El invencible verano de Liliana

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Cristina Rivera Garza / Narrativa / DEBOLS!LLO 

249 $MXN / 302 págs. / Cafebrería El Péndulo 

Tiempo de lectura de este proemio: 10 minutos

LIBRO DIGITAL DISPONIBLE

 El 16 de julio de 1990 Liliana Rivera Garza fue asesinada por Ángel González Ramos. Cuando las autoridades encontraron su cuerpo tendido sobre la cama, en su casa, sin una señal que indicara que la entrada fue forzada, se procedió a cerrar el caso como un crimen pasional más. Uno de tantos. Uno de muchos que ya no sorprenden. Si algo tenemos normalizado en México es el maltrato hacia las mujeres.  

¿Cómo empezar, entonces, este proemio, querido lector imaginario, si después de esta lectura una se queda con el corazón hecho una bolita arrugada de papel? Con el corazón consternado y doloroso. Con la impotencia recorriendo el cuerpo. Y es que no solo es Liliana, son todas las demás que no tienen nombre. Todas las demás que justo ahora viven el acoso de un hombre que cree que, si no es de él, no será de nadie.  

En México, según cifras de la Organización Mundial de la Salud, son asesinadas entre nueve y diez mujeres al día. ¡Entre nueve y 10 mujeres! Datos del INEGI arrojan que más del 90% de mujeres mayores de 15 años han experimentado al menos un “incidente” que va desde la violencia psicológica, económica, patrimonial, física hasta la sexual. Vivimos en una sociedad enferma. Pareciera que la única manera que conocen los hombres de relacionarse con el género opuesto es mediante la posesión. ¿Cuánta inseguridad recae en ustedes, que sólo pueden ejercer la fuerza para sentirse seguros?  

 PERO NO TODOS 

Sí, en efecto, no todos. Terrible es generalizar, sin embargo, hablamos de una gran mayoría. Aunque nosotras sí caemos en esa generalización; todas hemos experienciado algún tipo de violencia impartida por el hombre. El hombre padre, el hombre hermano, el hombre tío, el hombre jefe, el hombre compañero de trabajo, el hombre pareja, el hombre amigo, el hombre hijo y hasta el hombre anónimo.

Una vez, discutiendo este tema que es tan álgido como la verdad cuando incomoda, y donde luego luego algunos caballeros se sienten “curiosamente” agredidos por estos hechos, sale “el argumento” de que son las madres las que forman a esos violentadores. Son las madres las que fomentan y perpetúan dichas conductas, son las madres las que hacen que sus niños se crean muy gallos y que piense que todas las gallinitas son de su corral. Y entonces sonríen porque creen haber hecho un jaque mate en el juego de a ver quién se limpia mejor las manos al no reconocer que viven en una sociedad que los privilegia. 

 Y sí, querido lector imaginario, son las madres y los padres ausentes. Son las instituciones y los sistemas diseñados para mantenernos siempre con la soga al cuello y de puntitas. Es la sobrepoblación, la educación tan mediocre que recibimos, la corrupción al tope, las promesas políticas, los plazos chiquitos para pagar poquito, el amor romántico que vemos en las telenovelas, la idea de hombre y la idea de mujer; todo eso se le llama machismo, que no es otra cosa que esa membrana social y cultural que vamos tejiendo día a día hasta que nosotras decidamos destejer o dejemos de existir.  Entendamos que el machismo es cultura y la cultura son raíces profundas que solo se pueden arrancar con educación y equidad. 

 EL LIBRO DE CRISTINA  

Captura de pantalla 2024-06-29 120141El invencible verano de Liliana salió a la luz en el 2021. De apoco fue ocupando estantes en las librerías y en las mesas de novedades. Hay dos versiones de portada; una con la foto de Liliana y la otra es una nadadora sumergida en el fondo de una alberca: ambas son ella, la jovencita que perdió la vida a manos de un cobarde que no supo más que matar. La mató porque no era de él, porque nunca lo sería. Le arrebató sus días para dejarla atrapada en la inexistencia. Le quitó la libertad, los sueños, el futuro brillante, pero Liliana no estaba sola, tenía una hermana que no permitió que su muerte fuera una estadística de esas que se apilan en los periódicos de nota amarilla. Cristina ha hecho ruido, ha nombrado lo que era innombrable. Ha llevado la historia y su historia al mundo entero.  

