Mariposa negra: diagnóstico: tumor cerebral

Captura de pantalla 2024-06-08 a la(s) 21.15.03Mónica Mateos / Ensayo / UANL 
200 $MXN / 113 págs. / Feria Internacional del libro del Palacio de Minería 

No he podido reconocerlo en voz alta, querido lector imaginario. No he podido, a estas alturas de mi vida, aceptar mi mortalidad. Un día moriré. Un día las personas que más amo también lo harán. Un día todos a quienes conocí y me conocieron serán cenizas, tierra y olvido. Esa es la única certeza.  

Hay un pasaje en la Odisea donde Ulises, cansado de tantos obstáculos que no le permiten regresar a Ítaca para rencontrarse con su esposa e hijo, les pregunta a los dioses por qué se ensañan con él, si solo de los solos, es un simple hombre.  

 PARA MORIR NACEMOS 

¿Usted ha perdido a alguien cercano, querido lector imaginario? Las probabilidades indican que sí. Todos hemos perdido a alguien y seguiremos perdiendo. Tan es así, que algún día alguien nos perderá a nosotros. ¿Quién escapa de esta trampa de la vida? Quien tenga miedo de morir que no nazca, dicta por ahí un paradójico dicho popular. 

Le comparto que mi familia primaria es pequeña. Tengo tíos en algún lugar del mundo, una abuela que habita en el desierto y un padre biológico al que no conozco y que, probablemente, nunca conoceré. Dicen que se llama Jorge. Yo no lo sé de cierto.  

Mi familia de crianza está compuesta por mi madre que tiene los ojos inundados de tristeza ambarina; mi padre, un militar retirado cuyo niño interior sigue indefenso y mudo ante los horrores del descuido. Están también mis dos hermanas; Paulina que es una amazona sin lugar en el mundo y Violeta, que guarda tanto y tanto que un día, si no se drena de toda el agua que trae contenida en su interior, naufragará sin remedio. Y por supuesto mi sobrina Luisa. Luisita, como le decimos de cariño. Apenas tiene tres años y me sorprende la tanta vida que le falta por recorrer. 

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Nosotros en al espejo

Luego, está mi otra familia, esa que una elige a conciencia. Yo elegí a Luis y Luis me eligió a mí. Todo fue una grata elegidera en esta tarea compleja y maravillosa de construir el mañana. Y ahí vamos Luis y yo habitando nuestro nido que de pájaros nada tiene. Tenemos dos gatitas; una algo arisca llamada Milanesa y la otra, la mayor, se llama Xocany. Es muy hablantina y panera. Recientemente se integró Gabrielito, un gato panzón de 12 años que, pese a ser callejero, se adaptó de maravilla a la vida doméstica. Y Uma, que significa brillante; una mestiza negra que a veces la comparo con un burro por la forma de su cuerpo y por su mirada tierna. En fin… esa es mi familia feliz.  

Esa familia y esa otra familia son mi familia. Me aterra pensar en el futuro. Me aterra decir mañana, me aterra de pronto recibir una llamada telefónica, me aterra encontrar un mensaje a las deshoras del día. Me aterra que se anuncie la muerte.  

LO QUE TE HACE LLEGAR 

¿Por qué digo todo esto, querido lector imaginario? Porque la lectura tiene ese efecto, te hace reflexionar y ocuparte. Te hace voltear a tu al rededor y decir… ¡Vaya! Lo mismo me pasó con el tema del vértigo, o del cáncer de seno cuando leí el testimonio desgarrador de Anne Boyer o algo tan cotidiano como los dientes o la migraña. Y bueno, en esta ocasión el libro Mariposa Negra de Mónica Mateos me ha hecho valorar lo que siempre he valorado, pero ahora desde la posibilidad latente y sonante que una visita médica puede cambiarte los planes. 

 Lo sé, lo sé, el título no es genial. Por lo menos no aparentemente. Acá entre nos, cuando lo vi, con todo y que después vi la leyenda que dice Tumor cerebral, no tardé en pensar en el grupo de rockpop mexicano llamado Maná y la intro de su canción Mariposa traicionera:  

Eres como una mariposa,

vuelas y te posas vas de boca en boca 

fácil y ligera de quien te provoca.  

Vencida ante la alucinación musical que coreaba en mi cabeza me atreví a hojear el libro. Luis y yo estábamos en la Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería, justo acababábamos de salir de una charla que dio Ana Clavel en el espacio del Fondo Editorial del Estado de México sobre los microcuentos que, ya lo sabrá usted si me ha leido en este espacio, me fascinan. Un par de pasos adelante, me topé con el puestito de la Universidad Nacional Autónoma de Nuevo León.

Y ahí yacía la hermosa criatura con sus 113 páginas y sus hojas de papel ahuesado, con su portada verdinegra. Con su título en blanco y con un autógrafo de la periodista color jardín que dice “La vida sigue” escrito a mano y con una caligrafía bastante linda. Ya no tenía más dinero, por lo menos no en efectivo. Había ya usado todo mi presupuesto, pero traía una tarjeta de crédito y sin más…, aquí estoy. Aquí estamos.  

