Tiempo pájaro

Captura de Pantalla 2022-06-26 a la(s) 9.28.33Melissa Limón / Cuentos híbridos / Editorial Imana /

Subí a la azotea para escribir el presente proemio. Me agrada este lugar donde se acumulan todos los ruidos del mundo y, sin embargo, percibo silencioso. Ahora mismo pasan los aviones con su irrupción metálica sostenidos por no sé qué fuerza de la física que los hacen mantenerse en el aire, el canturrear de los pájaros poligámicos y la histeria de las palomas que no hacen sino mirar con su acostumbrada desconfianza. ¿Sabía usted, querido lector imaginario, que las palomas hacen sus nidos en tierra firme y no en las ramas de los árboles?

Subo con una taza de café a medio terminar, un cuaderno con su respectiva pluma, un libro por si las palabras propias me agobian y en ocasiones, cuando sé que me quedaré más de lo necesario, llevo un sombrero de paja y un platito de jícamas preparadas con chile y sal. Y ahí me estoy las horas. Cuando una vecina sube a tender su ropa o bien va a recogerla, yo me guardo entre los muros para no ser vista. Me niego a saludar y a explicar mi presencia en la cima de una montaña de cemento. Espero a que la mujer haga su tarea para yo continuar con la mía.

Hice varios intentos para arrancar este proemio y es que si bien todos los proemios son especiales, este en particular me está costando más especialidad. Decidí leerme. Quizá usted no lo sepa, querido lector imaginario, pero yo he escrito un libro. Sí, un libro de cuentos híbridos llamado Tiempo pájaro. Confieso que me autopubliqué. Fue una decisión fácil después de toda una odisea entre editoriales comerciales e independientes. Hubo algunas que en seco me rechazaron, otras que me dijeron que sí, pero cuyas condiciones no me parecieron justas, unas más me pedían dinero y las menos me solicitaban colocarme en una antología cuyo diseño editorial me parecía de poca monta. También es cierto que compartí algunos cuentos en revistas digitales y físicas. Unos más me atreví a leerlos en voz alta en alguna tertulia insurgentera. ¿Cuál es el lugar de un cuento?

A veces creo que en realidad no quise soltar. No quise que alguien más toqueteara mis textos y les metiera mano con el pretexto de hacerles corrección de estilo. Pude haber sido más tolerante y abierta a la crítica. Al final, el sueño de casi todo escritor es ser publicado por una editorial. Yo pensaba que ese era mi sueño. De alguna manera lo sigue siendo, pero mantengo mis reservas. Para este primer libro me gustó estar en todo el proceso; yo lo parí desde la escritura, me alié con una señorita para que me apoyara a pasarlo a InDesign y le diera forma de libro. Estuve en cada coma y en cada desacierto. Yo misma hablé con la imprenta donde los libros de Murakami son reproducidos por millones. Yo tuve un tiraje cortitito a punto del más grande absurdo como me lo hizo saber la encargada de gestionar los pedidos.

La idea era hacer lo que nunca he hecho, una presentación. Le daría a mi libro lo que yo misma no me he dado; una fiesta de cumpleaños, de nacimiento, de celebración a la existencia. Empecé a buscar lugares, hacer lista de invitados, a planear un sutil menú con bebidas espumosas. Para verlo y cerciorarme de que el libro cumplía con mis expectativas, mandé a imprimir primeramente sólo 10 ejemplares. Después haría el pedido “mayor” y lo llevaría a varias librerías para que lo mostraran. Pero me cayó una pandemia. El mundo se detuvo y dos años después aun no me recupero del aislamiento. Mis inseguridades han aflorado y creo que la gente no tiene tiempo para nada, no creo que tengan tiempo para mi bautizo literario y mucho menos para leer. A estas alturas me daría pena presentar mi libro niño con sus cuentos surreales. ¿Hay tiempo para eso después de reiniciar el mundo?