No me imagino lo que fue escribir 30 años después El invencible verano de Liliana. Buscar en el pasado, remover las cajas, encontrarse con los olores, los diarios, la ropa y las fotos de su hermana adolescente para encontrarse con la posibilidad utópica de lo que pudo ser. Buscar para encontrar y luego escribir para nombrar. De esto se tratan estas páginas que no dan tregua, que no romantizan, que cuentan las cosas así, como son, sin ese disfraz de la metáfora, pero sí con la verdad de la poética.

¿QUIÉN SERÍA LILIANA? 

Hoy, Liliana sería una mujer de 54 años. Una arquitecta reconocida. Una nadadora habitual, una usuaria de las redes sociales, una figura feminista desde su quehacer profesional y personal. Quizá sería madre de mujeres adultas, divorciada, apasionada del arte y de los viajes. Tendría un par de gatos con nombres graciosos e inteligentes. Alzaría la voz en TikTok, activa en las marchas y siempre pendiente de las injusticias. Sería un ejemplo, una mujer con sus contradicciones y sus linealidades. Liliana podría serlo todo.  

Me pregunto si mis hermanas -Paulina y Violeta- son todo lo que pueden y quieren ser en esta realidad limitada por el machismo. Me pregunto si yo misma lo he sido. Ayer una de ellas me hablaba sobre una relación amorosa que se ha convertido en algo impredecible. Me asusté, le dije que tuviera cuidado, que no subestimara a ese hombre y sus inseguridades. ¿Cuál es el motivo por el que a las mujeres nos están matando si no es por las debilidades de esos hombrecitos que, heridos en el orgullo, en el ego, en eso que llaman hombría es que toman la vida así, sin más? Como si cortaran flores del jardín y, una vez que esa flor ya no es la flor que los quiere, la tiran con sus pétalos arrancados en el baldío.  

 ME CUESTA DEMASIADO

Le busqué por muchos lados para escribir este proemio. Quise abordarlo desde la intelectualidad, desde la narrativa tan maravillosa de la autora, desde lo político, lo personal, lo emocional, lo cultural, lo inmediato, lo académico y no pude y no puedo.  

Mientras tenía la lectura no paraba de leer.  Terminé en pocos días. Ahí iba en el vagón de mujeres del Metrobús haciéndome para acá y para allá mientras leía e intentaba llegar a mi destino a tiempo. Lo leí en formato digital. Parecía una adicta al celular que no despegaba los ojos de la pantalla.  

Aunque ya buscaba el título meses atrás, con el premio Pulitzer el libro se hizo difícil de conseguir. Pero tenía que ser leído en este tiempo, así que un día, sin mucha novedad, Luis me lo compartió en PDF; una alumna suya de la Facultad de Filosofía se lo había pasado a toda su clase y yo, a la velocidad de la luz, me puse a leer. Cabe decir que también se los compartí a mis alumnas. 

Y aunque la versión digital siempre se agradece porque, es verdad, hay libros que no se podrían leer si no fuera por la tecnología, lamenté mucho no hacer contacto con la palabra física, con la hoja, con el querer subrayar y anotar para dejar mis ideas y mis impresiones con mi letra de zurda manuscrita. ¡Tenía tanto qué decir conforme iba leyendo! Recuerdos, ideas, corajes, sensaciones y hasta llanto. Todo se quedó adentro.

