El Origen de Todos los Males: Padres y madres autoritarios

Captura de Pantalla 2022-12-10 a la(s) 17.55.10Bibiana Camacho / Cuentos / Editorial Cal y Arena /

Regreso con el tema de los padres, en particular del padre ausente, ese que tengo presente todos los días y que ni siquiera conozco. Un día, de esos jueves que me toca dar clase en un instituto de moda y donde las alumnas me detestan y yo a ellas, pasé por una librería llamada El Sótano. Tenía tiempo y café en mano, así que tratando de evadir toda responsabilidad académica entré al mágico mundo de los libros donde me perdería por cuarenta minutos.

Había de todo. Temas harto interesantes que moría por tener, incluso critiqué la forma en que tienen clasificados los libros, por ejemplo, encontré uno de la fabulosa psicoanalista Shinoda Bolen en la sección de desarrollo personal. What a Hell! Y luego otro de Erich Fromm llamado El lenguaje olvidado (1951) que es sobre los sueños y la relación que tiene con los mitos y el subsconciente colectivo en la sección de magia y tarot. Así que ya verán…. Estaba yo muy angustiada y apunto de dejar mi currículo para que me dieran chance de acomodarles los libros y clasificarlos de una mejor manera. Me pregunto, siempre que veo a los jóvenes acomodando los libros en estas librerías como El péndulo, Gandhi, el mismo Sótano y otras más, qué se necesita para ser un clasificador. ¿Será que tiene que ser un lector activo? ¿Le preguntarán cuántos libros lee al año? ¿Le cuestionarán sobre el último best-seller y cuál es su opinión sobre él? ¿Le pedirán una lista de sus cinco favoritos? ¿Le pedirán que enuncien sus editoriales comerciales e independientes predilectas? No lo creo. De las cosas que menos se preguntan en este mundo es sobre el gusto por los libros. Nunca en ninguna entrevista que he tenido de trabajo relacionada con letras, guionismo o generación de contenidos me han preguntado qué estoy leyendo. En fin…

Entre los estantes con sus clasificaciones desordenadas me encontré el título de El origen de todos los males: Madres y padres autoritarios, cuya compiladora es Bibiana Camacho, a quien admito, no conozco, pero pensé que sería una buena forma de saber de ella y de los demás autores que se encuentran en este librito de la editorial Cal y Arena. La contraportada decía así:“¿Cómo son las figuras paterna y materna de cada uno de nosotros? Quizá no queremos ni saberlo, quizá preferimos esconderlo en los pantanos de la memoria. En varias partes del mundo, incluido México, la figura de los padres y la imagen de la familia suelen ser sagradas. Hablar de ellas puede provocar rupturas y distanciamientos inevitables. Ha ocurrido y seguirá ocurriendo. Los escritores incluidos en esta antología muestran la extraña y oscura red que, a veces, se teje entre padres e hijos”.

¿Qué tal he? Suena casi genial ¿no? Pero yo tuve un error de interpretación quizá provocado por mi propia búsqueda sin sentido, por mi imparable desesperación de tener respuestas sobre esa figura ausente llamada padre a la que quiero darle como a dé lugar una imagen, una identidad, una existencia propia. Así que tomé el libro pensando que leería sobre las relaciones que estos escritores tienen/tuvieron con sus progenitores autoritarios y hasta cierto punto crueles. Nada más equivocado. Para empezar son cuentos, sí, cuentos extraños de autores alternativos casi todos residentes en el norte del país. Dichos cuentos, por lo menos la mayoría, contaban con el humor mexicano. Ya sabe, querido lector imaginario, ese humor propio de nuestra cultura; reírnos de la desgracia propia y ajena, romantizar la pobreza, romantizar la violencia, el lenguaje sencillo a punto de la carencia, finales incomprensibles porque así deben ser los cuentos, giros inesperados donde pensabas que era una cosa y termina siendo otra igual de confusa. En efecto, no me gustó el libro para nada. No juzgo a los autores, juzgo el tema. No tengo la capacidad crítica para decir si los escritores que se encuentran en esta compilación son buenos o no. Lo que sí, y lo digo desde la emoción, pues no es lo que esperaba y acepto totalmente las consecuencias: le puse expectativas que tenían que ver más con mi proceso, que creí ver lo que no había.

Pero con esto de que uno encuentra un oasis en el desierto y probablemente ese oasis sea una mera ilusión, no estaría mal hacer una compilación de escritores o de alguna otra profesión interesante como de maestros, investigadores, actores, científicos o psicólogos que nos cuenten cómo era la relación con sus padres. Al final, somos parte de ese exceso, equilibrio o carencia. Tocar temas como la muerte, el sexo, la pobreza, la vocación, la orientación o preferencia sexual, el futuro, el miedo, el dinero, la migración, la salud mental, el compartir una casa grande, pequeña o muy reducida, el no tener un hogar, en fin… es algo que nos toca a todos y la infancia y la relación con nuestros padres es un velo que cae sobre nuestras cabezas y que vamos resolviendo en nuestra edad adulta y hasta la muerte.

