Elisa Corona Aguilar / Ensayo / Cifra Editorial
144.5 $MXN / 112 págs. / Feria el Gran Remate
Tiempo de lectura: 8 minutos / 1675 palabras
¿HA EXPERIMENTADO VÉRTIGO, QUERIDO LECTOR IMAGINARIO?
Se calcula que el 80% de la población mundial ha padecido, por lo menos una vez en su vida, de este trastorno vestibular. Si tenemos suerte, el episodio durará tan sólo un momento, pero si andamos en la mira de los dioses del desequilibrio puede durar horas e incluso días.
Solo en una ocasión he atestiguado en carne propia dicho padecimiento. Fue una mañana de sábado. Y como a muchos, al momento de levantarme de la cama descubro que la realidad se me ha movido, que no me puedo mantener en pie y que una pelotita extranjera gira sin sentido dentro mío. Espantada regresé a las cobijas intentando nivelar mi verticalidad, sin embargo, cualquier giro de la cabeza, por más pequeño que fuera, me sacaba de mi proxemia.
El vértigo no es una enfermedad. Se le considera un trastorno y algunos expertos lo manifiestan incluso como un síntoma de alguna patología que está buscando llamar la atención. El vértigo normalmente se diagnostica como benigno, aunque también tiene su lado oscuro. Si usted va al médico general lo referirá a un otorrinolaringólogo para que le haga algunas pruebas. Le preguntará si fuma, si ha estado bajo mucho estrés, si ha tenido episodios de vértigo antes, si recibió un golpe en la cabeza, si se ha expuesto al sol, si ha tomado algún medicamento controlado o si ha consumido alguna sustancia química de las denominadas alucinanticas. Si usted contesta que no a todo eso, procederá a meterlo en una maquinita que le generará mareos, le pondrá agüita en el oído para que pierda la sensación de equilibrio y, de paso, el médico verá a través de un monitor sus ojos aumentados para revisar sus pupilas. En fin… vaya con tiempo y dinero a la cita médica. De ser posible asista a su consulta con un acompañante.
Hasta ahí todo «bien», pero ¿qué pasa cuando ese vértigo se acomoda y se queda por largo rato habitando en el cuerpo de alguien que no lo ha invitado? Y es que sí, el vértigo puede resultar interesante como experiencia sensorial: sentir que todo te da vueltas es como sentir que vas girando al compás del planeta que orbita al Sol. ¿Sabía, usted, que no es tan equivocada esta apreciación?
La Tierra gira sobre sí misma a mil 600 kilómetros por hora para, a su vez, rotar alrededor del astro mayor a una velocidad de 197 mil km logrando llegar al punto cero en 365 días. No lo sentimos por el principio de inercia y porque nuestro cuerpo está preparado para ello. Así es, el sistema vestibular, compuesto por la participación simultánea de la visión, el oído y los sensores musculares articulares y cutáneos hacen que el sistema nervioso central envíe señales al cerebro para darnos la percepción de quietud o de equilibrio. Por eso cuando uno bebe licores espirituosos sentimos que se nos mueve el piso, digamos que percibimos esa gran velocidad en la que andamos metidos dentro del globo. ¡Una maravilla!, ¿no le parece, querido lector imaginario?
Pero bueno, ya mucho preámbulo. El objeto de este proemio es contestar la pregunta ¿qué pasa cuando el vértigo se instala con maletas en una casa a la que no fue invitado? El libro de Elisa Corona Aguilar llamado El doctor Vértigo y las tentaciones del desequilibrio (2017) intenta darnos esta respuesta. La autora viaja al fondo de la vorágine de su propia experiencia en este ensayito breve pero preciso que mezcla información médica, investigación artística y, como ya se dijo, su propia experiencia al padecer, de manera crónica, de este trastorno.
¿QUIÉN ES LA AUTORA?
Elisa Corona Aguilar es una escritora, traductora y guitarrista mexicana que nació en 1981 en la bonita Ciudad de México. Ha tenido bastante reconocimiento cuando de letras se trata. Ha ganado premios importantes como el Sor Juana por sus ensayos de temáticas particulares como Fábulas del edificio de enfrente (2011) o El desfile circular: ensayo sobre el carrusel, la rueda de la fortuna y la montaña rusa (2013). Vale la pena buscarla en el mar literario de las librerías.
LAS CAUSALIDADES DE LA VIDA
Hace unos meses atrás, casi por inicios de año (2024), Luis empezó a experimentar vértigo y un tinnitus que no desaparecía. Pasaron los días y como buen hombre dejaba su salud para luego porque había trabajo que hacer, que terminar, que todo… Acá entre nos, el trabajo es una actividad infinita. Después de mucho insistir y hasta enojarme, fuimos a ver a un especialista. Y sí, en efecto, Luis tenía vértigo vestibular benigno y un tinnitus que supuestamente desaparecería con una serie de medicamentos. El vértigo se iría con ejercicios que, por obvias razones, nunca se hicieron. Las obvias razones son de nuevo el trabajo y sus prisas.
