El cuaderno rojo

Paul Auster / Relatos cortos / Editorial ANAGRAMA / 

Captura de Pantalla 2022-12-14 a la(s) 19.06.59Después de un prólogo que me pareció interminable y algo incomprensible, llegué al relato uno de 13 de Paul Auster. No me mal entienda, querido lector imaginario, me gusta leer prólogos, introducciones, proemios, preámbulos, prolegómenos, prefacios, exordios y cuantos paratextos se encuentren antes de dar inicio al capítulo uno de la obra en cuestión, pero esta vez, que tenía en mis manos un libro de contenido breve, apenas 90 páginas, no entendía cómo es que un prólogo pudiera ser más grande que el texto en sí mismo.

El libro a tratar aquí es nada más y nada menos que El cuaderno rojo (1994) de Paul Auster. Libro que Luis me trajo de un planeta llamado Barcelona y que yo aprecié muchísimo, porque lo mejor que me pueden regalar son libros. Como bien decía la doña de México, María Félix; “A mí no me gusta que me regalen flores, duran un día y hay que agradecerlas para siempre”. Así yo, no flores, por favor, mejor libros, duran para siempre y uno no se cansa de agradecer un buen título.

Desde hacía ya algunos meses tenía curiosidad por leer a Paul Auster. Respecto a este autor soy algo como un lector periférico, sé de sus obras, de su vida, de sus amores y hasta me enteré de la tragedia que tocó a su puerta en abril de este año (2022). ¿La conoce usted? Sin duda un tema sensible y terrible. Su hijo, Daniel Auster, murió de una sobredosis después de haber sido acusado de la muerte de su pequeña de 10 meses de edad. No me imagino sopesar una situación como esa.

Paul Auster es un escritor norteamericano con un amplio carrusel de publicaciones y reconocimientos. Entre sus obras más aclamadas se encuentran Leviatán (1992), Un hombre en la oscuridad (2008) y La trilogía de Nueva York (1985). En lo personal ando en la búsqueda de la novela postapocalíptica El país de las últimas cosas (1987) que encontré a manera de recomendación indirecta en El infinito en un junco (2019) de Irene Vallejo. Habla sobre la ruinas, la memoria, el rencuentro y, quizá, la esperanza. Pero librería a la que voy me dice que está agotado. Aún no soy experta en esas cosas de Amazon, donde seguramente estará disponible. Además quiero leerlo físicamente, no en formato digital.

Como mencioné en párrafos anteriores, Luis tuvo que salir del país por cuestiones laborales y ante su personalidad generosa y amorosa me trajo muchos regalos. De su maleta sacaba títulos maravillosos como La gran invención (2019) de Silvia Ferrara que trata sobre una de las creaciones más importantes de la humanidad: la escritura. También estaba por ahí un buen libro de feminismo y un par de libros de Freud para completar la colección. Pero vayamos con el libro en cuestión: El cuaderno rojo.

No sabía qué esperar, tampoco es que el título me llamara la atención, pero es Paul Auster, algo dirá, me dije y sí. Habla sobre las casualidades y vaya que este escritor ha tenido muchas. Cuenta, a través de 13 relatos, coincidencias maravillosas que le regaló el destino como el encuentro con viejos amigos en los lugares menos probables del mundo, el estar a punto de morir de hambre y que, de la nada, el mecenas rico aparezca para invitarte al mejor restaurante y además con una propuesta de trabajo, o el caso de un soldado serbio —tío de su amigo— que luchaba contra la ocupación nazi y se vio en tres situaciones donde estuvo a punto de perder la vida, en una de esas, terminó con una familia de campesinos sintiéndose mejor de las heridas porque fue curado con grasa de cerdo. Ante esta tercera oportunidad de sobrevivir una guerra y sus torturas físicas y emocionales, el soldado dejó todo atrás y se instaló en Chicago donde pasó el resto de sus días como un agente de seguros. También nos comparte la vez que encontró esos diez centavos que justo había perdido un par de días antes, o la ocasión en que salvó a una niña de ser atropellada y él estuvo en el momento justo para su rescate. La niña en cuestión, a quien vio años después pues era la hija de una muy buena amiga, no se acordaba para nada del evento.

