Especies tan lejanas

Nayeli García Sánchez / Narrativa / Sexto piso 

240 MXN$ / 115 págs / El Péndulo 

Me gusta ver las portadas de los libros, pero lo que más me gusta, independientemente de su contenido, son los títulos. Como lector habitual, uno se fija en esas palabras que son la entrada a historias que pueden cambiarnos la vida. Me he encontrado con títulos por más fascinantes y la decepción de su interior es abrumadora y al revés, títulos pocos llamativos con contenidos que te dejan creyendo en la creación humana. Lo mejor es ese equilibrio entre lo que se nombra y lo que es nombrado.  

El otro día, en clase de narrativa, con un grupo apático y conflictivo que me hace cuestionar si esto de la docencia es lo mío, les pregunté qué títulos de libros les había llamado la atención en su vida lectora. Se quedaron con los ojos cuadrados. Me vieron como si hubiera hecho una pregunta fuera de lugar. Les di tiempo para pensar, a buscar en su memoria y hasta en su celular. No obtuve mayor respuesta.  

¿A usted, querido lector imaginario, qué títulos literarios le parecen bellos? Yo le puedo compartir dos que tres que, más allá del contenido que es genial, me gustan por su enunciación. Uno es La emoción de las cosas, otro es La vida secreta de las plantas, un tercero es La ciudad de las palabras y La jaula de la melancolía y bueno, el libro que me trae a este anecdotario; Especies tan lejanas de Nayeli García Sánchez.  

EN LA ORFANDAD DE LAS HORAS 

Mientras esperaba para mi siguiente clase, fui a tomar un café a una cafebrería cercana. Hacía frío. No quería estar sentada en un parque leyendo, o dentro de la universidad en mi rol de maestra. Necesitaba ser yo durante ese tiempo libre y qué mejor lugar para ser yo que una librería.  

Recorrí una a una las mesas de novedades. Me encontré títulos geniales como La situación y la historia de Vivian Gornick -que ya estoy leyendo-, Cosas que nunca he dicho de Han Sung Hee, El neandertal desnudo de Ludovic Slimak y Medea me cantó un corrido de Dahlila de la Cerda. Me llevaría solo uno, pero cuál. De pronto, entre todos los mundos que ahí se encontraban, me llamó el de García Sánchez.  

LOS PADRES AUSENTES 

Pareciera que tengo un radar dentro mío con el tema de la paternidad. Según yo, ya lo tenía superado gracias a las interminables y dolorosas terapias psicoanalíticas. Pero el que lo tenga acomodado no significa que no surja como neblina invasora cuando hace frío. Fue justo ese frío el que me llevó a recorrer los pasillos de la librería donde me encontré con el título hoy señalado. En cuanto lo vi, luego luego me fui a la contraportada para ver de qué se trataba y, en efecto, era sobre la búsqueda del padre; la figura ausente, el que lo llena todo con su abismo, al que se piensa como un fantasma, el que no está, el que no es.  

Preparando la cena navideña en un 2017

Pensé en la novela de Alma Delia Murillo llamada La cabeza de mi padre que aborda una situación similar. Me encantó leerla. Esos temas me identifican. Y es que ser una hija demediada tiene sus bemoles. Yo tuve suerte, no es que me quedara sin padre, sí, tengo uno, uno que me dio lo que pudo como pudo y estoy agradecida por intentar completarme. Sin embargo, queda esa otra parte, ese vacío que enoja, limita, confunde y te contractura la identidad, convirtiéndose una, en una buscadora de piezas. Justo esas piezas son las que busca Natalia, la protagonista de esta historia tan común y al mismo tiempo tan única; mujer joven sale de su ciudad natal para conocer a su padre. ¿Lo encontrará?  

Así que sí, me llevé Especies tan lejanas a casa por tener relación directa con mi propia historia. Suelo leer estas narrativas para descubrir cómo la autora, sin saber si es su propia biografía o no, resuelve el tema. Viajar a través de sus humores y reflexiones logra hacerme sentir un poco menos el abandono que, quizá, yo misma me he propiciado al no buscar respuestas.  

