Apología para la mujer que escribe

ApologiaJenny Diski / Narrativa / Editorial CIRCE / 

¿Una mujer de letras y soltera? ¿Qué pensará la gente? Fue la pregunta que la ordinaria Jeanne le hizo a su hija cuando le comunicó que no le buscara marido como lo hizo con sus hermanas, pues consideraba al matrimonio un lastre que le impediría una vida dedicada al estudio.

Marie le Jars de Gournay es una de las precursoras del feminismo como lo fue también Christine de Pizan un par de siglos antes. Desde muy temprana edad, sus escritos manifiestan la igualdad de género, así como defender las capacidades intelectuales de la mujer. Hablaba en sus ensayos sobre el libre albedrío en cuanto a que nadie merece ser condenado a una vida de obediencia sólo por su naturaleza, donde las desventajas se presentaban mayormente al “sexo débil”. Yo me pregunto si los hombres realmente entienden esta invalidez histórica en la que hemos estado sumidas las mujeres de todo el mundo, ¿podrían ponerse tantito en nuestros zapatos?

Damoiselle de G vivió ocho décadas, una cantidad increíble considerando que sus días transcurrieron a finales del siglo XVI y principios del XVII en Francia, donde el promedio de mortandad andaba entre los 58 a 60 años. En vida fue muy criticada por su temática libertaria y el aferrarse a una voz narrativa que sobresalía por la ironía y el sarcasmo, “cualidades” que molestaban sobremanera a la esfera cultural del París renacentista.

Descubrí a este personaje en libros de historia no oficial, o sea, en biografías y novelas hechas por mujeres que buscan sacar de las sombras todos esos nombres femeninos que no fueron valorados y que, aún frente a esa desvalorización, siguieron defendiendo sus ideas pese a todo. Algunas de esas mujeres tuvieron la suerte de morir entradas en años, a diferencia de muchas otras que la justicia — hecha por hombres— las envió a la hoguera, a la tortura y al olvido.

De Marie de Gournay se sabe poco en realidad, casi todas las fuentes dicen lo mismo, por eso cuando vi el libro Apología para una mujer que escribe de Jenny Diski en la librería El Péndulo no dudé en comprarlo. Esta novela me esperó en el librero poquito más de cinco años. De repente se me escapó de la memoria y se perdió entre los tantos títulos pendientes. Pero un día, casi como una epifanía, justo al despertar, llegó a mi mente la portada y el título. Más que pensar en café y darle de desayunar a la gata que no paraba de maullar, fui directo a los estantes y empecé a buscarlo con la desesperación en mis entrañas y en mis dedos. Me llevó seis días leer 286 cuartillas.  

Ahí estaba, había sobrevivido a mudanzas e inundaciones. Al hojearlo, torcí la boca al redescubrir que sus hojas eran de papel bond blanco. No me gusta ese formato, pero dejé de lado mis vanidades y gustosa empecé el primer capítulo. Qué maravilloso es cuando hay tiempo de lectura. Aunque bueno, uno como lector siempre se hace tiempo para leer, pero cuando hay tiempo-tiempo, se agradece infinitamente a los dioses. Eran vacaciones de fin de año, así que sin más, aún en pijama me subía a la azotea solitaria con mi tacita de café, una mandarina, una bolsita de bombones cubiertos de chocolate, un sombrero de tela y una pluma para ponerme a leer encima del mundo, mientras disfrutaba de un sol que lo toca todo. Ahora que ya no son vacaciones, espero ansiosa los sábados por la mañana para irme a leer a la azotea solitaria y calurosa.

Jenny Diski es una de esas autoras que ha escrito y publicado mucho pero no se le conoce fuera de su país, Inglaterra. Para empezar, ya se imaginarán mi sorpresa cuando me entero que al ser una chica problema, allá por los años sesenta y ser víctima de una familia en exceso disfuncional, fue acogida por la mismísima Doris Lessing, quien le enseñó el maravilloso arte de la literatura.

La historia tiene datos reales, pero mucho de lo que ocurre en la narrativa es meramente ficcional. Lo comprobable fue tomado de la única biografía publicada llamada A Daughter of the Renaissance de Marjorie Ilsley, una académica norteamericana que murió antes de que su libro saliera a la luz en 1963. Esta biografía tiene como principal objetivo rescatar a la demoiselle  de la difamación a la que la ha sometido la historia y de la cual Disik da continuidad para ponerla en alto.

La novela arranca en la agonía de Marie a sus casi ochenta años. Está muriendo y a nadie le importa, más que a su fiel sirvienta Jamyn, que la ha acompañado por más de cuarenta años. De apoco, nos vamos a su pasado, cuando era una jovencita proveniente de una familia de renombre e intelecto que, por causa de las guerras religiosas entre católicos y protestantes, se quedaron sin recursos, huérfanos de padre y con una madre al borde de la histeria.

Sin ningún destino envidiable, Marie se crió en Picardía, un poblado no muy lejos de París. Su madre, sus hermanas y hermanos se hicieron a la vida de campo tratando de mantener el poco abolengo del que aún eran dueños, pero Marie, tan hija de su padre más que de su madre, salió curiosa, por lo que se agenció la biblioteca del petit château y de la que no la hacían salir ni en cumpleaños o navidades.

Creció entre libros. Se convirtió en una estudiante autodidacta, aprendió griego y latín sin más ayuda que su voluntad de acero, se hizo experta en física, geometría, literatura francesa e historia, además de que conocía a profundidad todo sobre Plutarco y Séneca. Su madre, por supuesto, no cabía de la preocupación, pues si bien Marie no tenía belleza y era poco graciosa en sus movimientos, encima quería dedicarse a ser una mujer de letras. ¿Cómo lo lograría sin los contactos adecuados? Desde que la escritura existe, se sabe que un escritor se gana la vida haciendo las amistades correctas.

