El libro salvaje

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Juan Villoro / Narrativa juvenil / FCE

Costo: 87MXN / Pasta Blanda / Librería FCE

Recién leí El libro salvaje (2008) de Juan Villoro. Es la historia de Juan de trece años que ante la separación inminente de sus padres es obligado a pasar las vacaciones de verano con su tío Tito; un excéntrico lector que rara vez saca las narices fuera de su casa ya que para él, todo lo que habita dentro de su mundo es más importante que lo que hay afuera. Hasta aquí una breve sinopsis de la historia. La pregunta es, ¿por qué leería yo una historia de aventura y ciencia ficción cuyo personaje es un adolescente?

Un día martes, en la clase de Redacción, una alumna muy brillante y una potencial escritora, me preguntó qué leía. Yo contenta, porque mi pregunta favorita es ¿qué lee usted?, le contesté que Mi cuerpo también (2015) de Raquel Taranilla. Barb me escuchó con atención mientras hojeaba el libro y yo le describía que habla sobre cómo la enfermedad nos pone en modo sobrevivencia guerrera ultra plus. Le platiqué de mi fascinación por esas narrativas donde el personaje, que casi siempre es el autor, nos cuenta las batallas que se libran para recuperar la salud. Me gusta mucho la literatura que tiene alguna relación con la ciencia, la medicina y el héroe enfermo que sortea una serie de vicisitudes tanto internas como externas.

Era mi turno de preguntar. Barb me habló de un libro de romance. Pero como quien se acuerda de algo importante, me lanzó otra pregunta que también suelen ser de mis favoritas: ¿Cuál fue su primer libro? ¡Amo esas interrogantes! Porque si me preguntan de novios, acá entre nos, debo confesar que me hice bolas en temas amorosos hasta mi primer cuarto de siglo. Siempre me han gustado más las letras.

Como sé que ahí yo soy la profesora, no me dejé llevar por esa apasionada de los libros que puede hablar por horas y horas aunado a un déficit de atención que me hace perder la noción del tiempo, así que de manera solemne le pregunté a Barb por su primer libro. Ella sonrió, unos lindos hoyuelos se le dibujaron en las mejillas y dijo con cara de orgullo que su favorito era El libro salvaje. No recordaba el autor y a mí, por obvias razones, no me sonaba el título.

El tiempo corría, ella tenía otra clase y yo debía ir a otra escuela. He pensado que a los profesores el Gobierno no nos debería cobrar el transporte público. Uno anda de escuela en escuela haciendo malabares con los horarios, gestionando las emociones y los cansancios para llevar el conocimiento y a veces hasta las motivaciones para que los alumnos no crean que estudiar es tiempo perdido. Pero ese será un tema para otro día. Sólo diré que lo profes somos importantes. Sobre todo lo profes que amamos lo que hacemos.

Al día siguiente, muy temprano, minutos antes de arrancar la primera clase, Barb me interceptó en la cafetería. Ahí estaba ella, fresca como una lechuga con su cabello largo y azul y con su libro favorito en mano. Decidió que me lo prestaría y yo decidí que lo leería rápido para regresárselo lo más pronto posible. Cuando veo la portada que por cierto no es nada linda y las ilustraciones del interior mucho menos, vi el autor. ¡Era el mismísimo Juan Villoro! El gran intelectual mexicano de nuestros tiempos.

La pregunta que me surgía ahora era, ¿por qué Villoro a los 52 años escribiría un libro juvenil a manera de aventura? Sí, lo sé, parezco muy cerrada de mente, al final, un escritor puede escribir lo que quiera, pero ¡es Villoro! Empecé la lectura por dos razones: La primera por compromiso hacia Barb y la segunda por curiosidad hacia este escritor y periodista ganador del premio Herralde por su novela El testigo (2004). Debo confesarlo, sólo he leído artículos muy articulados y grandilocuentes de su persona y visto algunas entrevistas que se me hacen memorables por su lúcida sapiencia. Justo ahora ronda en casa La figura del mundo (2023), un ensayo biografía sobre su padre, el gran escritor mexicano-catalán Luis Villoro. Una vez que Luis lo terminé de leer, secundaré la lectura.

