Rafael Carballo / Poesía / Editorial Resistencia /
En el 2009 recibí una llamada a mi celular para una entrevista de trabajo en un café Samborns en la Narvarte. Dieron las once de la mañana, mi entrevistador no llegaba. No pasa nada, me dije, es normal que los chilangos tarden un poco en aparecer después de la hora pactada. Pasaron los minutos, nada. Dudé de mi capacidad para ubicarme. Alterada pregunté a la mesera la dirección. Ella confirmó que estaba en el lugar correcto. Procedí a llamar por teléfono.
—Diga.
—Con Rafael Carballo, por favor.
—Soy yo, quién habla.
—Melissa Limón. Ya estoy en el Samborns en el que me citó.
—¿Era hoy?
—Sí, me dijo que nos viéramos hoy a las once de la mañana.
—¿Qué hora es?
—Las 11:40.
—Dame diez minutos. Ya llego.
Me quedé helada ante la falta de profesionalismo. ¡Había olvidado la reunión! Pedí la cuenta y resuelta a irme, veo entrar a un hombre de 1.90 cm en bermudas, camiseta holgada, tenis convers y audífonos puestos.
—¿Melissa?
—Sí.
—Hola, Soy Rafael Carballo. ¿Ya te vas?
—Es que no pensé que llegaras en 10 minutos. —Le hablé valientemente de tú.
—Lo siento, tengo problemas con el tiempo y el insomnio. Hablemos del trabajo.
Nos dirigimos a otra mesa, pedí un café más. La chamba era hacerla de coeditora en una revista digital de cine. Carballo era ya un escritor y editor profesional, así que también podría ser un tipo mentor. La oportunidad me parecía increíble. ¿De verdad esto me estaba sucediendo a mí? Escribiría sobre cine, trabajaría en una casa linda en la Condesa, iría a ver películas y de paso entrevistaría a directores y actores y bueno, el sueldo no estaba nada mal para una primeriza.
Me preguntó que si era lectora, qué libros eran mis favoritos, que si había algún tipo de cine que me gustara más, que si había viajado, que si vivía sola o con mis padres, que cuál había sido mi empleo anterior, que si tenía hermanos y que por qué usaba esos zapatos tan incómodos. Nunca miró mi cv impreso.
Salimos del Samborns y yo no sabía qué hacer, si darle la mano, despedirme de beso, así que adustamente le compartí que iría al metro, que si quería que fuéramos juntos. Carballo, con las manos en los bolsillos me dijo que vivía a dos cuadras del café, pero que me acompañaba.
Su estatura me intimidaba y se dio cuenta de ello. Con ese rasgo de los que tienen el espectro autista me dijo que sentada no me veía tan chaparra. Me ofendió la palabra; cha-pa-rra y seguí caminando con esos terribles zapatos que fueron tema por muchos años más.
Una semana después fui contratada. Carballo y yo nos hicimos amigos casi de inmediato, aunque nunca nos hemos referido así el uno del otro. Tampoco es que nos contáramos nuestras trágicas vidas o incluso nos felicitáramos en los cumpleaños. Nuestra amistad se basaba más en ir al cine, tomar café en el café de siempre donde veíamos la vida pasar y criticábamos sabrosamente a los hipsters que paseaban con sus perros de nombres rimbombantes, visitar librerías y perdernos cada quien en su sección favorita, en fin… pese a una diferencia de 11 años de edad y con más de 11 años de amistad, yo siempre llego puntual y Carballo tarde.
En el 2015 la editorial Resistencia publicó su poemario Fiasco. La presentación fue en el Fondo de Cultura Económica Rosario Castellanos. Creo que me emocioné más yo que el mismo Carballo, quizá por mis ganas de presentar algún día mi propio libro. Durante la presentación, Carballo guió su discurso a las cosas inacabadas, por eso el nombre del libro. Aunque conozco de repente el humor cínico y melancólico de ese gigante, la gente, que reía y asentaba con la cabeza mientras hojeaban el ejemplar que no tardaría en ser firmado por su autor, desconocía que detrás de ese ingenio orador hay un corazón arrítmico de naturaleza ermitaña.
Fiasco es un libro tipo escaleta color amarillo limón con dibujos muy sugerentes del ilustrador. Siluetas femeninas en cada hoja impar. En lo personal yo le hubiera volado las imágenes, pero así es la colección poética de la editorial y bueno, tampoco es que esté mal. El poemario contiene 31 poemas cortos de amor, desamor, mudanzas, patos, diluvios, premoniciones, rompecabezas y círculos. En todos, el juego con el lenguaje es digno de leerse en voz alta, como este, de las serpientes, donde la obsesión y el siseo de la essse lo hace a uno esbarar.
Sientes serpientes en tus sienes
Sientes serpientes en tus dientes
¿Sientes serpiente en tu vientre?
Sierpes sentientes enlutadas
Viertes en ciernes por tus piernas
Serpientes tiernas emputadas.
Para mí, la poesía debe leerse en voz alta y contrario a lo que dice Carballo en su blog diariodeunjeiter sobre su falta de memoria para “memorizarla”, yo sí tengo esa retentiva. Me sé algunos cuantos poemas de todo tipo; desde Sor Juana con su sapiencia mística y lésbica, Pessoa con su heternomiedad que me hace buscarlo en cada tienda de tabaco, Girondo con sus ritmo de colores que no me canso de nombrarlo, Neruda y sus noches calladas, Paz con sus soles desiertos, Benedetti y su revolucionaria cursilería, Sabines y sus claras infidelidades, Silvia Tomasa con sus leones echados, Rupi Kaur con la frialdad de las palabras suaves, Letelier con su desesperanza sinestésica, Huidobro perdido entre los nortes, Storni y su depresión violeta, Sosa Novo con su España que es mujer y Carballo, con su efe de fémina feroz.
¿Qué me sé de memoria en esta tercera o cuarta lectura de Fiasco? Un pequeño, breve poemita que me encanta por todas sus formas. A veces creo saber quién es la musa, ya sea porque la he escuchado nombrar de la propia boca del poeta o bien porque sé leer los silencios.
Vi la prueba:
Vi tu ombligo,
Sos terrestre.
Y pues nada, en estos días de pandemia donde uno de repente va a su estante de poesía casero para olvidar el futuro que se torna cada vez más incierto, me volví a leer Fiasco y aquí estoy, escribiendo un proemio, valorando la amistad y enterándome que mi departamento tiene termitas.
¡me encanto la entrada!
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Wow! Gracias por leerme 🙂
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