El pequeño libro del lenguaje

David Crystal / Ensayo / Bibliotecanueva

348$MXN / 305 págs / Todas las librerías


¿Quién es uno sin el lenguaje? ¿Quién es el otro? ¿Hasta dónde llegan las palabras? ¿Lo abarcan todo? ¿Cuáles son sus límites? El lenguaje, querido lector imaginario, es lo que nos permite compartir y expandir nuestro mundo. Sí, el tuyo, el mío, el nuestro. No quiero ponerme tirana y decir que el lenguaje lo es todo, pero humildemente, sí lo es. Y así como no conozco todo el lenguaje ni todas las palabras, me queda decir que el lenguaje es identidad; es pasado, es presente y es futuro.

Podría dar cientos de datos curiosos sobre la lengua y el lenguaje. A todos nos gusta saber cositas, pero la Lingüística es mucho más que eso; entenderla, o por lo menos acercarse a ella como ciencia, nos permite saber cómo se construye el ser humano. El registro de la lengua es un telescopio que nos da oportunidad de observar el entramado de nuestra historia hasta los días actuales. Las palabras evolucionan. La lengua está viva y en constante cambio. Sin las palabras no hubiéramos llegado a la Luna. Sin el lenguaje, la Física Cuántica no hubiera encontrado esas bolitas tan minúsculas llamadas partículas asimétricas que forman la antimateria. El lenguaje, que es el mundo donde viven las palabras, es el instrumento primordial de estos homos sapiens sapiens que somos.

David Crystal es uno de los lingüistas más reconocidos a nivel mundial. Ha escrito cerca de cien libros sobre la lengua. En sus tiempos libres es profesor de Lingüística en la Universidad de Gales.

Las palabras, cuando se les usa psico-mágicamente, dejan de ser una herramienta técnica. Se convierten en una fauna viva, con vicios, miedos y rutinas domésticas. Ellas, para mí, tienen una vida privada y propia que uno, como “usuario”, apenas alcanza a vislumbrar. Recordemos que nombrar algo no es poseerlo.

No tengo mucho más qué decir en este proemio que no haya dicho ya en Somos lo que hablamos;El infinito en un junco; La ciudad de las palabras; Cómo Pinocho aprendió a leer; La gran invención; Palabrología;El lenguaje olvidado; Enseñar hablar a un monstruo y varios más.

Lea este libro si quiere saber más sobre lo maravilloso que es el lenguaje. Y obvio, le recomiendo el presente texto de David Crystal, un lingüista británico que cuenta malos chistes, pero que saber hablar de palabras. El libro es denso, pero amable.


Dejo por acá este pequeño texto escrito por mí. Ojalá que le guste, querido lector imaginario.

La vida privada de las palabras

Te diré algo que me dijeron las palabras: les gusta que las mires con cuidado y de cerquita, que veas a golpe de lupa su propia identidad. Hay algunas que son madres y tienen semillas en su interior como las mandarinas. Otras son de personalidad cuatrera; toman sin permiso los listones rojos de las mujeres amorosas. Están las que viven cerca de los bosques y lo clasifican todo: desde un abedul tierno hasta los salmones de aguas dulces que tanto encanta a los osos.

Existen las serenas, que desde su historia primitiva saben —con precisión filosófica— sobre ninfas, lipogramas y escaleras. Sé de algunas que tienen arranques de ira, conocen de artillería pesada y dinamitan la guerra sin escupir balas, pero sí ofensas.

Están las ancianas que rescatan lémures. Ellas habitan entre santos de madera que sostienen velas prendidas para honrar a los abecedarios acaecidos. Las míticas, por otro lado (que parecen quiromantes), muestran su curvatura para probar que los cíclopes existen tanto en las montañas como en las enciclopedias.

No pueden faltar las viajeras, que con sus mochilas llenas de sopas enlatadas caminan sin descanso para crear nuevos senderos. No olvides a las que no se pronuncian, se encierran tímidas sobre sí mismas y duermen dulcemente debajo del azúcar, en el tarro olvidado de la alacena de una cocina vieja.

Hay palabras que toman café y otras prefieren tequila. Van al baño a hacer sus necesidades de palabras y sueñan con otras palabras bajo la regadera. Tú puedes decir la palabra “llave” y ella, bien educada como es, cumplirá su función de llave. Pero en su imaginario es más que metal: es una palabra que canta como Edith Piaf, es polinesia de nacimiento y colecciona botones en una taza de cerámica. Las hay suicidas, arrebatadas, y las que piensan que el “escribidor” es un demente.

Hay palabras niñas que buscan su primer beso y palabras como tijeras que cortan hojas y cartulinas, incluso decapitan a otras palabras porque están celosas de la palabra inmaculada. Ten cuidado con la palabra “mañana”, es una mentirosa profesional que siempre llega tarde y se esconde detrás de las cortinas. Vigila a la palabra “silencio”, aunque parece vacía, es la que más equipaje carga. Suele quedarse a dormir en el sofá cuando todas las demás se han ido a la cama y va de puntitas absorbiéndolo todo, hasta el aire que es de nadie.

Existen palabras para todo. Míralas bien. Escúchalas: ellas dicen más de lo que representan.

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