Así que no hubo fiesta. Me quedé con mi cajita de 10 libros. Un ejemplar se lo di a mi madre que fue la primera en emocionarse más que yo. Otros los he regalado más por compromiso que por gusto y sé que también me los han pedido de igual manera. Los que me quedan siguen guardados, ocultos en la sombra protegida de un cajón. Eso sí, ya puse un ejemplar en mi librero. Me gusta que esté ahí, con su portada negra.

Hace unos días, buscando en los estantes de mis libreros qué llevar para leer, me encontré a mí misma. Me percaté que aunque escribí, reescribí, corregí, edité, aumenté, quité, enumeré y me vi ante la hechura de un inacomodable índice, nunca me había leído así, en formato de libro. Sin pensarlo una mañana a las siete menos veinte, a punto de salir al trabajo, tomé mi libro y lo puse en mi bolso. Iba nerviosa y emocionada. Ya en el Metrobús con un vagón extrañamente vacío fue que tomé mi libro. Hice lo de siempre. Vi con calma la portada. Fui a la contraportada. Miré mi foto, leí la reseña. Me seguí por la página legal y di inicio al primer cuento que se llama La Isla de los Solos. Reí al leerme. Me gusté. No escribo tan mal, me dije. Continué con el siguiente llamado Fruta Espinal y así pasaron cuatro días de leerme para llevar y traer. Mis cuentos soportan bien los buses y los caminos. De repente me surgían unas ganas de decirle a la pasajera de enfrente mire, este libro es mío. Yo lo hice, yo lo escribí con mis propias palabras e imaginaciones. Pero me contenía. Miraba su mirada que no miraba para ningún lado. Miradas ambarinas recargadas de delineador negro. Bocas selladas con sus arrugas arriba de los labios, rostros caídos por la gravedad del tiempo, por la gravedad de la vida, por la necesidad impuesta de ser productivo en lo cuantificable. ¿Por qué se habría de emocionar por un libro que nadie conoce más que yo misma? ¿Sabe usted, querido lector imaginario, que vivo en un país que no lee?

No pierdo el ánimo con todo y que me encuentro vulnerable. Aquí estoy, contenta porque me he declarado escritora en mi propio mundo interior. Ya veré si más adelante logro hacerlo ante el mundo exterior. Estoy esperando destructiva esa voz sádica que de vez en vez me invade diciéndome que no tengo talento, que soy una inútil, que mi vida es una más de entre todas las vidas calladas, pero la voz maldita no llega. Ojalá que no venga nunca más y logre romper de una vez por todas con la maldición que yo misma me he impuesto al creeme una impostora de mi propia vida. Hasta ahora me ha sostenido mi propia literatura. Un poco de narcicismo y amor propio no hace daño. Esperaré. No sé a qué espero, pero aquí estoy, esperando. Quizá a una señal aunque hace mucho dejé de creer en ellas. Quizá me pase lo que me pasaba cuando niña y se me aparezca un ángel con sus alas religiosas y me diga que todo estará bien y logre, por fin, atar correctamente la agujetas de mis zapatos. De niña tenía ángeles. De repente dejaron de aparecer. En su lugar llegaron pájaros.

Nunca pensé hacer un proemio de mi libro. Un libro tímido que a pesar de su brevedad existe. No sé si mi libro trascienda. ¿Cómo lo hará si no lo reproduzco por ningún lado? Soy tímida, igual que mi libro. Pero ahí está, ocupando un lugar en la materia de la vida. Inmortal por diez veces. Quizá alguien además de mi madre lo lea y así, entonces, me sentiré dichosa y completa. ¿Qué es la escritura y la lectura sino las ganas de vencer al tiempo?

Sigo escribiendo. Cambio mis procesos creativos. Me revuelvo la cabeza, de repente abandono más de lo necesario. Postergo pero siempre pienso y pienso en escritura, en personajes, en ideas y temas. Le cuento a usted, querido lector imaginario, que espero que mi próximo libro abra con el cuento de las palomas. ¿Sabía usted que las palomas practican la endogamia y ponen por lo menos dos huevos, cada uno de los cuales es macho y hembra; una Eva y un Adán? ¿Cuál será el fruto prohibido de las palomas que al comerlo las arrojan del paraíso a ciudades como éstas donde sus habitantes homínidos las consideran una plaga?