SOBRE LO FEMENINO 

Me he percatado que de apoco las mujeres que escriben cuentan las historias de sus padres ausentes. Sé que hay más temas por explorar, pero este es uno que particularmente llama mi atención. No quiero decir que a los hombres no los abandonen, pero como fémina que soy me interesa la perspectiva de mis pares. Leer lo que tienen qué decir ante historias que guardan la misma premisa; el abandono. Cada una lo vive diferente pues no tenemos las mismas madres y tampoco tuvimos las mismas infancias, per se, me intriga saber, desde su yo adulto, desde esa autocomposición y hechura, cómo andan con las costuras expuestas ganándose la vida. 

No me malentienda, querido lector imaginario, no me quejo ni me considero una víctima, no podría serlo. Pero si algo tiene la duda es que se vuelve adictiva, peligrosa, una se hace fanática de los escenarios imaginarios con la pregunta qué hubiera pasado si…  

La duda se instala en los huesos y forma parte de cada decisión, de cada vínculo, de ahí que una se considere elegible o no desde el otro. Yo crecí creyendo que era lo segundo, lo que no merece ser cuidado, lo que se puede abandonar, lo que no es prioridad y confiésolo, habité en patrones inconscientes al relacionarme con personas que no estaban disponibles. Después uno llega al psicoanálisis y empieza la autoconstrucción. Y un día, esa ceguera se vuelve luz.

EL TÍTULO 

Como buena escritora, Nayeli García Sánchez nos lleva por un recorrido entre la búsqueda de un fantasma que tiene posibles respuestas y un mundo paralelo compuesto por las arañas. La protagonista es una joven bióloga experta en dichas criaturas. Conforme busca crear un registro de ella con su padre, pues su madre se niega a dar cualquier tipo de explicación del porqué de las cosas, nos cuenta qué son las arañas, cómo crían, cómo matan, cómo protegen si es que pueden proteger en un mundo totalmente incomprensible para nosotros, los humanos. 

Esa analogía me pareció fascinante. Las arañas, seres solitarios, fríos y hostiles son protectoras cuando de la maternidad se trata. Cuidan a sus arañitas hasta entregar su vida entera para la sobrevivencia de su progenie. Pero no así el padre, que muere al instante, que sólo da la semilla y no existe más. No es nombrado, no es querido, ni si quiera es recordado. ¿Cómo funcionaría el mundo si imitáramos a las arañas y su sistema de crianza?  

NACER DE LA MADRE 

En México y en el mundo hay más hijas de su madre que otra cosa. Somos muchas y vamos por todo. Nos encuentran en los laboratorios de biología, en las universidades, en los bufetes contables, en las veterinarias. Somos esas hijas que nos levantamos temprano para salir a trabajar todos los días y hasta hacemos yoga los martes por la noche. Así que sí, si buscamos al padre no es para arrojar el reclamo, eso ya está gastado, sino para sabernos un poco más, aunque muchas de nosotras ya estamos hechas.  

Hija de mi madre soy

Hace poco y gracias a las redes sociales, se me ocurrió poner el nombre del padre biológico en el buscador. Aparecieron algunos perfiles y, por supuesto, algunas fotos. Ahí estaban sus otros hijos, con sus sonrisas y sus agradecimientos al que, para mí, es un fantasma. Miré con detenimiento. Era él. Lo tenía de cerca. Lo exploré tan minuciosamente como cuando me quiero quitar un barrito frente al espejo para hacerlo explotar. Me reconocí en él y me enojé conmigo; la boca, la barbilla, la nariz, hasta el gesto de juntar las cejas cuando estoy concentrada pensando. Era él. ¿Y ahora? Lo sabía, siempre hay consecuencias: las consecuencias de no buscar y las consecuencias de sí hacerlo. 

