La historia de mis dientes

Valeria Luiselli / Narrativa / Sexto piso 

305 $MXN / 154 págs. / Cafebrería El Péndulo 

Intento escribir en el par de horas que me quedan libres entre una clase y otra; no lo logro. Al lado mío hay una pareja de estudiantes que me desconcentra. Él, alto, pálido, cabellera larga ondulada y chamarra roja de cuero no para de hablar e imitar la voz de Bob Esponja. La chica, por otro lado, pequeña de estructura, cabello negro y maquillaje gótico, no hace más que escuchar mientras pide auxilio con los ojos. Y yo, que pareciera que nada tengo que ver en ese intento de conquista, quisiera decirle al doncel que se calle un poco, que no me deja concentrar y que, por favor, mire a la muchacha que lo acompaña, está sufriendo la pobrecita; con solo cambiar de tema la buscada historia de amor podría suceder, pero por como veo las cosas se irá solo a casa sin saber qué fue lo que salió mal.  

Y mientras lucho contra estos adultos jóvenes rebosantes de hormonas, depresión y caricaturas, yo busco inspiración y valentía para vencer la procrastinación y escribir este proemio dedicado a La historia de mis dientes de Valeria Luiselli. ¿Conoce usted a esta autora, querido lector imaginario? ¿Cómo andan sus dientes estos días? ¿Cuándo fue la última vez que visitó a su dentista de cabecera?  

Prótesis en forma de colmillos andan muy de moda entre los jovenes gracias a la cultura ánime.

DENTADURA HUMANA 

Los seres humanos tenemos 32 dientes; ocho incisivos, cuatro caninos, ocho premolares y doce molares, cuatro, de los cuales, corresponden a las muelas del juicio. Muchos de nosotros no tenemos muelas del juicio o por lo menos no todas. Dicen que esa ausencia dental es parte de la evolución, lo mismo que la colita del coxis, las membranas que algunas criaturas acuáticas tienen entre los dedos, así como otras características que no mencionaré porque me desviaría demasiado y eso, querido lector, se me da muy bien.  

Prosigo…, tenemos supuestamente 32 dientes, una constancia de nuestro ser mamífero. Y tan así son de valiosos, que hoy en día la industria odontológica está en su máximo apogeo con la alineación de sonrisas, las ortodoncias, la colocación de braquets a chicos y grandes. De repente se puede ver la promoción 2X1 en blanqueamiento y prótesis estéticas de colmillitos hechos con resina de calcio para aquellos muchachos que, amantes del anime, buscan parecerse a sus personajes favoritos. Y por supuesto, hacen guardas de acrílico como si fueran bolillos a granel para quienes padecemos bruxismo.

El bruxismo es un trastorno que consiste en apretar, rechinar o crujir los dientes de forma inconsciente durante la noche y, en algunos casos, hasta en el día. Quien bruxea no sabe que lo hace, solo amanece con dolor mandibular, de oído, de cabeza, siente que no descansó bien, incluso hasta pueden doler los ojos, ya ni hablemos del riesgo que se corre de aflojar los dientes y del desgaste extra que se genera. El uso de guarda para estos casos más que una recomendación es una obligación porque permite que la mandíbula se relaje y, evita con ello, el rechinido. ¡Pobres de quienes duermen al lado de un bruxista sin guarda dental!

De repente, parece que los dientes no son importantes hasta que son importantes. Ha sido un tema que a muchos escritores les ha llamado la atención escribir, así como aquellos que se han hecho famosos por su mala dentadura. Margo Glantz entra en las dos categorías y, como buena escritora, nos regaló Por breve herida (2016) donde se da vuelo platicando sobre su vanidad, la vida, el arte y sus interminables visitas al dentista. 

Sara Berman nos propone una obra de teatro que, si bien no la he visto, sí leí la dramaturgia y me parece entre surrealista y grotesca, pero ¿acaso no es así la boca entera? Por ahí en el siglo XVI, Francisco Martínez del Castillo escribió Coloquio breve sobre la dentadura considerándose el primer tratado sobre odontología en la Nueva España. Le cuento que incluso la mismísima novela Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez tiene su sección dedicada a los molares.

No olvidemos a Cervantes que, a través del Quijote, dijo que son más valiosos los dientes que los diamantes. Ya lo creo que sí, y no podía faltar Christian Nodal, que a últimas fechas es más famoso por sus escándalos amorosos que por su música. ¿Qué pasó con él? Además de ser de Caborca (Sonora), de donde yo también soy, en una entrevista compartió que, invadido por un “ego malo” generado al ganar su primer millón de dólares por sus éxitos mariacheños*, se mandó sacar las muelas para sustituirlas por piedras preciosas. En su momento creyó que esos dientes postizos serían mejor que sus dientes naturales y obvio, a las semanas se dio cuenta de la terrible realidad; un diente cuando se se pierde, se pierde para siempre. 

Christian Nodal sacrificó sus dientes naturales por unos dientes postizos hechos de diamantes.

DIENTES PARA IR COMIENDO 

Bien dicen que si algo quieres hacer, tienes que investigar qué es lo que ya se ha hecho sobre ese algo que tú también quieres, así que bueno, me di a la tarea irremediable de entregarme a la lectura con marcatexto disponible y dibujito hecho a mano a manera de guardapáginas para embarcarme en el universo dental de Luiselli. 

