Chiquita

Antonio Orlando Rodríguez / Novela / Alfaguara

339MXN / 517 págs / Librería Educal

1630 palabras / Tiempo de lectura: 10 minutos

Cuando uno es lector desarrolla buena memoria, eso quiero pensar. En mi caso así ha sido con todo y el diagnóstico de TDAh. Sí, olvido tomar agua, cerrar las tapas de los frascos, las llaves, el celular, el USB del que supuestamente “dependo” para dar mis clases. En fin, olvido muchas cosas, peeero nuncamente olvidaré un libro.

La literatura y la memoria van de la mano. Amo esa memoria ficcional porque tengo a mi disposición pasajes, sensaciones, frases y personajes que me resultaron fascinantes y que relaciono con cierta rapidez para enriquecer mi propia experiencia. Recuerdo mucho de lo leído, por ello, ahora que recién terminé el libro de Antonio Orlando Rodríguez llamado Chiquita, es que ha llegado a mi mente y a este proemio un personaje genial que tiene por nombre Natanael. Lo sé, parece que no voy a ningún lado, pero prometo llegar a un lugar.

¿QUIÉN ES CHIQUITA?

Chiquita es una novela larga contada en segunda persona. Desde ahí empezamos con genialidades. Recordemos que la segunda persona es un narrador poco utilizado hoy en día justo por su complejidad y aparente limitancia. La otra genialidad es que uno, como lector, se descubre rápidamente como parte activa de la historia pues ésta se presenta en tono de “chismecito rico”. Quien describe las maromas de la protagonista es su secretario, cuyo trabajo es transcribir los diarios de su patrona, sin embargo, este mecanógrafo mete su cuchara siempre que tiene oportunidad.

El drama se entrecruza entre la novela histórica y las memorias íntimas de Espiridiona Cenda del Castillo, una mujer que medía tan sólo 26 pulgadas, algo así como 66 centímetros. ¡Puede creerlo, querido lector imaginario! ¡66 centímetros! Y no, no hablo de un personaje ficticio. Esta pizca de humanidad, esta muñeca viviente, este duende con divina forma humana nació un 14 de diciembre de 1869 en la ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas, en la zona norte de la isla de Cuba.

Sus padres, unos blanquitos bien acomodados en la sociedad todavía esclavista de la época, dieron a luz a una pequeñita de pequeñitas que, desde el primer momento, mostró una gran personalidad. Por años vivió encerrada en la hacienda familiar en compañía de Rústica, su doncella negra con quien compartía secretos, revelaciones y el amor incondicional de la abuela Minga; una mulata que nunca se cuestionó la libertad.

Llegadas las 27 primaveras, Chiquita se convirtió en huérfana de padres, sus hermanos habían hecho sus vidas, Cuba era un lugar invivible para una persona con sus características así que, como muchos, vendió la casa familiar, algunas joyas heredadas y migró a los Estados Unidos de América a buscar fama y fortuna. Resta decir que Rústica, aún quejumbrosa por tener que aprender a hablar inglés, la acompañó hasta el último día de su vida.

Uno como lector aprende mucho sobre esta humanita que se atrevió a casi todo, pero también se lleva conocimiento sobre la historia de la hermana República de Cuba. Justo por esos tiempos, los mambises buscaban la independencia. Entre revueltas y desvaríos se gestaba la guerra para zafarse de una vez por todas de la corona española. Necesitaban ya mismo su declaración de libertad. En esta historia pude entender el eterno conflicto entre Cuba y los Unites States. Todo empieza así: Los españoles no querían soltar Cuba, los cubanos ya no soportaban más el yugo español. Ambos se enfrentaron y tuvieron bajas.

Como Cuba y Gringolandia eran amiguis, el país huero se puso el sombrero solito y se fue a “rescatar” a sus compadres a pesar de que los mambises estaban muy cerca de obtener la victoria. Tonces, como los gringous creen que ellos independizaron a Cuba de los europeos y estaban justamente poniéndole estrellitas a su bandera, quisieron anexar la isla a su colección.

Algo similar estaba sucediendo con Hawái, lamentablemente ellos sí tuvieron que ceder sus volcanes y sus mares y su todo. Y bueno, Cuba dijo que no, que nuncamente pasarían de ser una colonia gachupina para convertirse en una colonia yanqui. Se vieron feo, se sacaron la lengua y la enemistad sigue.

LA GRANDEZA NO TIENE TAMAÑO

Por esos años -finales del XIX principios del XX- estaba de moda un interés morboso por lo raro, por aquello que saliera de los cánones, lo exótico desbordado, así que la industria del entretenimiento no escatimaba en ofrecer criaturas extraordinarias en sus escenarios como mujeres barbudas, hombres de fuerza descomunal, gigantes delgados, gemelos unidos por el torso o féminas tan feas como la mismísima Julia Pastrana. Chiquita fue una de esas atracciones.