 LO QUE SE NOMBRA EXISTE 

El lenguaje existe para nombrar la realidad o, por lo menos, la realidad que nos habita. Cuando la cosa se nombra, la cosa toma presencia. Puede “estar” la cosa ahí, ocupando espacio, tiempo y gravedad, pero si carece de nombre, entonces no es. Lo mismo sucede con lo abstracto como los temas morales, las sensaciones, las emociones; la justicia.

Bien lo ha dicho Alberto Manguel en sus múltiples ensayos sobre la invención de la palabra. 

 El lenguaje no solo nombra, sino que también da al ser la realidad; es un acto de materialización logrado por medio de las palabras, por medio de esas crónicas de los acontecimientos percibidos que llamamos narraciones que nos permiten levantar ciudades. El lenguaje es un espejo/reflejo del individuo y la sociedad. 

 ¿QUÉ SIGNIFICA TODO ESTO? 

Doy toda esta explicación, querido lector imaginario, para que pueda ver la importancia de nombrar lo que es como lo que es. Y por qué Cristina Rivera Garza tardó más de 30 años en escribir la historia de su hermana. La muerte de Liliana no fue lo que las autoridades dijeron que era, no fue un crimen pasional como tantos y como todos lo que se encarpetaban cuando de mujeres se trataba. Fue un FEMINICIDIO. Así, con todas sus letras en mayúsculas. Se describe como privar de la vida a una mujer por razones de género. Si usted presta atención, una palabra cambia toda la realidad. CAMBIA todo el contexto, modifica la narrativa para ocupar nuevos espacios. Pensamos que por vivir en el siglo XXI todo está dicho. No, querido lector imaginario, en el tema de nosotras aún faltan palabras por nombrar. 

El arrebato de la vida a las mujeres por ser mujeres ha existido desde siempre. Y la ley, pensada por los hombres y para los hombres no le dio la atención suficiente. Qué somos al fin y al cabo para los que rigen sino ciudadanas de segunda categoría, eso que nació de la costilla de Adán, la criatura servil que no tiene vida pública y cuya sobrevivencia depende de ellos. De a poco hemos ido ganando un lugar activo en la historia.  

Captura de pantalla 2024-06-29 120659En el 2011, el Estado de México fue el primer estado en hacer uso de este concepto y que, además, fuera aplicable a la ley. En el 2017 toda la república mexicana reconoció el feminicidio como un delito que se persigue de oficio. Fue la antropóloga mexicana Marcela Lagarde quien acuñó el término en español.  

Van siete años en donde es posible nombrar la realidad como es, no como la que está en el imaginario de la romantización. Podemos decir que el asesinato de Liliana no fue un crimen pasional, fue un feminicidio y su feminicida sigue libre porque aún faltan leyes, procesos y valor a la vida de nosotras que conformamos la otra parte del mundo. Gracias a una palabra, Cristina pudo nombrar y Liliana salió de las sombras donde no sólo un hombre la enclaustró, sino un sistema.  

Las mujeres estamos más insertas en la vida pública, más atentas, más sororas. Reconocemos que no es nuestra culpa ser mujer. No somos débiles, no depende nuestra valía o invalía por la ropa que usamos. No merecemos más o menos por la edad, la apariencia o el tipo de trabajo. No somos un estado civil. Tampoco se nos debe castigar o corregir por el hombre que “elegímos” para padre de nuestros hijos. 

Aún falta mucho por recorrer, por cambiar. La pandemia de mujeres asesinadas y desaparecidas sigue. No hay culpables, hay señalados, hay presuntos. Entre nosotras alzamos la voz; surgieron colectivos, artistas, intelectuales, políticas, maestras, amas de casa, madres, trabajadoras, activistas. Cada una desde su trinchera y desde su quehacer dice basta y mantiene la memoria viva. 

Ahora que tendremos una mandataria mujer después de 200 años de silencio, espero, como muchas otras, que se convierta en nuestra compañera y cantemos sin miedo hacia la libertad de ser nosotras.  

El tiempo lo cura todo, excepto las heridas. 

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