Regreso a El libro salvaje. Pues bien, la premisa es que este chamaquito llamado Juan de 13 años, una vez que es instalado en contra de su voluntad en la casona de su tío Tito, éste le da un recorrido por los interminables pasillos mostrándole, además, las habitaciones, todas ocupadas por libros de las más increíbles clasificaciones. Cabe decir que todo ese cúmulo de conocimiento, que empieza a tomar conciencia por sí mismo, es resguardado por tres gatos llamados Dominó, Obsidiana y Marfil. Eufrosia, por otro lado, es la cocinera y ayudante del tío Tito, sólo ella puede soportar la neuorosis de ese hombre de apariencia extraña y de creatividad irritable.

Bueno, así los personajes de la casona. Ahora falta Catalina, una adolescente que trabaja en la farmacia familiar con sus padres y del cual, Juanito se enamora perdidamente al momento de ir a comprar medicamento para el catarro. Ellos dos serán los encargados de buscar el libro salvaje que, a diferencia de los otros libros, éste escoge a su lector y no viceversa. Aquí debo confesar que me parece una maravilla que lectores tan asentados como Villoro busquen promover la lectura a personas muy jóvenes. Sin duda lo recomendaría a esos papás que buscan algo para sus chamacos y de paso, que los mismos padres también puedan leer y divertirse.

La historia sigue y sigue. Me parece que cumple bien su género de aventura y ficción. No diré más porque tampoco este anecdotario es una reseña. Lo que sí puedo decir es que es notoria la calidez de Villoro al que yo tenía como una criatura fría e intelectual. Aquí queda claro que para nada es así. Pongo como ejemplo esta línea que me pareció encantadora: A las arañas les gusta el silencio y son amigables; tan amigables que se comen a los mosquitos con todo y su música.

O este otro que habla de un platillo de desayuno llamado Omelete Homero que se prepara con los mejores huevos y los ojos cerrados. Se le agrega un poco de queso griego y se sirve bañado en aceite de oliva.

Qué tal este párrafo que dice: Una biblioteca no es para leerse entera, sino para consultarse. Aquí los libros están por si acaso. He leído toda mi vida, pero hay muchas cosas de las que no sé nada. Lo importante no es tenerlo todo en la cabeza, sino saber dónde encontrarlo. La diferencia entre un presumido y un sabio es que el primero solo aprecia lo que ya sabe y el sabio busca lo que aún no conoce.

Sin duda mi fragmento favorito es este: Los libros son muy escurridizos. Buscas uno en un estante y lo encuentras en otro, o no lo encuentras durante años y de pronto aparece frente a tus narices: los libros se mueven solos. Te buscan o te rehúyen. Los libros buscan su acomodo.

Cuando lo leí, me vi, soy yo, me representa. Esa es la relación que tengo con mis libros. He intentado por todas las maneras posibles ordenarlos y clasificarlos en los libreros, pero curioso, cuando busco un título en específico me pasa o que no lo encuentro por más que hago memoria o bien, aparece luego luego como si estuviera esperándome. Justo ahora busco un libro de poemas de una autora uruguaya que compré en la feria del libro de la UNAM, y pues ya moví todo. No sé dónde quedó. Lo único que recuerdo es que sí llegó a casa. Espero pronto saber de ese poemario.

Bueno, hasta aquí le dejo. Ya me leí un libro juvenil y para mi sorpresa de Villoro. El libro ya se lo regresé a Barb. Agrego que, cuando mis otros alumnos notaron que hablábamos de El libro salvaje, dijeron que también era su libro favorito y se emocionaron contando las peripecias del protagonista. Así que algo tiene.

Si usted, querido lector imaginario, es papá, mamá, tío, tía, hermano o hermana mayor o hay adolescentes a su alrededor, no dude en recomendar esta lectura. Mientras tanto le pregunto a usted, ¿cuál fue su primer libro y a qué edad empezó a leer?

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