Así es, querido lector imaginario, fue parte de un zoológico rodante. Cantó, bailó y hasta recitó poesía en los mejores teatros de la época. Viajó a París donde probó las mieles lésbicas, tuvo múltiples amantes de diversos tamaños y nacionalidades, sin embargo, nunca olvidó el amor de su vida; un irlandés de cabellos rojos y enormes ojos verdes que la adoró con locura. Incluso, el escultor Moreau Vauthier tomó como modelo de divinas proporciones el cuerpecito de Chiquita para crear una estatua gigante de la nueva representación de Venus. Por ahí el poeta Rubén Darío dijo que fue un desvarío hacer semejante cosa.

Chiquita fue vedete, actriz, política, amante, amiga, espiritista, poeta, políglota incluso, pertenecía a la logia secreta de los liliputienses. Era una de las elegidas para conquistar el mundo desde su diminuto tamaño. Una mujercita culta y lectora por excelencia que, si bien le gustaba el goce de los cuerpos y los besos apasionados, también tenía interés por aquellas personas que supieran mantener una conversación sobre literatura, arte y política. Sin duda una presencia fuerte y vanidosa que nunca se dejó intimidar, al contrario, sabía que su pequeño tamaño era su fortaleza.

¿Y NATANAEL?

Si bien Chiquita es un personaje real con muchos elementos de ficción, su existencia ha quedado grabada en la posteridad no sólo en los periódicos de la época, sino en este libro que, además, ha sido ganador del premio Alfaguara 2008.

Chiquita se ha convertido ya mismo en un protagónico de la literatura latinoamericana. Sin duda un personaje único que comparte su unicidad con Natanael, un hombrecillo de baja estatura que habita en Santa María del Circo, una ficción de David Toscana. A esta criatura se le describe de mente audaz, siempre buscando sus intereses, agudo, listo y bastante odioso al cuestionar constantemente por qué no era tratado como todos los demás. El hecho de ser diferente, la gente regular lo ponía como ciudadano de segunda categoría.

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Natanel era parte de un grupo de cirqueros que, al llegar a un pueblo fantasma, tratan de fundar un nuevo orden, de construir sobre lo destruido. Su vida se convierte, entonces, en una función interminable en busca de la propia redención. Toma el liderazgo. Sabe que es ahí, en ese olvido polvoriento donde él puede ser él. Allá fuera no será más que el bufón, el enano, el chiste que puede ser pisoteado cuantas veces sea necesario por el simple hecho de su desfiguro corporal.

Sería genial crear una realidad donde Chiquita y Natanael se conocieran. ¿Qué se dirían? La diferencia entre uno y otro es que la cubanita es liliputiense, o sea, que es pequeña pero su cuerpo está proporcionado a sus dimensiones, mientras que el tipo de enanismo de Natanael es menos afortunado. Padece acondroplasia, eso significa que su torso tiene el tamaño normal, mientras que sus extremidades son cortas. Y sí, aunque ambos son enanos, no reciben el mismo trato al manifestarse una preferencia estética de parte de los que miran.

¿HAY MÁS COMO ELLOS?

Si usted busca, querido lector imaginario, personas pequeñas famosas en Google, le aparecerán cientos de páginas. Lo curioso es que la mayoría de ellos sobresalen por su dedicación al espectáculo, como cómicos, bufones o actores que interpretan a duendes y similares.

De pronto surge uno que otro que es cantante o que busca dignificarse como actor dramático. Tal es el caso del famoso Peter Dinklage, quien hizo un papel fundamental en la aclamada serie de HBO, Game of Thrones. Caracterizaba a Tyron Lannister. ¿Lo recuerda? Fue un personaje inolvidable. Aun así, uno solo no hace el camino, aunque sí pone un importante granito de arena. ¿No va siendo hora de que la inclusión también los incluya de manera respetuosa y humana?

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¿Le suena el nombre de Charles Proteus Steinmetz? Fue un matemático e ingeniero eléctrico polaco que fomentó el desarrollo de la corriente alterna. Gracias a sus fórmulas fue posible la expansión de la industria eléctrica en Estados Unidos. Medía poco menos de 150 centímetros.

Aquí aprovecho para mencionar a mi pediatra. Sí, querido lector imaginario, era una persona pequeña y se llamaba Pedro Infante, como el cantante mexicano. Mi madre, preocupada por mi tamaño y mis pocos glóbulos blancos, me llevaba con este especialista para que me hiciera las pruebas necesarias y descubrir por qué me desarrollaba tan lentamente. ¿El resultado? Sólo es chaparrita. Eso sí, si bien aumenté algunos centímetros que me permiten estar dentro del rango de “persona de estatura normal”, nunca logré nivelar mi conteo de glóbulos.

Chiquita se retiró de los escenarios a muy entrada edad. Quien sabe de dónde sacaba energía para seguir en el bailoteo y las cantadas. Cuando su minúsculo cuerpo ya no dio más, se fue a su casona en Far Rockaway para hacer esa cosa privada que tanto amaba; leer los clásicos, escribir cartas a sus viejos conocidos, dejar evidencia escrita de sus memorias, bordar y cuidar su jardín. Rústica se convirtió en la única heredera. Regresó a una Cuba libre.

Alize Espiridiona Cenda del Castillo dejó este mundo a los 76 años. Su tumba se encuentra en algún cementerio olvidado de Nueva York. Sin embargo, su grandeza sigue vigente.

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