Arriba, en la azotea donde leo, las miro de cerca, las escucho graznar y sacar su pecho de plumitas grises, reconozco ciertos sonidos y hasta sé que sus relaciones familiares son tan complejas como las relaciones humanas. Arriba también hay un búho enorme de madera que funge como espantapájaros. Ya se imaginará usted de que está llena la pobrecilla estatua. Creo que las palomas, después de todo, son ateas.

6 comentarios sobre “Tiempo pájaro

  1. Leí este texto mientras llueve, llueve en hileras de agua y pienso si habrá palomas por acá. No recuerdo haberlas visto cerca y si sí, deben saber qué hacer cuando caen hiladas de agua. Ya me enteraré después que sus nidos flotan y que sus adanes y evas saben sobrevivir a diluvios. Imaginar qué habrá sido el pecado original de las palomas es trabajo de quienes escriben y quienes imaginan, quizás un día usted pueda escribirlo. En algún sitio escuché, o leí, no recuerdo con claridad, pero sé que no es una conclusión mía, que las aves son máquinas de matar,puro músculo, particularmente las palomas que tienen pectorales hiperdesarrollados, por eso el pecho erguido, por eso el peso al cargar una y por eso es que las comemos, aunque cuando lo hacemos, en el menú dice pichones, no palomas. Uno de los recovecos mentales que las personas crean para, en este caso, no asumir que se comen las palomas del parque.

    Luego de leer los proemios, sabiendo ahora que hay cuentos, tengo el ansia lectora de saber qué hay en ellos. Qué bueno que no haya perdido el ánimo de escribirlos ni de contarlo. ¿Cómo puedo comprar uno de sus libros?

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      1. Hay tanto que leer en la red que puedo decir que al contrario, el agradecimiento lo tenemos quienes buscamos una lectura diferente. He disfrutado bastante los textos que leído y releído. Aunque en pro de la honestidad he de decir que no los he leído todos.

        Imagino que no tiene interés en que su libro quede en manos de un extraño. Respeto eso, hoy en día hacen falta cosas con significado y esta debe ser una de ellas. Si fuera factible leer alguno en la red le agradecería la liga, o si publica uno en este sitio, también. Creo que cuando una persona lee en realidad lee imaginaciones, pero sobre todo, lo que el mundo significa para quien escribe. No en un libro de texto, por supuesto, aunque si le rascamos es probable que hallemos algo. Enhorabuena por la escritura.

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  2. Oh, Melissa, que bonito texto, tan suave como el correr del agua de un arroyo y cada palabra suena como cuando dos piedras chocan entre ellas. También soy de los que no les gusta saludar en las azoteas o en los cafés. Prefiero encerrarme en mi mundo de líneas.
    Alguien me dijo que para trascender hay que escribir, y bueno, yo casi no.lo hago, yo dibujo o a veces compongo una canción. Lo más seguro es que sea olvidado, pero algo dejaré tras mi paso. Y tú también.
    Muestra tu libro a los extraños, a veces uno tiene que hacer un poco de ruido para que lo volteen a ver, aunque sea un instante.
    Mucho éxito con Tiempo Pájaro, que vuele y llegue lejos.

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    1. Qué bonitas palabras, Ernesto. Gracias por tomarte el tiempo para leerme. En estos días de brevedades y mil cosas por hacer y no hacer, el que uno se tome el tiempo con el otro es un halago enorme y se agradece profundamente.

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  3. Perdone la insistencia, pero me gustaría saber qué hay en «Tiempo pájaro». Entiendo que es posible que además del precio del libro haya un costo de envío. ¿Es posible hacerlo por vía depósito a alguna cuenta?

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