De las coincidencias más fenomenales que tuvo y lo llevó a ser el escritor que hoy es, fue que un día, mientras estaba en su estudio en Nueva York, muy entrada la noche sonó el teléfono. Auster atiende la llamada. Era un hombre que preguntaba por la agencia de detectives Pinkerton. El escritor le explicó que se había equivocado de número. A la noche siguiente, la llamada se repitió y la respuesta fue la misma. Intrigado, comenzó a preguntarse qué habría sucedido si hubiera fingido que aquel número correspondía a la agencia de detectives y él era uno de ellos. Así comenzó Ciudad de Cristal.

Me pregunto qué casualidades he tenido en mi vida. Justo ahora se me ocurre esta: Un día, platicando con la mamá de Luis, le contaba que parte de mi infancia la viví en un pueblito llamado Atlixco, Puebla, y que estudié en una escuela de niñas llamada Antonio Garfias. Aún recordaba la canción de la escuela al momento de hacer filas y el uniforme que era un vestidito verde y cuello redondo blanco. Bueno, la señora también había estudiado ahí la primaria.

Otra coincidencia que no sé si es lo mismo que casualidad en mi vida fue… bueno, más bien fue una confusión. Cuando tenía 16 años me gustaba un chico que se llamaba Pepe. Un chico muy tímido más yo muy tímida, simplemente la comunicación era nula. Un día, suena el teléfono y resultó ser Pepe que me invitaba al cine. No cabía de la emoción. El día había llegado, quedó de pasar por mí. Al sonar el timbre y abrir la puerta me llevé una gran sorpresa. Sí era Pepe, pero no el Pepe que yo esperaba, sino el Pepe vecino que me caía súper mal por escandaloso y pesado.

La coincidencia más grande de mi vida es que mi padre y yo cumplimos años el mismo día. Muchas veces me he preguntado si es mi verdadera fecha de nacimiento porque si le contara, querido lector imaginario, he pasado por varios actas de nacimiento, varios apellidos y varios lugares donde se supone nací. Pero lo dejaré como eso, una linda coincidencia del Universo, el cual me reniego a pensar que toda esa energía cósmica que está fuera de este mundo terrestre existe únicamente para satisfacer el pensamiento centrista del ser humano. Gracias, Paulo Coelho, por decir que el Universo conspira a nuestro favor en tus libros de superación personal.

Pensaré en coincidencias, las tendré más presentes. ¿Qué sería de la vida sin ellas? El psicoanálisis dice que no existen de forma azarosa, que nuestro subconsciente siempre travieso y caótico las llama para externar algo que se encuentra más que oculto. ¿Usted, querido lector imaginario, qué coincidencias ha vivido? Busqué coincidencias históricas en Internet y encontré muchísimas, como la relación entre Abraham Lincoln y John F. Kennedy, pero algunas que llamaron mi atención tienen que ver con la literatura, por ejemplo, se dice que Shakespeare y Cervantes, los dos grandes de la lengua anglo y castellana, murieron el 23 de abril de 1616 y ambos aportaron palabras nuevas al lenguaje. En 1920 la novelista Anne Parris encontró en una librería del viejo ese libro que había perdido en la infancia y que añoraba con mucho recelo. Edgar Allan Poe escribió una historia en 1838 donde un grupo de marineros se come a un grumet llamado Richard Parker (sí, también hay una película donde un tigre se llama así) y resulta que en 1892, esa historia ficticia se hace real. Algo así también sucedió con el Titánic. En 1892 Morgan Robertson escribió sobre un barco llamado Titán y 20 años después surge la gran catástrofe que cobró más de mil 500 vidas.

No sé si el tema de las coincidencias me gusta, me parece un poco paranoico, pero si no hubiera sido por El cuaderno rojo quizá nunca lo hubiera pensado. Seguiré buscando esos libros agotados de Paul Auster. Espero pronto hacer un proemio de El país de las últimas cosas. En una de esas y lo encuentro gracias a una afortunada casualidad.

Un comentario sobre “El cuaderno rojo

  1. Sólo paso a dejar un feliz año tardío, lleno de libros y momentos que le obsequien un destello de maravilla, a usted, y por supuesto, a las personas que le rodean. Buen 2023.

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