Somos lo que hablamos

Captura de Pantalla 2023-07-22 a la(s) 19.32.41Luis Rojas / Ensayo / DeBolsillo

Costo: 249MXN / Pasta blanda / Librería El Sótano

La comunicación en un concepto genérico se ha entendido como transmisión de la información que se da entre un emisor hacia un receptor mediante un código común. Bien, hasta aquí lo que nos han enseñado en secundaria, preparatoria y universidad es correcto. Pero como comunicóloga y alguien que se dedica a comunicar gran parte del tiempo de manera profesional y personal, puedo decir que la comunicación es una cualidad emocional y racional que surge ante la necesidad de ponernos en contacto con los demás y, aunque muy cualidad y muy necesidad, la mayoría de las personas están/estamos muy lejos de siquiera llevar un proceso comunicativo medianamente sano o eficiente.

Para tratar de explicarlo hablaré de un autor llamado Luis Rojas Marcos que si bien no se dedica a la comunicación como tal, sí habla de ella en su libro Somos lo que hablamos. El poder terapéutico de hablar y hablarnos (2023) donde cuenta —en parte— su experiencia en hospitales públicos y cómo la comunicación ha sido fundamental para conocer el padecimiento, dar un diagnóstico y así diseñar un tratamiento preciso para el paciente, sobre todo en enfermedades de carácter mental. Él es psiquiatra y también le hace a la salud pública. Aunque sevillano de nacimiento, reside en Nueva York desde los noventa y como hablante nativo del español, cuenta todas las penurias —algunas divertidas y otras no tanto—que tuvo que sobrellevar mientras se hacía a una lengua ajena.

Pues bien, para empezar, hablar no es comunicar. Todos sabemos hablar, se nos enseña desde pequeños a través de un acto imitador. La cosa es que conforme vamos creciendo, el habla se va haciendo más compleja, y es ahí donde entra la comuniqueishon. La palabra Comunicación, como muchas otras palabras de nuestra lengua, viene del latín. Comunicación es igual a comunicare, que significa compartir, comparar, comunidad, hacer común. Parece fácil ¿verdad?, hacer común algo para que el otro lo mire más o menos desde el ángulo en que yo lo miro. Pero no, no es así. Todos los seres humanos hemos presentado problemillas co-mu-ni-ca-ti-vos.

Como escritora que quiero ser y que aún no logro que ninguna editorial me haga caso, me dedico a la docencia. Sí, tanto me gustó que hasta hice un posgrado en Educación. Doy materias geniales que a su vez me permiten a mí misma no olvidar lo que quiero hacer de mi vida creativa. Imparto Narrativa, Escritura Creativa, Corrientes Literarias y Redacción, pero hay una, una que no tolero y es obligatoria para todo aquellos jóvenes y jóvenas que quieran pasar por una licenciatura: Comunicación Oral y Escrita. ¡The Horror!

Y ahí estamos los pobres y bien intencionados maestros de Comunicación, Periodismo, Literatura, Filosofía y hasta Filología dando esta materia una vez a la semana, con una duración de dos tristes horas, en tronco común, absorbidos por un grupo que a veces supera las 70 almas. ¿Dónde está la pesadilla en todo esto? Que nadie de los nadie que conozco quiere aprender a comunicarse porque creen que con poder hablar es suficiente. Todos llegan con una predisposición a cursar una materia paja, de colchón, de amentis, de algo-que-no-me-va-a-servir-en-mi-carrera-porque-voy-para-mecatrónica. Y así hasta el fin de los tiempos.

Esta materia, que podría ser preciosa y muy valorada, yo la imparto especialmente a los estudiantes de ciencias de la salud. Sip, así es, tengo en mi salón jóvenes de Enfermería, Nutrición, Fisioterapia y me falta uno. ¿Cuál? ¿Cuál? Se me fue de la mente. Bueno, yo pensaba que esas mentecillas más estructuradas valorarían mejor una materia como ésta justo por la relación que van a desarrollar con sus pacientes. Pero no. Nada de nada. Les da pánico hablar, sudan y lloran al enterarse de que van a exponer frente a un grupo. Me miran con ojos de tortura cuando les explico la importancia de expresarse correctamente y cuáles son las cositas que no deben olvidar. Simplemente me dicen, los que más o menos se atreven a articular palabra, que eso ya lo improvisarán cuando sea necesario. No les cabe en sus hermosas cabezas rizadas que la comunicación para que funcione no debe ser improvisada.