Juan Rulfo quedó huérfano de padres y terminó viviendo en un orfanato, Vargas Llosa apenas si pudo con la ausencia física y psíquica de su padre, Marcel Proust mostró una dependencia frenética hacia su madre quien siempre, antes de dormir, le daba un beso, beso que lo marcó para siempre. Frances, hija de Scott Fitzgerald, odiaba y amaba a su padre ya que se mostraba autoritario y cruel, la poeta Linda Gray Sexton vivió el maltrato emocional y el abuso sexual que sufrió de su propia madre. No podemos no mencionar a Franz Kafka, quien muestra en “Carta al padre” -disponible en la red- la figura del padre autoritario por excelencia, cuyo hijo jamás logrará satisfacer sus expectativas. Charles Dickens aprendió a vivir en plena pobreza y con un padre preso, la autora francesa Delphine de Vigan sobrevivió a un infancia inquieta con una madre suicida y la mexicana Alma Delia Murillo siempre cuestionó el que le dijeran que su padre había muerto cuando no era así. Aquí algunos ejemplos de las infancias. No hay infancia repetida. Cada padre es un mundo habitado por los hijos que en algún momento harán su propio mundo.

Yo puedo decir a grandes rasgos que mi infancia fue buena. Tuve un techo sobre mi cabeza, nunca faltó comida, estudié en diversas escuelas primarias y hasta tuve oportunidad, sin reclamo alguno por el dinero, de cambiarme de carrera universitaria dos veces. Nos mudábamos a cada rato, tuve mascotas y mi madre no era de esas madres controladoras y regañonas que todo el tiempo se la pasan en constante histeria. Me enorgullecía no tenerle miedo a mi mamá como muchas de mis amigas, compañeras de clase y vecinas. Por otro lado, tuve la imagen de un padre trabajador que nunca dijo no a lo que nos faltara. Siempre cumplió con el papel de proveedor y eso que nuestras necesidades conforme crecíamos se fueron haciendo más caras. Nunca una negación por respuesta. Pero sí, mi padre tenía una trabajo absorbente que lo alejaba por semanas o meses de nosotras. Al día de hoy, no sé quién es él y dudo también que él sepa quienes somos nosotras; sus hijas.

En mi infancia no hubo golpes, ni violencia verbal, pero sí mucha inestabilidad emocional y locura. Mucho sufrimiento escondido, muchos secretos, muchos dolores heredados, mucho exilio. Éramos nómadas, migrantes, extranjeros, incapaces de forjar vínculos, sentar raíces, tener familia. Y ahora aquí estamos mis hermanas adultas y yo, tratando desesperadamente de encontrar un lugar en el mundo, ese mundo al que fuimos arrojadas sin explicación alguna, donde ya era necesario, por las prisas de la vida, hacer las cosas sin siquiera un barato manual de sobrevivencia. Ninguna ha perecido en el intento, hasta ahora.

¿Cómo fue tu infancia, querido lector imaginario? ¿Qué le dirías a tus padres? ¿Qué no les dirías? ¿Qué harías diferente para la crianza de tu propia tribu? ¿Quieres tener hijos? ¿Ya los tienes? ¿Cambió tu relación con tu padre y tu madre cuando niño ahora que ya eres mayor?

Tanto qué decir de los padres y ellos de sus padres y los padres de los padres de sus padres. Tanto qué contar, qué sabernos. Quizá sea momento de hablar más con mi madre, de vincularme más con mi padre, de que me conozcan y no sólo ser la hija que juega ese rol periférico, sino tomar posición en las historias que se cruzan. Quizá sea momento de reconstruirnos como personas que por azares del destino, de la biología, de las decisiones pensadas y no pensadas, estamos aquí, compartiendo la vida con el derecho más humano de todos; buscar la felicidad. Quizá mañana, quizá nunca. Quizá.