Con todas las emociones que se me juntan y no sé como ordenar y compartir hacia afuera, me gustaría escribir como Nayeli, adueñarme de sus palabras, celebrar para adentro sus metáforas hermosas. Qué belleza tan fría y al mismo tiempo tan tierna el comparar la maternidad y la paternidad con la forma en que las arañas existen y crían. ¿Qué animal podría ser yo? ¿Qué animal sería mi madre que nacimos la una para la otra? Somos lo mismo en los extremos que nos separan. Nacer de la madre, ¡qué privilegio! 

SOBRE LA AUTORA 

Con envidia bonita –si es que eso puede existir- le cuento que la Nayeli es muy joven. Nació en el 89 del siglo pasado. Es una dotada de las palabras y tiene hartas cosas qué presumir como que posee un elegante doctorado en Letras Hispánicas. Ha publicado en la revista de intelectuales de la palabra Letras Libres y fue editora de la revista de la Universidad de México de la UNAM. Ahora, así nomás, es editora de Lumen y Alfaguara México.  Con todas esas credenciales que no le son necesarias, me queda decir que es una gran narradora y espero saber más de ella.

Nayeli García Sánchez

Ya lo sabe querido lector imaginario, a veces las portadas de los libros que nos llaman la atención le hablan al subconsciente. De mi parte, espero pronto ya dejar este tema de la paternidad fantasma por la paz. Me tiene cansada. Harta. Agotada. Si bien disfruté mucho la lectura y saboree cada página, le ruego a este subconsciente mío me permita descansar de estos temas tan desiertos. Es momento de mirar hacia otros horizontes. De conocer otras especies.

5 comentarios sobre “Especies tan lejanas

    1. Ya que llegué hasta aquí, me animaré a dejar un comentario. Parecería que no, que es fácil llegar hasta aquí, pero las estadísticas de lectura de las páginas de Internet muestran, y demuestran, que no, que la mayor parte de las personas que entran a una página sólo leen el 30%, lo que sea que eso signifique. Lo anterior pone de manifiesto que la gente pocas veces llega al fondo de las cosas. No creo que sea el caso de este blog, o página, es fácil leerlo, llegar hasta aquí, creo con firmeza que eso es algo de lo que la que escribe tendría que presumir, o algo de lo que estar orgullosa.

      Existe el término «Semélpara», que se refiere a organismos que se reproducen sólo una vez. Entre esos organismos están los camaleones, de ambos sexos, que, una vez que los huevos son puestos, mueren. Los camaleones bebés están peor que las arañas despadradas, no tienen siquiera mamá qué devorar. Quizás los camaleones piensan que nacieron por generación espontánea. La maternidad es salvaje y quizás la paternidad no es sino una cosa de humanos, un invento de cómo debería ser. Mientras que la maternidad tiene sus ecos en los organismos más primitivos, como las arañas que cargan a sus crías a cuestas, la paternidad no pinta mucho para la descendencia y muchas veces, es peligrosa. Mufasa bien podría almorzarse a Simba si tiene hambre o no está de humor, o por simple descuido.

      Recién murió el padre de un amigo. No mi mejor amigo, sino el amigo al que conozco de más tiempo. Desde que lo conocí renegó de su padre porque, a sus ojos, era un pobre diablo. Alguien a quién no hacía falta tener a su lado, menos desde que se fue porque era imposible el matrimonio con su madre. No se los llevó e hizo una nueva vida. Teníamos 12 años y a los 12 años el mundo tiene un velo de encanto y desencanto a la vez, solo vemos una de sus capas, no tenemos una mirada profunda que atraviese las múltiples implicaciones del ahora y no sé, supongo que eso, aunado a no entender las emociones, a no saber decir «me cala, o me caga, que hagas esto» o simplemente decir «¿Por qué te fuiste y no me llevaste?» crea zonas oscuras dentro de nosotros en las que nos metemos y no queremos salir. Incluso si uno después crece y «entiende» ciertas cosas. Mi amigo no tiene hijos, por ende nunca podrá acercarse a comprender no a su padre, sino al menos a qué es ser padre. Puede que terminara de decepcionarse, puede que no y le entendiera un poco como individuo, como humano que hizo lo que su programación biológica le dictó. Con todo el «no me importa» y «da igual que esté o no porque nunca está», mi amigo está devastado. No sé si el conflicto de la paternidad sea algo que «termine», creo que uno deja de pelearse con ello, quizás a verlo de lejos y a entender que no se harán responsables por las abolladuras del choque, en principio porque no tienen como hacerlo, son padres, no hojalateros. Cada quién se va con su golpe, ellos heridos por la imaginaria incomprensión de los hijos, los hijos heridos porque tendrán que sacarse el golpe ellos mismos.

