El Medio es el Masaje. Un inventario de efectos

El medio es el masajeMarshall McLuhan / Quentin Fiore / Editorial Paidós /

Soy comunicóloga de profesión, una carrera con mucha diversidad en sus materias, pues como se sabe, la comunicación se relaciona con medios, contenidos y audiencias. Me he dedicado a la comunicación escrita. Me desenvuelvo como correctora de estilo, redactora, genero contenidos para diversas plataformas y hasta sé como hacer una revista médica con todo y la COFEPRIS respirándote en el cuello.

Pero lo que verdaderamente me trae aquí, a este proemio, es que desde la pandemia he explorado más de cerca la comunicación. Cabe decir que soy docente a nivel licenciatura y en mi quehacer, que lleva siempre un aprendizaje continuo, me he comunicado efectivamente y no tan efectivamente con mis alumnos, desde ahí uno se da cuenta que todo está en un cambio constante y asombroso. Un ejemplo son los grupos de estudiantes, de un ciclo a otro se perciben cambios enormes, tienen en común la juventud, pero sus formas comunicativas, sus intereses, la forma en la que aprenden y procesan la información en conocimiento tiene poco que ver con sus compañeros que van un curso atrás o adelante. Los cambios son más veloces o bien, uno es más lento.

Doy la materia de Comunicación en un par de universidades con diferentes perfiles y con diferentes enfoques. Digamos que para muchos es una materia obligada, de relleno, una materia que subestiman porque creen que no se relaciona con su quehacer profesional, nada más equivocado. Comunicar es como respirar y aunque todos respiramos automáticamente, hay técnicas para lograrlo de manera consciente y hacer que el cuerpo sea más feliz. Lo mismo pasa con la comunicación, con práctica se pueden mejorar las habilidades comunicativas y convertirse en un súper comunicador.

La comunicación es todo, desde el cuerpo y su vestimenta, su postura, los colores, los silencios, los objetos, el ambiente, el contexto, la voz, la época, las palabras. Absolutamente todo es comunicación. Y no, no me pondré a dar una clase, a estas alturas confieso que domino ciertos temas respecto a la materia, pero no dejo de ser una aprendiz que está en búsqueda y transformación constante.

Hace unas semanas me di a la tarea de releer algunas teorías comunicativas para actualizarme y me encontré a un autor que ya es parte de mis cinco favoritos; el primero es el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan, le sigue el neurólogo y también divulgador Oliver Sacks, el tercero es el periodista y escritor Álex Grijelmo, el cuarto es el escritor y promotor de la lectura Alberto Manguel y ahora, en este quinto estante, el comunicólogo Marshall McLuhan. ¿Quién es este señor?

Marshall fue un filósofo, pensador y profesor canadiense. Impartía literatura inglesa en la Universidad de Saint Louis, hacía crítica literaria y de paso desarrollaba teorías de comunicación y si bien lo consideraban un hippie por su metodología poco convencional, McLuhan dejaba sus ideas plasmadas como esporas en el viento, visibles para quien tuviera los ojos abiertos y sensibles. Y es que pese a su falta de aterrizaje, este hombre que nace en 1911 fue un visionario con respecto a la comunicación del siglo XXI.

Siempre he pensado que un comunicólogo debe estar interesado no solo en los medios o en el discurso, sino en la historia de la humanidad que se escribe todos los días. Si nos conformamos con un panorama general de cómo se dio el proceso comunicativo y sus prolongaciones, es poco probable que nos hagamos las preguntas correctas. Pensamos que estar actualizado es saber lo que está pasando en el presente, pero si desconocemos de dónde proviene ese presente, las respuestas son básicas, ordinarias, una simulación que pretende mostrar que sabemos lo que no sabemos y caemos en un discurso repetitivo que esteriliza nuestra fuerza creadora y participativa hacia una sociedad más integrada.

Lo que más me asombra de la comunicación es su relación con los sentidos y los sentidos con la historia de nuestra historia. Por ejemplo, durante 26 mil años vivimos en una aldea analfabeta, sólo se contaba con la palabra oral como medio de comunicación. Esa palabra hablada estimulaba el oído antes que a la vista, nuestro mundo era meramente acústico. Las canciones eran el pase para que la memoria no olvidara. Si no me crees, recuerda cómo aprendiste las tablas de multiplicar. La Iliada y la Odisea por siglos se compartieron de manera cantada, así se aprendía y se traspasaba el mensaje. Ahora sólo se traspasa el mensaje, pero no se aprende, porque es más importante aprender la ubicación del mensaje que su contenido.

Hace apenitas 4 mil años que tenemos escritura y eso significa, entonces, que tenemos historia, lo que dio pie a la racionalidad, a visualizar el conocimiento, a plantearlo de manera lineal y hoy, en medio de toda esta vorágine tecnológica que viraliza, tenemos una fuerte cultura de la imagen. Así que aguas si me dices que no te gusta leer porque según tú eres más visual. La escritura es visual y ella empezó todo este show de comprobar el conocimiento con la vista. Déjame revisar, necesito ver, ya lo vi, son algunas frases que usamos como testimonios de que los ojos son agentes verificadores. Si no se ve, no existe. Nos sentimos más seguros cuando las cosas son visibles.

