Migraña en racimos

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Francisco Hinojosa / Ensayo / Almadía

180MXN / 150 págs / Feria de Remates en Revolución

Quién diría que mi último proemio del 2023 sería sobre la migraña en racimos, padecimiento que afecta a una de cada mil personas. Se caracteriza por un dolor incapacitante que dura entre los 15 minutos a las tres horas, aunque el autor, Francisco Hinojosa, quien es víctima de este mal, dice que en ocasiones puede extenderse por días. Algunos de los testimonios mencionan que es tan severo el dolor, que se cae en la desesperanza y se piensa, incluso, en el suicidio.

Todos hemos sentido dolor de cabeza alguna vez, tomamos una pastilla o bien, nos damos cuenta de que estamos deshidratados y corremos por un vaso de agua para aminorar el malestar para así seguir con nuestra vida. Hasta aquí son las ligas menores, luego le siguen las ligas intermedias representadas por una migraña común que, aunque es común, es altamente dolorosa.

En lo personal la padezco desde muy joven. Uno no quiere saber nada de nada ni de nadie. El dolor es para volverse loco, todo gira, la cabeza pesa, los ojos duelen, incluso los dientes se sienten alterados. No tolero la luz ni las voces, no soporto que me toquen porque siento el roce en cada poro de mi piel también adolorida. Solo quiero un espacio quieto donde acomodar mi cuerpo y esperar a que la tortura cese.

DOLOR A GRANEL

La migraña común afecta, según la Secretaría de Salud, al 14% de la población mexicana y es la más estudiada en medicina. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que es una de las 20 enfermedades más debilitantes, pero, ¿qué pasa con la cefalea en racimos? También llamada migraña en brote, cefalea de Horton, Cluster en racimos y otras derivaciones más.

La migraña en racimos, bajo palabras del autor que escribe este libro donde nos cuenta todo lo que vive un hortoniano, es un conjunto de dolencias crónicas y trastornos fisiológicos. Se caracteriza por síntomas agresivos donde destaca el dolor de cabeza unilateral, lagrimeo y enrojecimientos de los ojos, congestión nasal, contracción de la pupila, caída del párpado, sudoración excesiva en el rostro, irritabilidad e intolerancia exagerada hacia la luz y el sonido.

El doliente suele padecerla especialmente en la noche, a la hora u hora y media después de haberse dormido. Se van presentando en grupo, incluso pueden sumar hasta 12 brotes. El dolor es tan abrupto, que llega a su punto álgido en tan solo unos minutos y de igual manera puede desaparecer, aunque será por un corto tiempo, tarde que temprano hará su manifestación de nuevo y de ahí la incertidumbre. ¿Cuándo invadirá otra vez? ¿Será en unos minutos, una semana, un mes, un año?

LA HERENCIA DE HORTON

El autor nos cuenta todo lo que ha tenido que hacer para encontrar una solución. La ciencia no alcanza. No hay medicamento o tratamiento como tal, cada hortoniano, según sus recursos y capacidades, buscará la manera de sobrellevar este mal del que se tiene muy poca información porque las farmacéuticas no lo ven como una enfermedad rentable debido a la poca población que la sufre.

Hinojosa nos comparte que su padre la padecía, por lo que queda claro que se genera por línea genética. Su hermano y él también les tocó esta torturante herencia de sangre. A manera de divulgación, nos cuenta de forma clara y ordenada, que esta enfermedad es tan desgastante que uno cae en las situaciones más increíbles con tal de conseguir una cura, o ya de perdida aferrarse a una esperanza que ayude a aminorar esta sentencia congénita.

De entre los caminos que el padre del autor anduvo para paliar el dolor, más allá de la convencional cita con el neurólogo y las pruebas pertinentes, fue la contratación de servicios de quirománticos, tarotistas, acupunturistas y psicoanalistas. El hijo, quien es el autor, por su lado, hizo uso de las meditaciones, tai-chi, enemas, uso de oxígeno, baños calientes, meter los pies en palanganas con agua hirviendo, terapias radiónicas, hipnosis, remedios como tecitos de hierba de San Juan, masajes cervicales y más neurólogos y más rayos X.

Hinojosa nos habla de la soledad que se siente al experimentar un dolor tan poco conocido e investigado que, prácticamente, te paraliza la vida. Un día, como buen escritor de libros juveniles e infantiles, recibió un regalo que pareciera “común” a los escritores; un libro. Usted de seguro pensará que a los escritores nos encanta que nos regalen libros. Pues no, no y no.

Le cuento rápido como está la cosa con el tema de regalar libros. Normalmente un amigo de escritor que no es escritor se equivocará al regalar un libro. No es que todos los títulos nos gusten o queramos leer cuanto cae en nuestras manos. Somos selectivos, pues estamos conscientes de que la vida no alcanzará para leer todo lo que uno quiere leer, así que no perdemos tiempo en libros que no sean de nuestro completo y absoluto interés.