      Quizás si fuéramos semélparas. Quién sabe.

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  1. Hola, Galo.

    Es muy agradable leerte. No puedo evitar observar lo bien que escribes. No conocía sobre las especies semelparas, pero sí sobre la generación espontánea. Me gusta esa idea de que las cosas surgen así, y del así, también desaparecen. Además de que coincido contigo, no es tan lejano lo que dices sobre la paternidad, que es un invento. Bueno, todo lo es, como lo son la justicia, el amor, la verdad y las ciudades. De las lecturas que más disfruto por su temática es sobre la idea del ser humano, los cientos de libros y autores que existen tratando de descifrar quiénes somos desde las ciencias sociales es algo que me llama la atención. Tengo dos repisas llenas de libros de estos temas, el que justo leo ahora se titula El origen del mundo de Catherine Blackedge y habla un poco sobre la idea de las invenciones. ¿Qué tanto nos hemos inventado los seres humanos nuestra propia humanidad? Y es ahí donde, en efecto, creo que la paternidad es una idea muy de la historia, antes de ello, en la que despectivamente decimos la época de las cavernas, los hijos eran de todos. No había estos títulos ni nombramientos para saber a quien pertenece uno. Y bueno, ahí surge la hipótesis de que la paternidad fue lo que dio paso a todo este orden que conocemos sobre las posesiones y que sigue vigente hoy en día. Sin duda un tema interesante nuestro sistema de crianza que se basa en el reconocimiento de las crías para dar paso a otra invención; las herencias.

    Quizá, después de todo, no es tan mala idea ser como las semelparas. Algunos creo que yo, ya lo son.

    Gracias por leer. Gracias por comentar. Me hizo el día y la semana.

    Saludos.

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  2. A decir verdad he leído cada proemio, por uno de ellos conseguí «La cabeza de mi padre» de Alma Delia Murillo. Aún no lo leo, me faltan 2 libros para llegar a él. Así que este blog cuenta como promotoría editorial. Algo que tienen tus proemios es el tinte autobiográfico, aunque «tinte» queda corto, es como el relámpago y el trueno, primero viene la luz, luego el sonido. Aquí primero se ilumina la vida de la autora, luego viene el sonido que hizo el libro en ella. En fin. Me alegra que exista este lugar.

    Ah, en el comentario pasado olvidé decir que en el tono arácnido, hay un cuento llamado «La araña» de un tal Hanns Ewers, es uno de los autores que asemeja la figura (no como forma, sino como concepto), femenina con una araña. Claro, es producto de su tiempo, hablamos de un alemán que nació en 1870 más o menos al que le venían bien algunas ideas Nazis. Una cosa que estaría en el mismo cajón que «La migala» de Arreola. Hay un paralelismo por ahí, aunque la materia del tema sí es distinta en cada uno.

    Hasta la próxima.

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  3. Gracias por tus palabras, Galo. Me gustó mucho la metáfora que hiciste sobre el relámpago y el trueno. Buscaré el libro de ese tal Ewers y tendré en cuenta el contexto de 1870.

    Ya leí el cuento de La migala, mil gracias. ¡Me encantó! No lo conocía. También lo usaré para mis clases de narrativa.

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