A Marshall se le deben las famosas frases “el medio es el masaje”; “somos lo que vemos”; “formamos nuestras herramientas y éstas luego nos forman”. También debemos agradecerle parte de nuestra terminología futurista como aldea global e interconexión que nos son tan familiares hoy en día. Todo es cambio y todo es comunicación y para comprender los cambios sociales y culturales es importante girar la mirada hacia los medios, no olvidemos que aunque el mensaje sea el mismo, si cambia el medio, el medio se convierte en el mensaje, un mensaje de adaptación, de revolución.

Con esta realidad que nos ha llevado a normalizar una nueva manera de comunicación, o telecomunicación, me viene a la cabeza una de las propuestas que más defendía McLuhan. Él decía que todos los medios son prolongaciones de alguna facultad humana psíquica o física. La rueda es una extensión del pie, el libro del ojo y de la memoria, la ropa una prolongación de la piel. ¿De qué prolongación estaremos hablando ante este medio virtual que es ya parte de lo cotidiano? Si algo nos ha dado la nueva normalidad fue una migración del contexto al ambiente, del aula a la sesión, del contacto a la conexión, de lo presencial a la repetición. Eso implica no sólo una adaptación a las tecnologías, hay también un cambio de sensaciones, las percepciones se reacomodan, las maneras de mostrar interés también se manifiestan desde otros lugares, estamos llenos de imagen, audio, pero no hay tactilidad, olfatividad, gusto.

Debido al acceso que tenemos de manera ilimitada a la red, que está disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año, todos nos creemos dueños de la información y por tanto de dar puntos de vista ante los eventos que cada uno de nosotros considera importante. ¿Sabías que el punto de vista surge gracias al libro impreso? Sí, la tecnología de la imprenta permitió que cada individuo con un libro, aislado en su intimidad, se separara de la masa y reflexionara sobre tal o cual tema y, a su vez, conectara con otros referentes. Antes del libro impreso no existía ese punto de vista privado, recuerda que todo era un mundo acústico y las noticias se daban en comunidad.

McLuhan desde los años cincuenta del siglo pasado nos habló de la homogeneización de las culturas, de la uniformidad de los individuos y, aunque Bauman diría que somos cada vez más islas interconectadas, somos islas igualitas que se reproducen y se repiten, se reproducen y se repiten, se reproducen y se repiten bajo los mismos paradigmas; me relaciono primero conmigo y después con los demás. Piénsalo, tu compu es personal, tu cel es personal, Netflix te pide que personalices tu perfil para mandarte las pelis que podrían gustarte, Spotify es personal. ¿Es lo mismo personal que personalización?

De ser nómadas incontrolables, viajeros curiosos y exploradores de nuevos territorios, ahora somos navegantes de un mar virtual. Internautas que se relacionan con otros internautas y gastan sus valiosas horas de existencia encorvados frente a una pantalla para interactuar con ese otro virtual a través de correos electrónicos, enviando y recibiendo archivos, dando opiniones en foros de discusión o bien, compartiendo perfiles alterados en las redes sociales.

Lejos estamos de ese ser humano primitivo, que es importante decir no era mejor ni peor, sólo era. ¿Somos el resultado de esos 30 mil años de transformación o seguiremos en la marcha del cambio hacia un futuro cada vez menos físico? Hemos logrado crear ciudades, inventar el dinero, rentar una casa, movilizarnos ya no con los pies, sino con una aplicación que pone un coche a la puerta de nuestro hogar. Ya no compartimos alrededor del fuego, ni criamos a los niños como entes que se integrarán a la sociedad. Ahora son parte de la propiedad privada. Lejos estamos de las señas y los sonidos guturales, de sorprendernos de un rayo o de la forma de un granizo, es más, como diría José Saramago, cuando vemos tantas veces una secuencia como la famosa caída de Édgar, nos reímos, nos asombra, nos divierte y repetimos para verla desde todos los ángulos, y mientras eso pasa, otros medios y otros usuarios están haciendo exactamente lo mismo. Si bien la repetición nos da la oportunidad de aprender de esa situación,  también es cierto que entre más se repita algo menos emoción causará. ¿Qué es el ser humano sin sus emociones?

La comunicación está cambiando. Nosotros estamos cambiando, nuestra escuela, la colonia en la que vivimos, la forma en como interactuamos con los cercanos y los extraños. Está cambiando también la voz interna de cada uno. El cambio es inevitable, las preguntas son, ¿hacia dónde nos está dirigiendo este cambio? ¿Hemos traspasado ya todas las fronteras posibles? ¿Qué queda después de comunicarnos a través de tantos medios? ¿Ya le pondremos atención al mensaje?

Somos migradores naturales, siempre en búsqueda de nuevos espacios y nuevos canales para hacer llegar nuestros discursos. La comunicación siempre va a estar ahí, es la fuente del todo, no la subestimemos pensando que es sólo un simple intercambio de información.

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