Mientras lidiábamos con este fenómeno, bueno, más él que yo, llegamos a una feria de libro en el monumento a La Revolución en la Ciudad de México. Todo estaba de remate. Siempre he pensado que las causalidades existen, que son hermosas. Que se aparean con la coincidencia por obra divina de la ley de atracción o, quizá, por la interconectividad monomítica de la cultura. Mientras disfrutábamos de un helado y veíamos la oferta literaria, en el estand de La cifra editorial, Luis encontró al Doctor Vértigo.
Libro pequeño, portada color hueso con algunas texturas, sin imágenes. Sólo el título y el nombre de la autora. Se compone de 110 páginas incluida la bibliografía. Con el prólogo son 10 apartados donde de a poco y con una precisión quirúrgica, Corona Aguilar explora el padecimiento del vértigo, sus causas y la forma tan personal de quienes lo sufren de manera crónica. Queda decir que la misma autora sufrió/sufre este trastorno y en su búsqueda médica llegó con el Dr. Vértigo, todo un personaje que vale la pena explorar y consultar si usted es uno de esos mareados que andan por la vida sin poder mover la cabeza. El nombre del galeno especialista es Jorge Madrigal Duval.
EL VÉRTIGO COMO METÁFORA Y EXPRESIÓN
En el ensayo se aprecia que el vértigo no es solo una condición médica e incómoda, se exploran las diferentes acepciones de este concepto en sus representaciones metafóricas. De la raíz latina “vertere”, vértigo significa “girar” o “movimiento circular”. El vértigo, aunque se siente tan real como el humo del cigarro, es una alucinación de movimiento.
Además de hablar del vértigo como afección ilusoria, la autora también nos regala, a manera de rastreo, las figuras retóricas en las que este padecer se relaciona con el cine, la literatura y los juegos mecánicos cuya única función es dejarte como “cucarachita fumigada” y encima pagar por ello, sin mencionar las largas filas que los adictos a las emociones fuertes hacen para acceder a la montaña rusa, por ejemplo.
El escritor norteamericano Paul Auster, ganador del príncipe de Asturias y Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia tiene un libro muy admirado y leído llamado Mr. Vértigo (2006), cuya premisa es el deseo de volar. Aquí un fragmentito de cómo Walt, el niño protagonista de esta historia nos comparte su primer ataque de vértigo.
“Traté de dar un paseo, pero el mundo se movía, ondulante como una bailarina árabe en un espejo deformante, y yo no veía por dónde iba. Cuando di un segundo paso, ya había perdido el equilibrio”.
En el cine tenemos al maestro de la ciencia ficción, Alfred Hitchcock. En su película Vértigo (958) habla de la obsesión junto a la frágil naturaleza del amor. No es de extrañar que el cartel que la anuncia tenga en su diseño espirales que dan la sensación de movimiento involuntario y en el centro el hombre aturdido por su propio desequilibrio físico y mental.
No olvidemos que antes de Vértigo estuvo El gabinete del doctor Caligari (1920). La historia nos la narra Francis, quien está en un manicomio. Lo interesante es que el protagonista es un hombre loco cuyo desequilibrio se materializa a través de escenas con ángulos inclinados, puntiagudos que producen incomodidad. Y por supuesto el maquillaje exagerado y las sombras predominantes que insinuaban una percepción distorsionada de la realidad. Digamos que el expresionismo alemán es v e r t i g i n o s o.
Otro interesado en el vértigo fue el escritor checo, Milán Kundera. En La insoportable levedad del ser (1984) sugiere que el vértigo no es el miedo a caer, es el deseo de caer, de arrojarse. El escritor da por hecho, entonces, que estamos arriba de algo. ¿Usted qué opina, querido lector imaginario? ¿Usted quiere caer a los abismos?
SOY UN LUGAR LLAMADO VÉRTIGO
Con esta frase se despide la autora después de darnos un interesante paseo alrededor, arriba, abajo, adentro, afuera y al lado del vértigo. Sin duda un tema fascinante que se puede explorar desde sus muchas líneas metafóricas y literales.
Le cuento que Luis de a poco fue mejorando con esos mareos, aunque sé, como oráculo que soy, que una mañana cualquiera que ya se guarda en el futuro, escucharé el chocar de una taza contra el piso. Será él, mi Luis, que como animal de costumbres fue a prepararse un café a la cocina mientras yo aún duermo. Esa calma se verá afectada por un giro inesperado; su propia gravedad lo ha traicionado de nuevo. El desequilibrio anuncia su presencia.
¿Somos el único mamífero que experimenta el vértigo? Parece ser que sí, después de todo somos animales inestables. Caminamos en dos patas y sólo el contorno de nuestros pies nos sustenta. Así nuestra humanidad.
Acá entre nos, pienso que, si usted padece un vértigo acosante, un vértigo que no se va, intente dormir en una hamaca. Haría lo que los marineros, descansar el cuerpo en una cama flotante para adaptarse al vaivén del mar, de la vida. Lo mismo podría suceder con sus olas imaginarias.