Hace mucho, un amigo que se dedicaba a las ventas, se enteró de que era mi cumpleaños, así que salió de la oficina y fue al Sanborns de la esquina. Pocos minutos después llegó con la saga Crepúsculo envuelta en vistosas bolsas brillantes. ¿Qué le puedo decir, querido lector imaginario? No es que considere los libros malos, solo que… digamos que mi fase vampírica había pasado hacía mucho, mucho tiempo y era más del clan Anne Rice que Stephenie Meyer.

SACKS Y OTROS REMEDIOS

Regreso a Hinojosa y su cefalea en racimos. El autor nos cuenta que un día, un amigo le regaló un libro de Oliver Sacks llamado Migraña publicado en 1997. Sacks fue un neurólogo y escritor británico aficionado a la química y divulgador de la ciencia, en particular de aquellas enfermedades o condiciones que necesitaban visibilización como el autismo, alucinaciones musicales, sordera, Tourette, migraña y más.

El autor nos cuenta que el libro al principio no llamó su atención, al parecer su amigo no era un especialista para saber qué es buena literatura y qué no, sin embargo, después de vivir un episodio y ante su desesperación por no encontrar un momento de paz, fue al libro de Sacks que tenía aún sin abrir en el librero. Ahí encontró respuestas sobre su mal. El libro, entonces, se convirtió en un gran regalo.

En el prólogo de la edición revisada, el neurólogo dice que el paciente no quedará curado de la migraña bastarda, pero al menos sabrá lo que tiene, qué significa y ya no estará atenazado de miedo, y es que tiene sentido, pues aún muchas personas que padecen este mal no reciben un diagnóstico adecuado, su dolor queda reducido a una simple migraña mal tratada.

Si usted ha leído mis proemios anteriores, se dará cuenta que algunas de mis lecturas son sobre el dolor. No explicaré de más, pero me causa fascinación como el ser humano cuando siente dolor hace uso del lenguaje metafórico para intentar explicar eso que a cada uno nos toca de manera distinta y personal. Aquí le comparto un fragmento del autor referente a su migraña hortoniana:

Me llevo las manos a la cabeza, y con las yemas de los dedos palpo las venas que corren al lado de los ojos: están latiendo desesperadamente, temblando como locas. Siento espinas que se me van hundiendo en los ojos, me los traspasan y llegan al cerebro, hasta que la migraña parece un látigo que ondea con chasquidos silenciosos. Los latigazos me recorren ya toda la cabeza, me hacen saltar los ojos, rebotan contra las paredes del cráneo, más vigorosos cuanto más palidecen los amarillos y los azules, cuantos más se opacan, como esos crepúsculos en que hay nubes incandescentes que poco a poco pasan del amarillo cromo hasta un rojo grisáceo y acaban por confundirse con el pardo general que a su vez pasará luego al negro de la noche.

Davis Morris, en La cultura del dolor, dice que el dolor no es sensación, sino percepción. Las sensaciones como el calor o el frío se pueden experimentar con el más elemental sistema nervioso. En cambio, las percepciones requieren mentes y emociones y no solo nervios. Por su parte, Susan Sontag, a quien ya he citado con este mismo tema del dolor físico, lo define como el lado nocturno de la vida. Todos, al nacer, nos otorgan una doble ciudadanía, la del reino de los sanos y la del reino de los enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde que temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, al menos por un tiempo, como un ciudadano de aquel otro lugar.

¿Y LOS OTROS?

Personalidades como Kafka, Julio Cortázar, Salvador Elizondo, el emperador romano Julio César, Edgar Alla Poe, Lewis Carroll, Nietzsche y el mismísimo Immanuel Kant padecieron migraña en racimos. Cada uno de ellos, desde sus metáforas y su tiempo, las han descrito en sus diarios como un látigo que azota cuando menos te lo esperas.

El 19 de abril se conmemora el día internacional del dolor de cabeza, el 12 de septiembre el día mundial de la migraña y el 21 de marzo está dedicado a la cefalea en racimos. He buscado en Internet espacios donde las personas que padecen esta enfermedad puedan compartir sus experiencias y brindarse ayuda mutua, pero no he encontrado nada, si acaso asociaciones civiles conformadas por neurólogos que buscan mejorar la calidad de vida del migrañoso, pero hasta ahí.

¿Usted qué opina, querido lector imaginario, será que el dolor se deba vivir en solitario? ¿Por qué no hacer comunidades del dolor?¿Ha sentido ese dolor en racimos? ¿Qué dolores lo aquejan? ¿Qué dolores ha heredado? ¿De qué dolor sufre?

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