Una de las razones por las cuales Marie se hizo conocida fue por ser la fille d´alliance de Monsieur de Montaigne. Si bien el ensayista estaba impactado por la sapiencia y sensibilidad de su hija intelectual, aprovechó cada neurona de la joven para perfeccionar sus textos, pero también fue cierto que Montaigne en su arrogancia como pensador reconocido nunca le correspondió de igual manera a Marie, que incluso lo cuidó en la enfermedad al no lograr llegar a su palacio en Burdeos donde lo esperaba su mujer y su hija. El filósofo moderno permaneció en Picardía algunos meses dejándose mimar. Muchas fueron las veces en que la joven le pidió su favor para que revisara su novela y sus poesías, pero este hombre de casi sesenta años y con el mal de piedra haciéndole la vida miserable no pudo perdonarle a Marie su falta de belleza por lo que no, nunca le dio ni una hora de su tiempo al trabajo de Marie.

Belleza, un tema del que todas las mujeres sabemos algo, ya sea porque nos sobre o porque nos falte. Marie no era la excepción, el cómo lucía era parte de sus relaciones interpersonales, pero nunca le preocupó del todo su falta de gracia, ella creía —ingenuamente— que su inteligencia era más poderosa que cualquier estética física.

Se le describe como flaca y larguirucha, angulosa de rostro, con una barbilla estrecha y puntiaguda con unos ojos negros y redondos demasiado saltones que contrarrestaban con una boca pequeña de labios delgados y apretados que ni con un buen juego de luces y sombras lograban suavizar su estructura. Belleza, tema del que todas las mujeres sabemos algo, pues con esa vara hemos sido medidas al menos una vez en la vida. Cuando Montaigne se enteró de que una joven autodidacta conocía su obra a profundidad, no dudó en presentarse, pero el sorprendido fue él. Marie era fea.

Marie buscaba en este pensador un mentor, un guía, un maestro, un compañero intelectual. Montaigne sólo le dio esperanzas, nunca fue nada parecido. Solamente en una ocasión, en su lecho de muerte, reconoció su enorme falta. Sin embargo, Marie se mantuvo firme, una vez muerto el hombre admirado, se dio a la tarea de recorregir su obra y publicarla las veces que fuera necesaria para que el apellido Montaigne permaneciera vigente. Sin embargo, libre de su padre intelectual, ella se permitió el tiempo y el permiso para expresarse a sí misma a través de las letras.  

Al  lograr independizarse de la casa materna y vivir sola en una apartamento en París, fue ridiculizada tantas veces que ella misma y su criada Nicole perdieron la cuenta. Se rumoraba que, pese su virginidad empolvada, era su femme de ménage quién la satisfacía por las noches. Nada está confirmado, si acaso algunas páginas en el diario de Jamyn, quien no era una criada cualquiera, sabía leer y escribir e incluso tenía mejor gusto intelectual que la propia Marie. Pero Marie en su laboratorio de alquimia nunca se enteró que la mujer silenciosa que le servía la mesa durante el día y le destendía la cama en las noches estaba lejos de la ignorancia.

En la novela Marie es una persona poco agradable, es intensamente pasional al grado de llevar las emociones al máximo provocando miedo a sus acompañantes, tiene mal gusto para vestir y su apariencia cae mal a la primera. Su talento es dudable, mas no su inteligencia. Se cree que sus textos son burdos y no gozan de un lenguaje limpio, sin embargo, eso no la detuvo, Marie siguió con su literatura, al grado de haber dejado al mundo las obras Tratado de Igualdad de los hombres y las mujeres (1622), Agravio de damas (1626), Apología de la que escribe  (1626) y La vida de la doncella de Gournay (1616), entre otras.

La damoiselle de G se hizo sola, solita. Aceptó que ser una solterona intelectual no le sería fácil y no se doblegó ante una sociedad hostil y burlona que aprovechaba cualquier oportunidad para reírse de ella, incluso le gastaron bromas crueles como mandarle cartas alabando su obra firmadas por el mismo Enrique IV. Ella supo creer en sí misma como nadie más. No tuvo mentor, ni guía, ni dinero, ni favores, solo se tuvo a sí misma y fue suficiente.

¿Cuál hubiera sido la historia de Marie si además de inteligente hubiera gozado de belleza? Seguramente Monsieur de Montaigne le habría dado privilegios propios de una doncella graciosa y apreciable a la vista. Pero la historia no fue así, Marie no era bella y nunca intentó serlo. Era una sapiosexual que vivía para leer y escribir. Buscaba esperanzada un compañero intelectual, pero nadie tocó a su puerta, si acaso Nicole, que nunca se animó a revelarle que, pese a no tener un linaje del cual enorgullecerse, su padre la educó lo mejor que pudo en historia, ciencias y literatura.

Mientras leía y avanzaba las páginas me preguntaba qué significa la palabra APOLOGÍA, fue hasta que terminé el texto que busqué en el diccionario. Apología: Discurso en el que se alaba, defiende o justifica a alguien. —¡Bien puesto el título, Disik! —me dije, pues esta apología no sólo es para Marie le Jars de Gournay, sino para todas esas mujeres que escriben y con o sin belleza, con o sin mentores, siguen adelante, escribiendo ellas mismas sus propias historias.

Cuatrocientos años después Marie le Jars empieza a tener el reconocimiento merecido. Aún faltan mujeres por nombrar. Algunas serán bellas, otras no tanto, habrá incluso quienes nos caigan mal por su sangre pesada o su falta de habilidades sociales, pero eso no es lo que importa, sino su trabajo, su huella para estar en el mundo y abrir paso a las que siguen.

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