En mi preocupación desesperada y en un honesto compromiso hacia el conocimiento y los futuros profesionales de la salud, me di a la tarea de buscar información más fresca y no tanto de librito de escuela. Y di con esta joyita que me ha ayudado a darle a la comunicación una perspectiva más actual, por lo menos en temas de sanidad.

Para empezar, este autor empieza diciendo que hablar y hablar bien (comunicación) es considerado hoy en día una medicina de la calidad de vida. Recordemos que la OMS declaró que la salud es el estado completo de bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedades. Tonces, la comunicación toma una nueva participación en todo esto de sentirse y estar bien.

Muchos han sido los medicamentos considerados como medicina de la calidad de vida. No olvidemos la pastilla anticonceptiva que desde hace 63 años dio a la mujer decisión sobre su cuerpo al evitar embarazos no deseados, también las/nos empoderó cambiando la autoestima de muchas de ellas/nosotras al tener sobre sí mismas el control de su sexualidad. Otro medicamento similar es la pildorita azul, la célebre viagra que no creo necesario explicar para que funciona. Y así se fueron sumando más y más productos que permiten a la persona mantenerse sana, bella, fuerte, vital. Sí, la comunicación entra ya en este paquete.

¿Sabía usted, querido lector imaginario, que se han llevado a cabo estudios que han demostrado que las personas longevas son longevas porque son felices? ¿A qué se debe esa felicidad? A que saben comunicarse. A que cuentan lo que les pasan, dicen lo que sienten, se manifiestan, se expresan y eso se visualiza en una vejez nada despreciable.

Dentro de la materia que todos odian, el temario indica explicar tantas cosas de manera teórica que se vuelve simplemente aburrido y de paso confuso. De lo que más me gusta rescatar y aquí el doctor Rojas me da la razón o bien, coincido con él, es sobre la herramienta tan poderosa que es la comunicación pública que, como su nombre lo indica, va hacia afuera, sirve para convencer a través del discurso y utiliza recursos diferentes que la comunicación privada, que es la que está dentro de nosotros, ese monólogo interno que tenemos con nosotros mismos y nos permite reflexionar, analizar, sentir. Acá entre nos, le comparto que me llevo tan bien conmigo misma internamente, que me cuento chistes mentales cuando mi día ha sido pesado o ya de plano insoportable. Lo mejor de todo es que me funciona. ¿Qué le dice un gusano a otro gusano? Ahorita vengo, me voy a dar una vuelta a la manzana.

Dentro de la comunicación intra e interpersonal se da el lenguaje metafórico y el lenguaje literal. Si bien son funciones que llevamos como hablantes todos los días, resulta interesante analizarlas no sólo para darnos a entender mejor, sino para maravillarnos de la herramienta poderosa que es la palabra. El lenguaje es imaginación, un simil de la realidad. Si usted se fija, todo el tiempo andamos comparando cosas reales con cosas imaginarias para lograr que el otro nos entienda. Cuando dice: Corrió tan rápido como una gacela para llegar a tiempo a la cita… Adivine qué es lo real y qué lo imaginario. ¿Qué opinaría este famoso teórico de la comunicación llamado Marshal MacLuhan cuya teoría sostiene que todo lo que el ser humano inventa, crea o adapta termina siendo una extensión de nosotros mismos?

En México estamos la mayoría de los hablantes de español. Somos nada más y nada menos que 130 millones de habitantes. El español es hablado por casi 400 millones en el mundo, así que hagamos números, ocupamos un poquito más de la tercera parte de los usuarios de esta lengua. Digo esto porque el español tiene aproximadamente 88 mil palabras, de las cuales sólo 30 mil están recogidas en diccionarios y para sorpresa estadística, una familia de bajo nivel socioeconómico conoce sólo unas 650 palabras, mientras que una familia cuyos integrantes estén más preparados lograrán emitir hasta dos mil cien palabras. Descifrar el mundo, los sentimientos las emociones, los descubrimientos, los miedos, los dolores con solo 650 palabras es muy frustrante y el no poder hacerlo puede llevar a la violencia física.