El comienzo de La historia de mis dientes es interesante, para empezar, ya estamos del otro lado cuando esa entrada, ese primer párrafo luce poderoso y ves ahí, entonces, la pericia de quien presenta al personaje protagonista desde el momento uno: 

Soy el mejor cantador de subastas del mundo. Pero nadie lo sabe porque soy un hombre comedido. Me llamo Gustavo Sánchez Sánchez y me dicen, yo creo que de cariño, Carretera. Puedo imitar a Janis Joplin después de dos cubas. Sé interpretar galletas de la suerte. Puedo parar un huevo de gallina sobre una mesa, como hacía Cristóbal Colón. Sé contar hasta ocho en japonés: ni, san, shi, ko, lolo, sichi, hachi. Sé nadar de muertito.  

La narrativa es una mezcla de novela, ironía y chacalismo*. Cabe decir que la autora exige cierto conocimiento cómico/mágico/musical para cachar ciertas situaciones y personajes. Ahora bien, sin quien lee no tiene dichas referencias, sólo se perderá un poco de humor negro intelectual. Aparecen de manera lúdica el señor Borges y el señor Cortázar, incluso, con la esperanza de que la memoria no me falle, el señor Villoro (no recuerdo si el abuelo, el padre o el hijo) y leyendas del entretenimiento como Marilyn Monroe. ¿Se imagina usted la dentadura de esta huera de oro, querido lector imaginario? 

Carretera nos comparte, desde su lenguaje florido y su visión emprendedora, la forma en que entiende al mundo. Y ahí va uno como lector recorriendo las calles de Iztapalapa de la Ciudad de México donde nuestro héroe fundó su imperio de subastas con todo y que sus dientes fueron robados y andaba desdentado por la vida. También entendí que hay mujeres que, aunque sean muy delgadas, siempre caerán gordas cuando se convierten en esposas y que los hijos, sin importar si te vas o te quedas, les dará por recriminar hasta la peca que tienen en la planta del pie izquierdo.  

Carretera no siempre fue un showman eminente, antes de convertirse en subastador ejerció como vigilante de una fábrica de jugos durante muchos años, hasta que el ataque de pánico de una compañera de trabajo cambió su vida de manera irremediable y alegórica. Su vida, llena de altibajos y muchas historias con personajes icónicos, se puede apreciar en evidencias fotográficas que la autora nos comparte al final del texto.

Según en la contraportada del libro, Rosa Montero describe la novela como toda una manifestación artística, lo mismo que The Telegraph que, más de la narrativa, habla de la autora como un extraordinario nuevo talento literario. ¡Qué genial tener tales atenciones de un medio periodístico internacional y de una escritora tan fascinante como la mismísima Rosita! 

ADMISIONES QUE NO SE ADMITEN 

Con todo y que las posibilidades de que Luiselli lea este proemio son infinitamente escasas, me arriesgaré a decir que no sé por qué es tan genial La historia de mis dientes. Eso me hace sentir mal, querido lector imaginario, explicaré por qué: No poseo arrogancia lectora y me atrevo a decir que he leído unas cuantas decenas de libros en mi vida, pero eso, en perspectiva, no me hace mejor ni peor, si acaso un poco sensible a las palabras. Leo de todo, no me da pena mi cultura popular, ni mi gusto ñoño por las cosas del espacio y que me encanta la poesía con todo y que no sé identificar versos geniales de los no tan geniales. Sí, me gusta escribir sobre lo que leo sin importarme la temática crítica, sino la cotidiana. A veces creo que es por esta neurodivergencia que cargo que, acá entre nos, me hace tener un pensamiento infantil, por no decir inmaduro, por no decir falto de intelectualidad.

Las cosas que leo, veo, huelo, palpo, siento, degusto, escucho, respiro y sueño me tienen que significar en mi maravilloso mundo sinestésico, donde las sensaciones bailan sin parar todo el día con formas, colores, texturas y patrones. Este texto, con todo y que tiene taquitos hasta de suadero, pues no me conectó. Me falta inteligencia. Lo sé, siempre lo he sabido y lo lamento.

SOBRE LA AUTORA 

Luiselli no es una principiante de la literatura cualesquiera y anónima hija de zapatero. Fue una niña pródiga que ahora es una escritora pródiga. Andará en sus primeros cuarenta años de vida. Es hija de diplomáticos, ha viajado por el mundo y supongo también que ha estudiado en escuelas de renombre internacional. Es autora de los ensayos Papeles falsos (2010), Los niños perdidos (2016) y la novela Los ingrávidos (2011), traducidas a múltiples idiomas y aclamadas internacionalmente. Ha colaborado en The New York Times, lo que significa que tiene un inglés de perfecta envidia, así como en Granta, McSeeney´s y Letras Libres, lo que la hace parte de la elite literaria mexicana. A propósito de todo esto, me gustaría saber si a Luiselli le falta algún diente o bien, si trae una corona de circonia en alguna molar inferior. Lo más seguro es que no. Apuesto a que su dentadura es per-fec-ta y blanca.  

Por ahora me quedo aquí, en el tiempo libre entre clases, pensando en los pen-dientes de la vida. Adéu.

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  • Mariacheño: género de fusión entre la música de mariachi y norteña mexicana. 
  • Chacal / chacalón: hace referencia a alguien agresivo, peligroso, sin vergüenza o dañino. Hombre heterosexual que se ha criado en barrios pobres y su apariencia desalmada y valemadrista suele gustar a las niñas bien.  

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