La autora Mónica Mateos
La autora Mónica Mateos

El libro habla sobre la experiencia de Mónica Mateos al recibir el diagnóstico de un macrodenoma hipofisiario. Dicho en otras palabras, un tumor cerebral. ¿Sabía, usted, querido lector imaginario, que estos males son más frecuentes en los hombres de raza blanca y en lo niños? No cabe duda de que el azar combinado con la genética vence por mucho a las probabilidades.  

La autora nos cuenta que empezó con una revisión ginecológica. A sus 42 años pensaba que ya estaba con los síntomas de la menopausia, pero su doctora le dijo que no, que a esa edad todavía no era tiempo para dejar de menstruar por completo, así que le mandó hacer estudios incluyendo de la silla turca y sí, algo había. Una sombra borrosa se hospedaba en la hipófisis.

EMPIEZA EL VIAJE 

En México, por cada millón de habitantes, alrededor de cinco mil personas tienen un tumor cerebral. Al parecer la cifra va en aumento y, aunque parece increíble, los investigadores aún no saben a ciencia cierta por qué se originan.  

El libro se compone de 22 capítulos. El primero se llama Hallazgo, ya deducirá usted por qué. Así nos guía, Mónica Mateos, entre el buen sentido del humor, el miedo, las estadísticas y testimonios de pacientes que, como ella, el único acceso que tuvieron para el tratamiento fue la salud pública.  

Si usted vive en México más le vale no enfermarse. Deja mucho que desear el sector salud con todo y que hay personal al servicio de la vida como el doctor N, quien tiene un papel crucial en esta historia. Y es que sí, enfermarse de gravedad en tierras aztecas es una odisea en sí misma justo por la carencia de medicamentos, máquinas para hacer resonancias, falta de camas, citas lejanas y pocos quirófanos con la infraestructura necesaria para procedimientos altamente complejos.  

La autora logra contar esta historia de sobrevivencia. Perdón, querido lector imaginario, si le spoileo el final, pero sí, pese a todo, pese a ser una mujer trabajadora cuya profesión se desenvuelve en los medios de comunicación, no contaba con seguro de gastos médicos mayores por lo que tuvo que aferrarse al seguro popular y salió triunfante.

 Y ENTONCES… 

Cuando como lector sensible te encuentras con estas historias te preguntas qué me pasará a mí, cuál será mi suerte, ¿tengo los recursos para superar una enfermedad mía o de mi pareja? ¿Quién acompañará a Luisita si no tiene primos o hermanos de su edad?  

-Luis…, en mi portafolio amarillo que está al lado del escritorio guardo todos los papeles por si se necesitan. Ya sabes, todo puede pasar.  

Y así la vida mía y de los míos. Sorteando lo desconocido, viviendo un día más y un día menos, todo al mismo tiempo. Al vaivén obediente del paso de las horas. Muchas veces me siento como un pequeño pez nadando entre tantos tiburones; accidentes, enfermedades, azar, violencia, injusticia. Y es que cuando descubres que la felicidad te abraza, el tiempo se torna más aterrador. ¿Se puede ser feliz para siempre? Aquí empieza la paradoja. El parasiempre no existe, es tan inalcanzable como el horizonte.   

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Odiseo enfrentando a las sirenas

Cuando Odiseo estaba a punto de rendirse. Cuando sus fuerzas ya no daban para mantener su barco a flote, preguntó por última vez a los dioses. Uno de ellos, que lo miraba desde lo alto se compadeció un poco, y le contestó: -¿Quieres saber por qué le ponemos tantos obstáculos a tu vida? Porque puedes morir, Odiseo y, pese a ello, tienes propósitos. Tu mortalidad te permite soñar, tener esperanza, amar con intensidad, aferrarte a tu breve existencia, tan frágil como la de una mariposa. Tú, Odiseo, a diferencia de nosotros, solo tienes el presente y, sin embargo, piensas en el futuro.  

Todos somos Odiseo de alguna u otra forma. Nadie tenemos comprada la inmortalidad, por lo menos no de manera física. Así que ahora mismo, justo ahora, escríbale a su hija y dígale cuánto la quiere, abrace a su esposa, deje que el gato se suba a la cama. Salga por ese cafecito y disfrute de ver a los paseantes. Busque la forma de las nubes, dele un beso a su padre anciano. Arriésgese a tomar esas vacaciones. Viva porque el mañana, si se presta atención, no existe. Siempre es hoy. Hoy es siempre.

Ay, mariposa de amor,

mi mariposa de amor,

ya no me quedo contigo,

vuela, dolor.

Que tengas suerte en tu vida. 

Mi madre y la menor de mis hermanas.
Mi madre y la menor de mis hermanas

2 comentarios sobre “Mariposa negra: diagnóstico: tumor cerebral

  1. Impresionsnte relato de su percepción sobre la lectura de este maravilloso libro de Mónica Mateos, es una interpretación tan justa de lo que una persona como usted, como Mónica, como yo o como cualquier mortal siente cuando tiene muy cercana la muerte, le felicito y le agradezco haber publicado su opinión sobre este ya lo dije y lo sostengo, maravilloso libro de mi querida amiga Mónica. A propósito yo soy el Dr N y estoy tan encantado y orgulloso de ser un personaje de éste espléndido libro, saludos.

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  2. Qué genial recibir del mismísimo DR. N un comentario. Agradezco el tiempo para la lectura del proemio y el tiempo, también, para escribir unas palabras.

    Me alegra que le haya gustado. Todo mi reconocimiento a su labor en la medicina.

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