Cuando les comparto esto a mis alumnos se quedan con el ojo cuadrado. Sí, reconocen que no se comunican y que eso es considerado una falta de competencia laboral, pero tampoco es que por ahora les preocupe mucho. Algunos me preguntan cómo pueden mejorar o aumentar su léxico y por ello su comunicación. La respuesta les parece espantosa. ¿Cuál cree que sea, querido lector imaginario, el secreto para tener una comunicación más bonita, más entrañable, más directa o más precisa? Sí, el hábito de la lectura. Pero ese es otro tema del que hablaremos en otra ocasión.

Para formar buenos comunicadores, es importante que papás, mamás y guías expongan al niño al lenguaje hablado durante los primeros cinco años, de lo contrario, lo más probable es que nunca el pequeñito logre comunicarse con fluidez. De igual manera, es vital que el niñito en cuestión también sea oyente. ¿Esto que significa? Que se le lea en algún momento del día textos acorde a su edad para que aprenda a imaginar. ¿Qué seríamos sin la imaginación? Sin esta facultad no hubiera sido posible el mundo que hoy habitamos. Imaginar es ver con ojos mentales. Es representar las imágenes de las cosas en la mente, lo que lo llevará a producir ideas que con ingenio pueden concluir en la materialidad física, artística o intelectual. Un niño que no es expuesto a la lectura carecerá de imaginación o bien, tendrá una imaginación limitada, una imaginación de poca propuesta; habitará solo en las primeras ideas y, seamos honestos, las primeras ideas se les ocurren a todo el mundo.

Otro tema que se ve mucho en Comunicación es la personalidad introvertida y extrovertida de quien emite el mensaje. Cuando le pregunto a mis alumnos a qué categoría pertenecen, casualmente todos son introvertidos porque piensan que eso les ayudará a no pasar al frente a contar una anécodota o hablar de algún punto de interés que quieran compartir, pero apenas los dejo cinco minutos solos en el salón, empiezan hablar y a reír y a socializar, demostrando que de introvertidos nada tienen. La introversión y la extroversión es una parte fundamental al momento de comunicar. Vivimos en una sociedad que presta más atención a los extrovertidos. Pensamos que los líderes tienen que tener esta característica que normalmente es heredada por vía genética. Si nos fijamos bien en la historia, resulta que los grandes oradores y pensadores que han cambiado el mundo resultan del bando contrario.

Identificar a qué fenotipo pertenecemos al momento de transmitir, nos permitirá fortalecer nuestras relaciones, hacer más próspero el mensaje y a sentirnos más seguros de nosotros mismos. No se trata de hablar automáticamente. Normalmente ahí fallaremos y estaremos una y otra vez tratando de decir las cosas aunado a que mandaremos un mensaje incompleto con la esperanza de que el otro lo entienda. ¿Quién es el otro? Ese es otro gran tema en temas de comunicación.

Hasta aquí la dejo porque ya no me alcanza el espacio y el tema es vasto, tan vasto como los 50 mil años que llevamos siendo humanos modernos. Recomiendo este libro para todo aquel que quiera aprender un poquito sobre qué es hablar bien y hacia dónde nos puede llevar esta herramienta de la que pocos pueden ver su poder.

Espero que algún día la materia obligatoria de Comunicación Oral y Escrita deje de ser considerada una asignatura de relleno. Que las autoridades competentes indiquen a las universidades darle más horas, pues tiene un temario extenso que es imposible cumplir con buen ánimo. Y que además, ya no se estudie en salones sobrepoblados. También quisiera que de una vez por todas no se trate a la comunicación como una cosa teórica. Su identidad es otra. La comunicación es práctica, es reflexión, es intelectualización, es compartir, es interacción, es ensayo y error, es autoconocimiento, es  la oportunidad de transformarlo todo.

Comunicar favorece la buena salud, la vitalidad y la longevidad. De ahí que promover esta forma de expresión constituya una parte de lo que llamamos «Medicina de la calidad de vida», la medicina que va más allá de curar enfermedades, fomenta las actividades y favorece nuestro bienestar físico, psicológico y social. ¡Y es gratis!

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