pie de lucha.

De lo que me mantiene cuerda y con las emociones un poco controladas es la lectura. Sí, la lectura como un consuelo ante el fin del mundo a pesar de que ingenuamente creo que soy inmortal. Mi práctica literaria mermó este 2020 por tantas cosas que tuve que aprender para mantenerme a flote al ser parte del sistema educativo. Las clases en línea son muy demandantes tanto para los alumnos como para los docentes. Pero ese no es el tema, lo comento sólo como un factor que no me permitió leer a mis anchas, sin embargo, no ha sido impedimento para darme esos momentos tan vitales en mi existencia.

Al terminar El mundo y sus demonios (1995) de Carl Sagan y siguiendo con la palabra “mundo”, busqué algo que hiciera tono con lo de hoy que ha sido también lo de ayer y será lo de mañana; pandemia, virus, muerte, contagios, sobrepoblación, ignorancia, injusticia, estrés, depresión, desempleo, miedo, distancia, tecnología, pobreza, marginación y sus contrapartes, así que a mi memoria vino el nombre de Murakami, pues tenía un libro pendiente llamado El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas.

Es un libro de poco más de seiscientas páginas, algo que simbolizo como buena señal, porque Murakami, autor que amo y odio al mismo tiempo, no me gusta leerlo en novelas cortas. Si me preguntan de qué se trata Tokio Blues (1987), Sptunik, mi amor (1999) u Hombres sin mujeres (2014) no me acuerdo. Sé que alguno de los personaje anduvo en Grecia y es todo. Ah, pero qué tal sus novelas largas, esas sí que me encantan, como IQ84 I y II y Crónica del Pájaro que da cuerda al mundo (1994) me recuerdo perfecto de qué van. En cuanto al ensayo De qué hablo cuando hablo de escribir (2015) sí me gustó, pero esto no cuenta como ficción.

Pues bien, ya con mi libro interminable y con un título sugerente me aventuro a la primera página. Uno se encuentra con un hombre en un elevador en la historia inicial y un hombre sin sombra en la historia paralela. El del elevador habita en el país de las maravillas que es un Japón musical y futurista y el hombre sin sombra pasa sus días en el fin del mundo. Las historias se van intercalando, haciéndose imposibles una de la otra hasta que, milagrosamente Murakami las conecta y todo toma sentido.

Me costó trabajo entrar a la narrativa, quizá por mi idea preconcebida de los fines del mundo que he visto en la tele y mis propias tendencias autodestructivas. Olvidaba que Murakami es un escritor que planea muy bien sus giros y que se la da perfecto pensar fuera de la caja. Esta obra no fue la excepción.

El fin del mundo de Murakami es un lugar ordenado, limpio, tranquilo, la gente es amable, sabe leer el cielo, trabaja, va a sus casas con sus familias, toman té y sus habitantes se hablan con respeto y disfrutan de las bibliotecas. ¿Dónde quedó el caos que esperaba? ¿Podría ser así un fin del mundo? Luego una ya entrada en sus emociones se pregunta por qué, por qué el fin del mundo de este autor que me resulta casi extraterrestre es así, ¿qué hace que su fin del mundo sea tan amable? Ahí está la cosa, todos esos seres que habitan en ese final, no tienen sombra, tampoco tienen corazón, por lo que carecen de emociones egoístas y no contradictorias. ¿Será?

Respecto al país de las maravillas, es un mundo normal, tiene taxis, ruido, alcantarillas, bares y tiempo. Esa ciudad representa todas las ciudades con su movimiento y podredumbre, donde debajo de sus calles principales y de sus tubos de agua habitan monstruos que se alimentan de la porquería que generan los ciudadanos, ajenos e ignorantes al peligro constante que yace bajo sus pies. Pero hay un científico loco que lo sabe todo, sí, un científico de pelos alborotados que tiene un escondido laboratorio en las grutas profundas de un Japón consumista que, junto con su sobrina gorda, busca la salvación de lo insalvable a través de la tecnología.

Es una historia rara, algo cursi a mi parecer. Hay unicornios y bestias de ojos azules. Guardianes y coroneles que cavan hoyos de nieve por el simple hecho de querer cavar hoyos. Hay bibliotecarias con dilatación estomacal y mucha música norteamericana propia del gusto del autor. Recuerdo que alguna vez, en mis primeros años escritoriles redacté un cuento sobre una sombra que llegaba a un hospital y se instalaba en una sala de espera. Tanto médicos como pacientes se preguntaban por qué estaba esa sombra ahí. Mi historia transcurre con una serie de peripecias para hacer ver que dos médicos se enamoran. La sombra sigue día y noche, incluso le gusta platicar con las enfermeras de guardia y juguetear un poco con los niños, hasta que un día, la sombra decide que es momento de ir por su cuerpo. ¿Y quién es el cuerpo? Ha, pues ya no me acuerdo. Deseché el cuento por considerarlo ridículo.

¿Por qué comento esto? Porque Murakami sí logra que funcionen esos elementos que parecen aislados. Si bien no lo sentí forzado, la historia en su rareza es muy entretenida. Vi en algunas críticas en Internet que la catalogaron como kafkiana, yo pienso que fue un ejercicio de experimentación que logró convertirse en un libro. Lo que sí, es que es una combinación de géneros que van desde el cyberpunk, novela negra, relato fantástico y reflexión moral. Ahora bien, cabe decir que esta novelita se escribió en 1985 en su idioma original y fue hasta el 2009 que se tradujo al español. Quizá vale mucho toda esta mezcla de géneros justo por el año en que fue escrita, un año de hartas crisis económicas y una búsqueda de sentido que se tornó mundial ante un mundo capitalista cada vez más explotador que se instaló en todos los rincones del planeta.

Algo que noté como seguidora de Murakami es que este protagonista no tiene nombre, incluso pensé en poner esta cualidad que conserva el autor en varios de sus personajes en un anteproyecto para aventurarme a una especialidad en literatura en la UAM, pero creo que no sirvo para eso de la investigación seria y tesística. No logro entender cómo buscar/encontrar un problema.

Además de la falta de nombre del héroe, es ya visible para mí la firma del autor en sus ocurrentes símbolos que noto en sus novelas infinitas; los mundos paralelos que se juntan con cadencia y apenas notoriamente, la luna, siempre está en las historias como un testigo, los pozos donde suele el protagonista internarse para reflexionar, Rusia como un suceso que considera importante no dejar en el olvido, la música en un taxi y jovencitas de 17 años que fungen como un tipo de conciencia.

¿Qué sabrá Murakami sobre el fin del mundo? ¿Por qué lo describe así, como un lugar seguro? Cuando el protagonista rescata a su sombra para salir del fin del mundo y regresar al despiadado país de las maravillas a donde se supone que pertenece, justo enfrente del río que le dará la libertad, se disculpa con su sombra y se retracta. Se quedará ahí, atrapado en esa utopía, viendo cavar hoyos por el solo hecho de poder hacerlo en compañía de su alguien, en un lugar sin tiempo, pero con memoria.

Yo también quiero instalarme en ese fin del mundo en compañía de mi alguien. Incluso puedo olvidarme de los pantalones de última tendencia que quería comprar en la tienda del fin del mundo. ¿Qué pensará Murakami hoy, a sus 71 años, sobre este fin social que se anuncia a todas horas en los noticieros? Quizá está tan entregado en su siguiente novela y tan alejado de todo que no se ha dado cuenta que un virus amenaza la existencia humana.

Nota: Este proemio contiene 15 fines del mundo.

4 comentarios sobre “El Fin del Mundo y un Despiadado País de las Maravillas

Deja un comentario