Un comentario sobre “El Origen de Todos los Males: Padres y madres autoritarios

  1. Vaya que han sido posteos de temas densos y profundos, parecidos a arenales movedizos, quietos hasta que arrojas una piedra sobre ellos y se tragan lo que entra en ellas haciendo olas espesas que desaparecen pronto, quedando de nuevo la superficie lisa. El tema anterior es un tema que raspa la cresta de un problema mayor, de un problema sumergido en arena movediza, el reconocimiento de la mujer en la historia, y en la actualidad, y en la existencia, y en los aportes. Pareciera que hasta ahora en la historia general el hombre es Edison y la mujer Tesla. Quién sabe en qué momento habrá cambiado eso. Hay un libro, no recuerdo cuál porque en realidad es más bien un ensayo antropológico, académico además, que habla de las actividades favorecidas por género, es decir, todas esas actividades que no son expresamente hechas para hombre o mujer, pero que por alguna razón aglomeran en gran porcentaje a un género u otro. No es que alguien lo dicte así, así sucede. Hablemos de la profesión de estilismo, cortes de pelo y salones de belleza que tradicionalmente eran posiciones ocupadas por mujeres, una cosa distinta a la peluquería y barbería, tradicionalmente ocupadas por un señor en toda regla, panzón, bigotón y malhablado. El libro en cuestión pone el dedo en la llaga en que con todo esto del trabajo sin distinción de género los hombres (hablamos de hombres masculinos porque los hombres femeninos ya convivían pacíficamente con las mujeres femeninas en el rubro), los hombres llegaron alegremente a ocupar posiciones de estilistos, modistos (no sastres), enfermeros, porque algo que perdemos de vista es que esas actividades (como enfermero), no eran vista precisamente como algo masculino y por ende, evitadas por los hombres masculinos, pero cuando esas líneas se borraron los hombres masculinos también se pasaron en mayor número a esas actividades y la suposición es que al revés no ha sido en la misma proporción, aunque sí hay más mujeres taxistas (en transporte público y en plataformas como Uber o Cabify), conductoras de camiones de pasajeros e ingenieras. El tema es un pastel gigante y nuestra boca muy pequeña. Tengo una niña prepúber que recién me dijo que podían matarla sólo por ser mujer y detesto que tenga razón, lo dice sin miedo ni afectación, como decir que unos días llueve y otros no, y de alguna manera sé que esto que planteas en tu posteo anterior tiene qué ver con ello, por eso respondí con un escueto “sí es tiempo”, porque esa “desimportancia” histórica, sumada a otros problemas, o enfermedades del ser humano, no sé si mentales o espirituales, nos tienen en un mundo de monstruos, víctimas y observadores. Cuesta mucho enseñarle a una pequeña que lo que importa es lo que piensa y siente y no cómo se ve o qué cosas tiene. No es que no importe, pero son cosas de distinto orden y pienso que el aspecto con el que nos relacionamos con la gente dicta en gran medida el círculo cercano que podemos elegir, si me relaciono a partir de la belleza física me rodearé de personas que aprecien eso de mi, y el resto será secundario, si me relaciono sólo a partir de lo sexual mis relaciones serán endebles, aún es pequeña para abordarlo así y la cuestión es cómo ir contracorriente cuando todo te dice lo contrario, las pantallas en el metrobús, los espectaculares, las revistas, la tele el cine, las caricaturas sin postura de hoy en día… Esto iba en el posteo pasado, si ahora hablo mucho es porque había que procesarlo. Es fácil hablar de lo superfluo, meterse a arena movediza es otra cosa. No es más que una opinión y ni siquiera araña la superficie. Deseo de corazón que se abran los espacios de reconocimiento y que las mujeres tengan la voluntad y ánimo para tomarlos y mantenerlos. No sé si un día se acaben los roles de género, no suena mal, quedarían sólo seres humanos y consecuencias por su comportamiento, no por su género.

    Debe haber algún libro que hable del problema que crean los padres no autoritarios, de alguna manera lo vemos en los memes que hablan de la chancla y la violencia parental como herramienta educativa. A lo que voy es a si lo autoritario es sinónimo de violencia, ¿o en qué espectro cae? ¿Hay padres liberales autoritarios? Seguro sí. La verdad luego de la reseña no se me antoja leerlo, pero me da curiosidad hacerlo para ver desde qué lentes escriben quienes metieron un texto ahí. Perdone, apreciada lectora, que hable de memes como muestra de algo, no pretendo hacer antropología, meramente señalo un síntoma vago. Si tomáramos como cierto cualquier sistema místico, supersticioso, como los rasgos del horóscopo, podríamos decir que las personas conscientes o que trascienden, dejan de tener signo, se convierten en personas hechas por sí mismas, lejos de los arquetipos que los astros (si eso fuera posible), designaron para ellos. En lo terreno ocurre lo mismo, alguien criado en circunstancias que le crean cierto carácter (autoritario), podría dejar de serlo si se observara a sí mismo y por ende, cortaría de tajo las consecuencias a sus hijos o gente que les rodea. Como hijos lo que resta es “perder el signo”, dejar de ser una consecuencia de nuestros padres y resignificarnos a nosotros mismos, si fui hijo de un padre golpeador en algún momento debería de entender que ese rasgo violento no se originó por mi, recayó sobre mi, pero no se originó por mi. Para lograrlo tendría que desprenderme del rol de hijo, asumirme como individuo y no como hijo de alguien. Ponerme en neutral y de ahí empezar a construirme de nuevo. Desaprender, autoconocerse, perdonar porque no importa no por indiferencia, sino porque uno entiende que el padre estaba a merced de sí mismo, sin conocerse ni entender qué pasaba, sólo que no podía decirlo ni siquiera a sí mismo. Y a eso bueno, sumémosle capacidades y rasgos de personalidad. Pura arena movediza. De los desastres de los padres, de sus presencias o ausencias, nos salvamos sólo nosotros mismos, creo que es una entrada a uno de los posibles caminos a la felicidad, que seguro no viene de los tropezones de nuestros padres. Han estado muy buenas estas dos exploraciones de libros.

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